(Artes y Espectáculos) TAILANDIA: El tiempo no pudo con Ayutthaya, la antigua capital

El hipnótico hechizo de los santuarios budistas le devolvió la vida a Ayutthaya, la antigua capital de Tailandia, donde florece desde hace poco un concurrido foco de peregrinaje turístico, arqueológico y religioso.

Ayutthaya, a 86 kilómetros al norte de Bangkok, rivalizó en su apogeo con Londres o París, hasta el fatal año 1767, cuando invasores procedentes de Burma lo sometieron tras un largo sitio. Los tailandeses contraatacaron y los echaron de allí, pero ya era demasiado tarde.

Quince años después, los acongojados citadinos abandonaron lo que habia sido la capital de Tailandia desde el 1350 y marcharon hacia el sur, donde construyeron Bangkok.

Ahora, al fin del siglo XX, Ayutthaya vuelve a ser punto de atracción para tailandeses y extranjeros. Los tesoros se asomaron por encima de la densa vegetación que creció durante más de dos siglos y que amenazó con engullírselos para siempre.

Así, reaparecieron por doquier los "prangs" y "chedis", chapiteles con cúpulas o rematadas en punta, las torres, los templos y las efigies de Buda, en una ciudad cuyos habitantes hacían ostentación de su riqueza.

Los maravillosos edificios y la estatuaria de Ayutthaya fueron construidos frecuentemente como señal de despliegue de jerarquía y poder de los ricos para competir entre ellos, y también con el fin de acumular méritos que hicieran más llevadero el tránsito por la reencarnación.

Así, monarcas, mercaderes y místicos se afanaban en levantar templos a lo largo de los tres ríos que circundan el lugar o sus abundantes canales. Los grandes palacios eran el centro nervioso de algunas de las manifestaciones artísticas y culturales más finas de Tailandia en esos tiempos.

Los mercaderes de todo el mundo, en sus travesías por Europa, India, China y Japón, cruzaban casi obligatoriamente Ayutthaya con sus cargas de porcelana, seda, plata, pieles, teca, estaño y azúcar.

Pero, en coincidencia con la naturaleza ilusoria de la existencia y con la filosofía budista, que establece que todo es transitorio, Ayutthaya cayó víctima del pillaje en varios asaltos desde Burma, la actual Myanmar, especialmente en el siglo XVI,

Los victoriosos burmanos presuntamente fundieron estatuas de Buda para hacerse con lingotes de oro y esclavizaron a unos 90.000 ciudadanos, entre ellos integrantes de la familia real. Los niños tailandeses aún estudian en la escuela esta tragedia.

Burma pretendía aniquilar a Ayutthaya para dominar Tailandia y poner coto al poderío de la ciudad. Hoy, los tailandeses y los turistas contienen la respiración ante lo que no pudieron destruir, en la piedra y en el espíritu, y hoy es amorosamente custodiado por los lugareños.

La antigua capital de Tailandia se convirtió en un parque histórico nacional protegido por el gobierno, y fue calificado en 1993 herencia cultural de la humanidad entera.

Los artesanos reparan pacientemente las cúpulas, campanarios y estatuas y confían en que Ayutthaya se convierta en la primera ciudad histórica de Tailandia, lo cual le otorgará mayor prestigio y la hará acreedora de fondos destinados a la conservación y restauración de los lugares.

Si se requiere la construcción de estructuras modernas para albergar a la gente que vive y trabaja en el poblado, esta calificación les permitiría hacerlo en un estilo tradicional.

También se procura preservar el asombroso entretejido de canales y vías fluviales que atraviesan el lugar, que sirven como ruta de transporte.

Ayutthaya es una isla creada por humanos. Phya U-Tong, un rey también conocido como Ramatibodi I, llegó allí buscando un emplazamiento para la capital de Tailandia a resguardo de una cruel epidemia de cólera.

El monarca eligió este lugar pues estaba protegido a los tres costados por los ríos Chao Phraya, Pasak y Lopburi. Después de escudriñar los mapas y consultar a los constructores de canales, Phya U-Tong descubrió que podría convertir la urbe en una isla conectando las corrientes de agua.

La ciudad-isla fue bautizada Ayutthaya, ("indeclinable", en sánscrito), nombre de la casa de Rama, la deidad hindú, en Ramayana, el país épico. Treinta y tres reyes siameses de distintas dinastías gobernaron la ciudad hasta su derrota.

Hoy, la moderna Ayutthaya y sus vías férreas y carreteras rodean la isla. Muchos de los canales que sobrevivieron son alcantarillas hediondas asfixiadas por las malas hierbas.

Ayutthaya se enorgullece de 300 edificaciones y estatuas que reflejan los estilos camboyano, indio y tailandés. Uno de los más famosos es el antiguo palacio real, el Wan Luang, pero fue totalmente destruido por los invasores de Burma.

Entre los cimientos, permanece el templo real de Wat Phra Sri Sanpet, uno de los tres "chedis" centrales que fueron restaurados en medio de un paisaje desolador.

El Buda de bronce más grande de Tailandia, de 12,5 metros de altura, permaneció allí durante siglos y ahora está albergado entre las paredes del Wat Mongkon Bopit, donde los tailandeses encienden velas e inciensarios antes de orar.

Otro templo, el Wat Phra Ram, comenzó a construirse en 1369 y despliega en sus viejos muros majestuosos elefantes que custodian las puertas. Las ruinas del Wat Dhamik Raj, por su parte, están protegidas por leones de piedra.

Varios templos volvieron a la vida gracias a ambiciosos trabajos de restauración.

El Wat Suwan Dararam, hermosamente decorado, está siempre repleto de monjes que entonan canciones religiosas. Muchos visitantes se maravillan con el gigantesco Buda reclinado en el Wat Lokaya Sutha.

Hace siglos, la estatua de 28 metros de largo estaba dentro de un templo, pero hoy descansa llena de elegancia al aire libre y puede vérsela desde distintos ángulos. (FIN/IPS/tra- en/re/cpg/mj/cr/96)

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe