Ciento cincuenta científicos preocupados por la degradación de los océanos reclamaron el establecimiento inmediato de nuevas áreas de reserva, en las que se prohíba toda captura, para repoblar los mares.
La iniciativa refleja la preocupación por la decoloración de los corales, los cambios genéticos de las especies, el florecimiento de algas tóxicas y el colapso de los bancos de pesca son síntomas de complejas y profundas alteraciones en la salud de los ecosistemas marinos.
«La degradación de los océanos y el colapso de los bancos de pesca determinan la urgente necesidad de una nueva y mejor forma de administrar la biodiversidad marina, las poblaciones de especies explotadas y la salud general de los océanos», afirmaron los 150 científicos en una declaración.
«Las reservas marinas son una herramienta muy eficaz para aliviar muchos de estos problemas», agrega el texto divulgado este mes, en el marco de una conferencia de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia en San Francisco, California.
Menos de uno por ciento de los océanos del mundo están hoy protegidos en reservas. En una reserva, el ecosistema y la biodiversidad se preservan mediante prohibiciones de pesca y con medidas que impiden la remoción o perturbación de los recursos marinos.
De todos modos, los científicos afirman que las escasas reservas marinas existentes demostraron ser herramientas muy útiles para restaurar la salud del océano.
«Las reservas marinas funcionan y lo hacen en muy corto plazo», dijo Jane Lubchenco, profesora de la Universidad Estatal de Oregon, copresidenta de un grupo internacional de científicos que estudian estas áreas desde 1997.
«Ya no se trata de preguntarse si debemos crear áreas completamente protegidas en el océano sino dónde establecerlas», agregó.
En ocasiones las reservas marinas son denominadas «reservas ecológicas» o «áreas de no extracción». Difieren de otras áreas marinas protegidas en que no se permite ninguna actividad extractiva.
Robert Warner, científico de la Universidad de California en Santa Bárbara que estudia las reservas marinas, dijo que la densidad promedio de la especímenes aumentaba 91 por ciento en esas áreas apenas uno o dos años después de creadas. «Los resultados son sorprendentes y constantes», dijo Warner.
La biomasa aumentó 192 por ciento y el tamaño promedio de los organismos 31 por ciento, mientras que la diversidad de especies también creció 23 por ciento, agregó.
El tamaño y la abundancia de las especies explotadas también aumenta en las áreas adyacentes a las reservas, señaló Callum Roberts, científico marino de la Universidad de Harvard.
Las reservas marinas difieren de los parques terrestres en que sirven también como criaderos naturales, al recuperarse los niveles de población también en las aguas circundantes debido a la dispersión de larvas más allá de sus límites.
La mayoría de las especies marinas se movilizan en el agua como larvas o esporas, llevadas por las mareas y las corrientes. La dispersión en un radio de 20 a 50 kilómetros es muy frecuente, y en algunos casos las corrientes la permiten en 500 a 1.000 kilómetros a la redonda, afirman los científicos.
Los pescadores generalmente se oponen con firmeza a la creación de reservas marinas, pero terminan apoyándolas cuando advierten que la reserva aumenta el tamaño y la abundancia de peces en áreas circundantes, señaló Lubchenco.
«Los pescadores pueden perder acceso a algunas áreas, pero cosechan beneficios fuera de las reservas. En Nueva Zelanda, por ejemplo, tras una violenta oposición inicial, los pescadores se convirtieron en defensores de las reservas porque la población de lutiánidos se multiplicó por 40», dijo Roberts.
En 1994 se delimitaron en el golfo de Maine, Estados Unidos, tres áreas que sumaban 17.000 kilómetros cuadrados en que se prohibió toda pesca. En un periodo de cinco años, la densidad de su población multiplicó por entre nueve y 14 en las áreas cerradas, agregó el científico.
«Los pescadores se mantuvieron en los límites de las áreas cerradas, donde se beneficiaron de una pesca mayor», dijo Roberts.
Steve Palumbi, otro científico marino de la Universidad de Harvard, dijo que las reservas marinas deberían establecerse para maximizar el efecto de la dispersión y ayudar a repoblar el océano fuera del área protegida.
«Las redes de reservas marinas bien diseñadas son la clave», afirmó.
Según Palumbi, los científicos pueden determinar el alcance, espacio y tamaño óptimo de las reservas valiéndose de los nuevos conocimientos sobre los patrones de dispersión de las larvas.
Una red de reservas marinas totalmente protegidas y vinculadas a través de la dispersión de las larvas y las corrientes, en lugar de reservas aisladas, probablemente logrará alcanzar grandes beneficios, afirmó. (FIN/IPS/tra-en/dk/at/ego/mj/en/01