La electricidad era una extravagancia inimaginable hasta hace seis años, en el caserío de Joya de Talchiga, en el oriental departamento de Morazán, El Salvador.
En el hogar de Lilian Gómez, enclavado en las montañas del este de El Salvador, la oscuridad de la noche apenas se aliviaba con las tenues y temblorosas llamas de un par de velas, al igual que sucedía entre sus