La marihuana regresó al fértil valle de Bekaa, nueve años después de que el gobierno de Líbano lanzara duras campañas de erradicación de cultivos ilícitos.
El gobierno procuró introducir diversas alternativas de producción a los agricultores de Bekaa, desde remolacha azucarera hasta ganado lechero, pero nada logró detener el avance de la lucrativa marihuana.
«La gente está hambrienta y necesita alimentar a su familia. Sabemos que las drogas son 'haram' (prohibidas por Dios), pero ¿acaso Dios no prohíbe privar a los hijos de alimentos?», dijo una madre de seis hijos en Hermel, un poblado del valle.
Por primera vez en ocho años, esta campesina cultivó cinco hectáreas de marihuana, consciente de que corre el riesgo de ir a la cárcel, pero deseosa de que sus hijos vuelvan a la escuela.
El cultivo de marihuana (cannabis) en el valle de Bakaa se remonta a varios siglos atrás. La droga formó parte de la vida y las tradiciones de los agricultores de la zona, que la utilizaban para trocar por otras mercancías, e incluso la integraban a las dotes.
Si bien pocos lo admiten actualmente, los campesinos la fumaban en forma de hachís, con el que agasajaban a sus invitados.
El cultivo comenzó a aumentar en 1950 y se disparó durante la guerra civil libanesa de 15 años, iniciada en 1975.
A mediados de la década del 80, había 60.000 hectáreas de cultivos ilegales en Líbano, y Estados Unidos ubicaba al país entre los principales productores de sustancias ilícitas.
La campaña de erradicación de cultivos lanzada por el gobierno debido a la presión internacional dejó a 25.000 familias sin ingresos.
Se calcula que la zona, una de las más pobres del país, dejó de recibir los 500 millones de dólares anuales por el cultivo y el tráfico de marihuana que percibía antes de la campaña.
El director del Programa de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Rural Integrado de la zona de Baalbek-Hermel, Nasser Ferjani, acusó a los donantes extranjeros de abandonar a los agricultores y desaparecer a medida que también desaparecían los cultivos de marihuana.
El gobierno libanés, acosado por una deuda externa cercana a los 30.000 millones de dólares, tiene escasos recursos para invertir en la zona.
«La comunidad internacional aún no decidió apoyar al gobierno en la erradicación de los cultivos ilegales. Sólo hemos logrado movilizar seis por ciento de los fondos necesarios para el desarrollo del valle de Bekaa», dijo Ferjani.
El desinterés de los donantes se explica, en parte, por los 4.500 dólares de ingreso anual por persona de Líbano, demasiado elevado para ser destino de la ayuda internacional.
Pero el ingreso de los agricultores de Bekaa es de apenas 400 dólares anuales. Sin embargo, las diferencias entre distintas zonas nacionales no inciden a la hora de considerar a qué países se destinará la ayuda, dijo Ferjani.
«Desde que nuestro programa se inició en 1994, advertimos a la comunidad internacional que, sin fondos para las iniciativas de desarrollo, los agricultores volverían a cultivar marihuana», afirmó.
En efecto, se estima que las plantaciones de marihuana cubren hoy 15.000 hectáreas en la zona y siguen creciendo. Los agricultores dejan de plantar papa, vendida a 20 centavos de dólar por kilogramo, y vuelven a la marihuana, por la cual obtienen hasta 300 dólares por kilogramo.
Alí Hajj Hassan, un campesino de 50 años contratado por el programa de la ONU para controlar un nuevo sistema de riego para las tierras de la aldea de Shaat, manifiesta agradecimiento por la colaboración recibida para erradicar los cultivos, pero él mismo ha vuelto a plantar marihuana.
Hajj Hassan pagó 1,5 dólares por las semillas de cannabis para plantar una superficie de tres por siete metros, y calcula que la cosecha le reportará 200 dólares.
«Este pequeño cultivo de hachís que usted ve me dará más dinero que varias hectáreas de trigo. Todo el mundo está plantando marihuana este año. Si el gobierno organiza otra campaña de erradicación, habrá revueltas», dijo.
Existen otras esperanzas. Una de ellas fue alentada en 1999 por las investigaciones del agrónomo Hassan Makhlouf sobre cultivos alternativos.
Makhlouf propone remplazar la marihuana por cultivos altamente redituables como pistacho, azafrán y alcaparra.
Mediante una inversión inicial de 10 millones de dólares, la zona podría obtener ingresos anuales de 200 millones de dólares. El proyecto ya despertó la adhesión de más de 700 agricultores.
«Una hectárea de marihuana puede dejar entre 2.000 y 3.000 dólares», dijo Makhlouf, quien creció en Bekaa y cuyo padre también plantaba hachís.
«El azafrán es muy valioso, caro como el oro. Una hectárea puede producir un kilogramo de azafrán, que puede venderse a entre 4.000 y 8.000 dólares. Esto es extraordinario para una familia campesina», dijo.
Makhlouf, quien vivió 12 años en París, fue invitado a regresar a Líbano por las autoridades antidrogas, interesadas en que implementara sus ideas.
Pero dos años después aún espera ser contratado oficialmente, sin lo cual no puede iniciar contactos internacionales en busca de fondos.
Makhlouf no se explica la lentitud del gobierno en implementar una iniciativa que podría dar una solución definitiva al problema de los cultivos ilegales.
Algunos campesinos sostienen que las autoridades harán la vista gorda con la marihuana, al menos este año, no sólo por la falta de alternativas, sino por la existencia de fuertes intereses económicos en este cultivo ilícito. (FIN/IPS/tra- en/kg/mn/dc/mj/01