El Poder Ejecutivo de Estados Unidos desea reanudar su ayuda militar a Indonesia, aunque el gobierno de ese país no cumplió requisitos de cooperación antiterrorista y juicio a militares acusados de abusos en Timor Oriental.
La Casa Blanca presiona al Congreso para que apruebe el desembolso de 16 millones de dólares, la mitad de ellos destinados a las Fuerzas Aramadas indonesias, con el argumento de que es preciso asegurar estabilidad en el país con más población musulmana.
En ese alegato ya no se jerarquiza el papel que pueda desempeñar Indonesia en la lucha antiterrorista vinculada con los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
El éxito o el fracaso de la democracia indonesia no dependerá de nuestra reacción a los hechos del 11 de septiembre, sostuvo la semana pasada en un discurso el secretario de Estado asistente para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, Matthew Daley.
Centrar la cooperación antiterrorista con Indonesia en cuestiones relacionadas con el 11 de septiembre es perderse 90 por ciento de la historia, afirmó.
El país suspendió su ayuda militar a Yakarta en septiembre de 1999, por la devastación que causaron en Timor Oriental milicias apoyadas por las Fuerzas Armadas indonesias, y luego el Congreso aprobó la llamada Enmienda Leahy, que condicionó la reanudación de esa ayuda al juicio de militares involucrados en tales abusos.
Hasta ahora no hubo condenas a acusados por la oleada de violencia en Timor Oriental.
Tras los atentados de septiembre, el presidente George W. Bush presionó a su par indonesia, Megawati Sukarnoputri, para que apoyara la campaña militar lanzada por Washington contra la red Al Qaeda (La Base), dirigida por el saudita Osama bin Laden, a la cual consideran responsable de esos atentados.
Una visita en septiembre de Sukarnoputri a Washington fue la primera de una persona gobernante de un país musulmán tras los atentados, y en esa oportunidad se decidió reanudar los contactos militares bilaterales de alto nivel. Además, Bush levantó un embargo de la venta privada de armas estadounidenses a Yakarta.
Luego funcionarios estadounidenses afirmaron que Al Qaeda había inflitrado Indonesia, con grave riesgo para ese país.
Creo que son más peligrosos para Indonesia que para Estados Unidos, dijo en noviembre sobre los integrantes de esa red Paul Wolfowitz, actual subsecretario de Defensa y ex embajador en Indonesia, en declaraciones realizadas a una revista de ese país.
En abril, funcionarios de ambos países discutieron cuestiones de seguridad, y el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, visitó en mayo Yakarta, donde afirmó que la pronta reanudación de la cooperación militar ayudaría a luchar contra el terrorismo.
La mitad del dinero que la Casa Blanca desea conceder a Indonesia sería destinada a entrenamiento antiterrorista de policías, y los otros ocho millones a las Fuerzas Armadas, con el propósito declarado de mejorar la conducción de tareas de mantenimiento de la paz.
Yakarta debe afrontar la amenaza de la violencia sectaria. Queremos brindar inequívoco apoyo a la integridad territorial de Indonesia, donde operan varios grupos separatistas, enfatizó Daley en un foro sobre ese país auspiciado por la Fundación Sasakawa para la Paz y la Sociedad Estados Unidos-Indonesia.
Considero lamentable que Estados Unidos no mantenga en la actualidad cooperación militar directa con Indonesia, dijo luego a periodistas.
Sin embargo, muchos legisladores se quejan de que Yakarta no cumplió sus promesas de reformar las Fuerzas Armadas, y el propio Departamento de Estado expresó su insatisfacción ante el escaso progreso de los procesos contra generales acusados por la devastación de Timor Oriental.
No puedo decir que los avances registrados hasta ahora sean alentadores, comentó Daley sobre ese asunto.
Una causa de que Washington impulse mayor apoyo militar a Yakarta es que teme la reacción de musulmanes indonesios contra su política en Medio Oriente, y en especial contra su incondicional apoyo a Israel, opinó el director administrativo del periódico Yakarta Post, Meidyatama Suryodiningrat.
En Indonesia persiste la percepción de que los musulmanes son víctimas del gobierno estadounidense, señaló Suryodiningrat.
Partidos islámicos radicales competirán en las elecciones indonesias previstas para 2004, y pueden atraer a muchos votantes, sobre todo jóvenes, en especial si la situación económica no mejora, explicó.
La reanudación de la cooperación militar estadounidense puede conducir a una reforma de las Fuerzas Armadas indonesias, pero si esa cooperación se centra en la lucha contra el terrorismo, causará más daño que beneficios, advirtió.
Daley arguyó que Washington trata de ampliar la gama de cooperación con las Fuerzas Armadas indonesias, y que eso incluye prepararlas mejor para afrontar disturbios internos y protestas civiles.
Es preciso ser realista y reconocer que Yakarta debe emplear medios militares para afrontar cuestiones de seguridad interna, una situación que no es desconocida para el propio gobierno estaounidense, sostuvo.
Los 16 millones de dólares de asistencia permitirán que las fuerzas de seguridad estén entrenadas para manejar problemas sin apelar a violencia indiscriminada, mediante unidades bajo adecuado mando y control, aseguró.
Ese dinero no se destinará en forma directa a unidades tácticas, para que compren bayonetas, armas que disparan balas de goma o causan choques eléctricos, ni otras cosas por el estilo, sino a tareas de mando y control, movilización y entrenamiento, indicó.
Ningún esfuerzo de la imaginación permite comparar eso con una amplia y prolongada reanudación de la relación militar, que exige más progresos en la reforma de las Fuerzas Armadas, añadió.
Es muy pronto para reanudar la asistencia militar directa a Indonesia, y la iniciativa de Bush envía una señal muy inconveniente acerca del involucramiento militar en asuntos de seguridad interna, opinó Sidney Jones, representante en Yakarta de la organización de expertos Grupo Internacional de Crisis.
Mejor entrenamiento militar no alterará la básica ausencia de voluntad política de controlar a las milicias, sancionar a soldados que cometen abusos, poner fin a la corrupción militar o implementar reformas prometidas durante años, afirmó esa organización en un informe sobre Indonesia.
La Enmienda Leahy es la única herramienta disponible para presionar al gobierno indonesio, sostuvo Jones. (FIN/IPS/tra- eng/ts/ral/mp/ip hd/02