El presidente de Estados Unidos George W. Bush, efectuó esta semana drásticos cambios en su política exterior, pero no está claro si se trata sólo de medidas para tranquilizar al Congreso y a sus aliados europeos.
Bush envió al director de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) George Tenet a Medio Oriente para que reasumiera el papel que había cumplido durante el último tramo del gobierno de Bill Clinton como mediador entre israelíes y palestinos en los aspectos de seguridad.
Luego, el secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld —contrario a ampliar la participación estadounidense en las operaciones de mantenimiento de la paz en los Balcanes— fue encargado de asegurar a los dirigentes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que Washington no abandonará Bosnia- Herzegovina ni la provincia yugoslava de Kosovo.
Bush también firmó la conclusión de un informe de la Academia Nacional de Ciencias, de que el planeta se está calentando casi seguramente como resultado de la emisión de gases de efecto invernadero, y prometió que tomaría «muy seriamente» el caso del cambio climático.
Así mismo, anunció que buscará el diálogo bilateral con Corea del Norte sobre cuestiones de seguridad, cuatro meses después de contradecir públicamente al presidente surcoreano Kim Dae Jung y a su propio secretario de Estado, Colin Powell, al descartar esas mismas conversaciones.
Todos estos cambios señalan un abandono del fuerte unilateralismo que alarmó a la Unión Europea (UE) y a buena parte del resto del mundo en los primeros meses del gobierno de Bush.
Las decisiones también son una victoria del secretario Powell, proclive a una mayor cooperación con Europa y a la continuidad de la política exterior del gobierno de Clinton, contra las posturas más derechistas, encabezadas por el secretario de Defensa Rumsfeld y por el vicepresidente Dick Chenney.
Pero cabe preguntarse qué hay detrás de estas decisiones políticas. Es decir, si se trata realmente de un cambio de rumbo o solo de maniobras tácticas destinadas a tranquilizar a Europa ante el primer viaje del presidente a ese continente, la semana próxima, y al Senado, bajo control del Partido Demócrata tras la defección del republicano James Jeffords.
Las respuestas no están claras, en parte porque el gobierno ha sido incapaz de explicar cómo pretende llevar adelante los cambios anunciados.
Si bien Bush aparece persuadido de la veracidad del recalentamiento de la Tierra y de sus peligros, el gobierno dice que necesitará varios meses para diseñar una alternativa al Protocolo de Kyoto (que regula la emisión internacional de gases de efecto invernadero), al que aparentemente no quiere volver.
A fines de marzo, Washington informó que abandonaba su participación en el Protocolo de Kyoto, adoptado en la Tercera Conferencia de las Partes de la Convención sobre Cambio Climático (Kyoto, 1997) y que exige a Estados Unidos una drática diminución de sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Bush tratará el caso del cambio climático el próximo jueves con los jefes de estado de la UE, y el 16 de julio se reanudará en Bonn, Alemania, la reunión de implementación del Protocolo, que fracasó el año pasado en La Haya.
Como se opone a conceder carácter obligatorio al Protocolo, Washington tendrá poco que decir en las próximas negociaciones, más allá de proponer una reducción voluntaria de gases o el uso del mecanismo de venta de derechos de emisisón de carbono, impulsado por Bush.
Esto representa un punto muerto para los negociadores europeos, que ya habían postergado las definiciones en espera de la definición presidencial en Estados Unidos, y ahora deberán programar una nueva ronda, pero sin la seguridad de tener una propuesta seria de Washington.
Por otra parte, la decisión de comprometer a Corea del Norte en un diálogo despierta igualmente interrogantes.
Si bien Powell afirmó el jueves en que el diálogo no tendría precondiciones, Estados Unidos insiste en apoyar el desarrollo armamentístico convencional de Corea del Sur a lo largo de la zona fronteriza desmilitarizada, lo que podría ser un gran obstáculo para que Corea del Norte acepte cualquier acuerdo.
Funcionarios de Clinton que habían avanzado hacia un convenio para detener la fabricación de misiles de largo alcance en Corea del Norte, advirtieron que no se sumarán nuevos asuntos a la agenda ya negociada.
Powell dijo que esperaba reanudar el diálogo a bajo nivel, entre los diplomáticos acreditados en la ONU (Organización de Naciones Unidas), lo cual lleva a preguntarse por la seriedad con que Estados Unidos encara el diálogo.
La última ronda de negociaciones entre los dos países se realizó en Pyongyang, y la entonces secretaria de Estado Madeleinte Albright se entrevistó con el presidente norcoreano Kim Jong II.
No sorprende, por tanto, que el gobierno surcoreano de Kim Dae Jung mostrase reserva ante los anuncios de Bush. El embajador de Corea del Sur en Estados Unidos, Han Seung Soo, se vio limitado a decir públicamente, ante el propio Powell, que esperaba que las conversaciones fueran «muy significativas».
La mayoría de los observadores en Washington creen que la decisión de enviar nuevamente a la CIA a mediar entre israelíes y palestinos —participación que Bush había querido evitar— se debe a la falta de opciones del gobierno ante la creciente espiral de violencia en la región y a los reiterados reclamos de sus aliados en la zona.
El compromiso europeo con Medio Oriente va en aumento y la UE contribuye a mantener un cese del fuego entre israelíes y palestinos, tras la matanza causada la semana pasada por una bomba a las puertas de una discoteca de Tel Aviv.
Pero el hecho de que todas estas medidas parezcan tomadas, en el mejor de los casos, de mala gana, señala las contradicciones del gobierno de Bush.
Por ejemplo, la administración dice que entiende la gravedad del recalentamiento global, pero su política energética promoverá en los próximos 10 años un incremento de 35 por ciento en la emisión nacional de gases, según advirtió Phil Clapp, presidente del National Environmental Trust.
El Protocolo de Kyoto procura la reducción de casi 25 por ciento de los niveles actuales de gases invernadero.
Finalmente, el gobierno insiste en que realizará amplias consultas con sus aliados europeos antes de implementar su sistema nacional de defensa con misiles.
Pero el jueves, el secretario de Defensa Rumsfeld dijo ante la OTAN que Washington espera tener desplegado un sistema rudimentario para fines de 2004, una decisión que puede significar la violación del Tratado de Misiles Antibalísticos en vigor. (FIN/IPS/tra-en/jl/aa/dc/ip/01