La detención de varias personas que trataban de llevar al exterior arañas, mariposas y serpientes reveló la dimensión alarmante a la que llegó el tráfico biológico en Brasil.
El ministro de Medio Ambiente, José Sarney, decidió impulsar una actuación conjunta con la Empresa Brasileña de Correos, la administradora de aeropuertos y la Policía Federal, que controla las fronteras, para reprimir esa actividad.
La participación de los correos en el convenio es vital, porque se descubrió que en las cajas usadas para entrega rápida de pequeñas cargas viaja gran cantidad de pequeños animales vivos, en general con sedativos para sobrevivir y no denunciarse.
Sólo el tráfico ilegal de animales representa en el país un negocio de mil millones de dólares al año, estima el experto Dener Giovaninni, que dirige una organización no gubernamental especializada en combatir el delito.
Internet contribuye a facilitar e intensificar los negocios internacionales con animales silvestres y material genético en general, así como la eficacia y rapidez de los correos.
Para su combate debe recurrirse a tácticas usadas contra el narcotráfico, como perros entrenados a olfatear los pequeños seres vivos, recomendó Giovaninni.
La preocupación con el biotráfico se acentuó después de la captura por el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA) de 90 arañas "cangrejeras", una variedad grande y peluda, a principios de este mes en el aeropuerto de Recife, una gran ciudad del noreste del país.
Keila Marinho las llevaba en un bolso de mano, dentro de cajas, con destino a Suiza. Luego de ser detenida, reveló el nombre del ciudadano suizo que le pagaría ocho dólares por cada araña transportada desde Santarém, en la región amazónica.
La llamada "biopiratera" ofrece elevadas ganancias, porque algunas especies poco comunes alcanzan precios de hasta 10.000 dólares en los países ricos, según un informe del IBAMA, divulgado por el diario O Estado de Sao Paulo.
A los cazadores de animales e insectos de Santarém y alrededores, los traficantes pagan algunos pocos dólares por esas especies tan caras en el exterior.
Además, el negocio ilegal no ofrece tantos riesgos. Keila Marinho estuvo detenida sólo unas horas, como seis ciudadanos alemanes y cinco holandeses que fueron sorprendidos con peces ornamentales y vegetales que se aprestaban a contrabandear. Todos pudieron regresar a sus hogares pagando una pequeña fianza.
Pero esa es sólo una parte del tráfico, que llama la atención por su carácter abiertamente ilegal y la consecuente represión policial.
Brasil deja salir otra gran cantidad de su biodiversidad con una capa legal, los convenios científicos, denunció William Guimaraes Gama, analista de ciencias del Instituto Nacional de Pesquisas de Amazonia (INPA).
Proyectos de investigación encubren la remesa indebida de material genético en volumen injustificable y sin control. Y no se puede acusar de robo a los extranjeros, porque es Brasil que les ofrece "biorregalos", según Gama.
Su denuncia se basa en su tesis de maestría, en que analisó el Proyecto de Dinámica Biológica de Fragmentos Forestales, que ya se prolonga por 20 años en la Amazonia brasileña, financiado últimamente por la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos.
El proyecto, en convenio con el INPA, permitió centenares de envíos de semillas, insectos, animales y material botánico, autorizados por las autoridades brasileñas pero sin registro de su destino y utilización.
La rica diversidad biológica "es así regalada, sin ninguna contrapartida o beneficio para el país", lamentó Gama, apuntando especialmente los convenios para realización de inventarios de la fauna y flora amazónicas como excelentes coberturas para el tráfico.
El escaso desarrollo de la investigación científica nacional es responsable también por esa situación, reconoció el analista.
Brasil necesita valorar más su biodiversidad y aprender a negociar mejor los convenios, porque "no hay ayuda desinteresada" tampoco en esa área de las relaciones internacionales, concluyó Gama. (FIN/IPS/mo/ag/en/99
