La desintegración de la antigua Federación Yugoslava en 1991 trajo consigo, además de la creación de seis estados separados, la muerte de una cultura caracterizada por su vitalidad y su permanente actualización.
El escenario cultural de lo que quedó de Yugoslavia (las repúblicas federadas de Serbia y Montenegro) empeoró aun más a raíz de las sanciones impuestas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1992. El embargo internacional afectó la producción científica y artística.
La ONU llegó a prohibir, incluso, la importación de películas extranjeras.
Una curiosa mezcla de memoria y énfasis en la preservación de la ideología nacional es lo más notorio en el trabajo actual de los artistas de Yugoslavia.
"Nuestra cultura se volvió provinciana al cortarse todos los lazos" de la vieja Yugoslavia, explicó Dragoljub Micunovic, del Instituto de Estudios Sociales de Belgrado.
"Las publicaciones que subsisten defienden la tradición sin ningún sentido crítico. La cantidad de libros cuyo título incluye la palabra 'serbio' impresos en los últimos siete años supera el total de libros serios sobre los serbios y su historia en los últimos 300 años", señaló Micunovic.
Por otro lado, un amplio sector del público ha sido conquistado por una fuerte subcultura marcada por un género musical denominado "turbo-folk" cuyas estrellas proclaman que alcanza con ser joven y feliz.
Esta corriente se promociona a través de docenas de canales de televisión de todo el país, muchos de los cuales tienen fuertes vínculos con el gobierno e incluso son propiedad de la familia del presidente yugoslavo y líder nacionalista serbio Slobodan Milosevic.
"Alguien que no estuvo aquí en los últimos diez años podría pensar que el escenario cultural se parece a un circo feliz y absurdo, totalmente aislado", observó el periodista Teofil Pancic, una de las principales personalidades de la cultura de Belgrado.
"Los canales de televisión sólo muestran cantantes chillones de turbo-folk disfrazados, o grupos casi tecno y de baile cuyo mensaje es que los tres símbolos del éxito en este país arruinado son poseer un vehículo de cuatro ruedas, una deliciosa rubia y un arma", ironizó Pancic.
La explicación de este fenómeno es simple, según Micunovic. Desde 1991 existe un grupo de personas con negocios oscuros que ganó enormes sumas de dinero en plazos muy cortos y que se convirtieron en los que dictan las reglas del comportamiento, la música y la moda en Serbia.
"Esta gente agresiva procede de un estrato social que antes no prestaba la menor atención a la cultura y la educación, así que inventaron sus propios valores. Promueven la brutalidad y la vulgaridad", explicó Micunovic.
"La mayoría de la gente empobrecida de Yugoslavia ve la televisión, cuyas docenas de canales son gratuitos, en lugar de comprar libros o ir al teatro o al cine. Cansados de las malas noticias, buscan algo distinto. Y lo encuentran es la 'TV Rosa' y su consigna 'Pinta tu vida de rosa"', concluyó Micunovic.
La dueña de la radio Kosava de Belgrado y de los canales de televisión vistos y escuchados en toda Serbia es Marija, la hija de Milosevic.
Marko, el hijo del presidente Milosevic, es dueño de Madonna, la mayor discoteca de los Balcanes, en la localidad de Pozarevac, 120 kilómetros al este de Belgrado. Una poderosa estación radial cubre desde allí a todo el país.
Todas esas radios no pasan otra cosa que música folk o tecno.
"Los yugoslavos leen ahora 10 veces menos libros que hace 10 años, según las últimas estadísticas. En efecto, una nueva clase de gente surge al borde del escenario de la cultura", advirtió Micunovic.
Hay un Ministerio de Cultura en Serbia, pero sus funcionarios son evasivos en lo referente a sus tareas o a las finanzas destinadas a promover la cultura.
"No hay suficiente dinero para financiar la verdadera cultura y sus valores. Por eso las cosas están como están", declaró un funcionario a IPS, y pidió mantener el anonimato.
El ministerio sólo financió dos grandes proyectos en los últimos cuatro años, reveló el funcionario.
Uno fue calificado de "gran éxito" en 1998. Se trata de una exposición realizada en el Museo Nacional de Belgrado en honor a los 800 años de Chilandar, uno de los monasterios serbios más famosos y antiguos, fundado en 1188 en el complejo de monasterios ortodoxos del Monte Atos, en Grecia.
Un funcionario dijo que es imposible saber la cantidad de personas que visitaron la muestra, ya que sigue abierta.
El otro proyecto fue una campaña de promoción cultural en Serbia para la que el Ministerio dispuso de cerca de cuatro millones de dólares.
"El Año de la Cultura 1995" tuvo resultados muy pobres, admitió el funcionario. Ningún artista extranjero pudo visitar Serbia porque aún estaban vigentes las sanciones. Las producciones de teatro y cine dependían de fondos del gobierno, lo que imposibilitó la producción independiente. (FIN/IPS/tra- en/vpz/mk/ceb/mj/cr ip/99