Los candidatos a la Presidencia de Perú están concentrados en exponer sus programas contra la pobreza y el desempleo para atraer a los indecisos, un tercio de los 11 millones de ciudadanos convocados para las elecciones del 8 de abril.
En los últimos cuatro años, el porcentaje de la población peruana en situación de pobreza aumentó de 48 a 54, y el de los que se encuentran en condición de extrema pobreza de 14 a 17.
La expansión de la pobreza y el incremento del desempleo fueron los principales fracasos en materia social del ex presidente Alberto Fujimori, destituido en noviembre acusado de corrupción e incapacidad moral, tres meses después del comienzo de un tercer periodo consecutivo de gobierno.
Fujimori gobernó 10 años desde 1990. En 1991 había logrado revertir la hiperinflación que encontró al asumir el mando. En los siguientes siete años logró un crecimiento del producto de cuatro por ciento promedio anual, pero en el último tramo de su mandato la economía cayó en una honda recesión.
La persistencia de la pobreza y el desempleo fueron encaradas por Fujimori con programas de distribución de alimentos a través de comedores populares, en los cuales, según cifras oficiales, se gastó más de 5.200 millones de dólares.
Un estudio de la Universidad del Pacifico efectuado a finales de 1999 reveló que Fujimori fracasó en su objetivo de reducir la pobreza extrema a 10 por ciento, como prometió en 1992, y que el inadecuado manejo de los programas de apoyo social dejaron fuera de los mecanismos de ayuda a un millón de pobres.
El estudio reveló excesiva concentración en áreas urbanas, y que los programas de ayuda alimentaria fueron aprovechados en muchos casos por sectores medios, ajenos a los niveles de pobreza y extrema pobreza.
«Fujimori promovió un crecimiento que no generó empleo, con cifras buenas en términos macroeconómicos y estadísticos pero desastrosas a nivel de microeconomía. La recesión final liquidó empresas y acentuó la desocupación», describió el economista Eleodoro Jiménez.
«La desocupación y la corrupción política son ahora los temas predominantes en el ánimo del electorado. El descubrimiento de la corrupción provocó un impacto coyuntural, pero la desocupación es una preocupación permanente, que responde a una situación estructural», dijo, por su parte, el sociólogo Hector Béjar.
«El fracaso de la política económica neoliberal de Fujimori agravó los históricamente altos niveles del desempleo y de subempleo en Perú, que en conjunto bordeaban 48 por ciento y ahora ascienden a 51 por ciento», señaló Bejar, del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación.
«Como consecuencia, cinco de cada 10 peruanos son pobres, es decir que carecen de recursos adecuados y suficientes para vivir, y dos de ellos llegan a la indigencia y no les alcanza para comer», explicó el experto.
En ese escenario social se produce una contienda electoral para elegir al sucesor de Fujimori.
Los discursos de los dos candidatos con mayores posibilidades, el economista Alejandro Toledo y la abogada Lourdes Flores, se mantienen dentro del modelo puesto en práctica por Fujimori al prometer un estímulo a la creación de empleos mediante el incremento de las inversiones privadas.
Toledo, ex asesor del Banco Mundial, promete optimizar la ayuda social del Estado, aumentar los sueldos de los empleados públicos y generar mayor demanda de mano de obra mediante la reactivación de la producción y la exportación.
«Si no hay mercado interno suficiente, hay que buscarlo afuera, especialmente para el sector agropecuario y agroindustrial», e «impulsar el sector de la construcción, sectores que generan rápida demanda de mano de obra», sostuvo.
Flores, dirigente del Partido Popular Cristiano, dijo adherirse al concepto de la economía social de mercado, propone aumentar la oferta de empleos mediante la promoción de la pequeña empresa y apoyar los esfuerzos de autoempleo de los técnicos y profesionales.
Un aspecto de su propuesta electoral consiste en convertir a los clubes de madres y comedores populares en pequeñas empresas proveedoras de servicios y bienes artesanales, pues «no solo hay que seguir repartiendo pescado, sino también enseñando a pescar», afirmó.
El tercero, el ex presidente Alan García, líder del socialdemócrata Partido Aprista, no rompe frontalmente con la economía de mercado pero asigna un papel más activo al Estado y ofrece defender el consumo popular mediante un control de tarifas de servicios.
«El mercado es fuerza positiva, aunque comete abusos y no cubre todo. Los espacios en blanco que deja el mercado deben obligar al Estado a actuar, especialmente para compensar los abusos», sostiene García.
El ex presidente se comprometió a reactivar la economía mediante la reducción de las tasas de interés bancario para abaratar los costos de producción y estimular el consumo, mediante subsidios directos al consumo de los sectores populares.
Este esquema, puesto en práctica por su gobierno (1985-1990), tuvo como resultado una inflación de 7.000 por ciento anual.
Pero Garciía aseguró ahora haber aprendido la lección y prometió que si sale elegido respetará el equilibrio fiscal y monetario, «para que no se desboque la economía».
«Estoy dispuesto a designar ministros de Economía que sean férreos, que no se dejen subordinar por el presidente, y que contrapesen el énfasis en la justicia social que mantendremos permanentemente», precisó.(FIN/IPS/al/mj/ip if/01