Sesenta y cuatro organizaciones ambientalistas, humanitarias y de asistencia al desarrollo exigen al Banco Mundial y a agencias nacionales de crédito del Norte industrializado la imposición de estrictas condiciones a la financiación de un oleoducto en el mar Caspio.
Estos organismos de crédito podrían apoyar el proyecto, que conectaría Bakú, capital de Azerbaiján sobre el mar Caspio, y el meridional puerto turco de Ceyhan, sobre el mar Mediterráneo, un recorrido de 1.800 kilómetros.
La empresa británica British Petroleum encabeza un consorcio de compañías petroleras interesado en el proyecto, entre ellas la italiana Eni, la noruega Statoil y la estadounidense Unocal, con sede en California.
Quienes ponen el proyecto en cuestión afirman que repite rutas existentes, que atravesará regiones que en la última década han sufrido inestabilidad política y étnica, que perjudicará a la población de los países por donde pasará el oleoducto y que causará daños ambientales.
El director ejecutivo de British Petroleum, John Browne, dijo que la empresa necesitará cientos de millones de dólares de lo que denominó fondos públicos gratuitos para la construcción del oleoducto, estimada en 3.000 millones de dólares.
Creemos que el uso de 'fondos públicos gratuitos' no es justificable si el proyecto no demuestra claramente los efectos positivos que tendrá local y regionalmente el proyecto en los próximos 30 años, afirmaron a fines de este mes las organizaciones no gubernamentales que cuestionan el proyecto.
La coalición envió un documento al presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, y a los directores de diversas agencias de crédito a las exportaciones que podrían financiar el proyecto de oleoducto.
Entre ellas figuran el Banco Europeo de Inversión, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos, la estadounidense Corporación de Inversiones Privadas en el Exterior y el Banco para la Cooperación Internacional de Japón.
El proyecto de oleoducto, que pasará por Tbilisi, la capital de Georgia, desató la polémica desde su formulación hace ocho años.
Estados Unidos respalda la construcción del oleoducto por razones estratégicas. El gobierno de George W. Bush llegó a ofrecer 500 millones de dólares en préstamos.
El oleoducto ofrece la posiblidad de transportar petróleo del mar Caspio a Occidente de forma más directa y barata que a través de las rutas existentes, que pasan por Irán y Rusia.
Bush ha estrechado relaciones con Rusia, pero continúa apoyando la construcción del oleoducto para disminuir la posiblidad de que un país enemigo logre el control del crudo del mar Caspio y para privar a su enemigo Irán de una fuente de ingresos.
A comienzos de los años 90, Azerbaiján y Armenia se enfrentaron en una sangrienta guerra. El oleoducto recorrería una zona 10 kilómetros de su frontera.
Por otra parte, Washington anunció en marzo que entregaría ayuda militar a la marina de guerra de Azerbaiján, presumiblemente para proteger un sector del mar Caspio disputado con Irán.
Georgia continúa siendo escenario de tres insurgencias étnicas, dos de las cuales han tenido el apoyo de Rusia en varias ocaciones.
Washington envió a más de 100 efectivos de sus Fuerzas de Operaciones Especiales a capacitar a los soldados de Georgia que luchan contra los insurgentes en la garganta de Pankisi, foco de la tercera conflagración y objetivo de la guerra emprendida por Bush contra el terrorismo.
Finalmente, el sudeste de Turquía está ocupado por la etnia kurda, que tiene una larga historia de resistencia armada contra el gobierno en Ankara.
El proyecto podría militarizar un corredor desde el mar Caspio hasta el mar Mediterráneo y amenazaría la frágil tregua en la región kurda, por donde pasa el oleoducto, dijo el activista Kerim Yildiz, del no gubernamental Proyecto Derechos Humanos Kurdos.
Pero las cuestiones de seguridad sólo son parte de las inquietudes formuladas por las organizaciones no gubernamentales, cuyos representantes recorrieron este mes varias localidades en la ruta del oleoducto en Azerbaiján y Georgia.
Nos preocupa que el oleoducto traiga pocos beneficios para los pobres y que exacerbe las tensiones en la región, indicaron las organizaciones no gubernamentales, encabezadas por la ambientalista por Amigos de la Tierra Internacional.
La delegación de activistas, entre los que figuraban representantes de Estados Unidos, Georgia, Gran Bretaña, Italia y Ucrania, encontró a los habitantes locales temerosos por su futuro y desinformados de los planes de British Petroleum.
Algunas personas perderían todos sus medios de subsistencia por el proyecto, y es muy posible que no se cumplan las promesas de empleo y desarrollo local, dijo el activista Petre Holobil, de la organización BankWatch.
Las organizaciones no gubernamentales, entre ellas Novib de Holanda, la italiana Campaña para Reformar el Banco Mundial y la alemana Urgewald, exigen que el respaldo al proyecto que presten organismos oficiales esté estrictamente condicionado a mecanismos confiables que garanticen la transparencia de sus operaciones.
Los organismos que financien el proyecto deberán evaluar su impacto sobre el cambio climático, dijo la ambientalista Kate Hampton, de Amigos de la Tierra Internacional.
El uso del combustible derivado del petróleo transportado por el oleoducto liberaría 185 millones de toneladas de dióxido de carbono. Si se usan fondos públicos para este proyecto, todos estaremos financiando energía sucia, dijo Hampton.
La coalición de organizaciones no gubernamentales anunció que la campaña contará en el futuro con la participación de otras organizaciones, como la ambientalista Greenpeace Internacional. (FIN/IPS/tra-en/jl/aa/lp/mj/en/02