Un grupo de científicos y estudiantes argentinos, con salarios entre 400 y 1.500 dólares al mes, fueron protagonistas de un notable diseño genético que logró eliminar completamente el tumor de piel en ratones de laboratorio.
Encabezado por el biológo Osvaldo Podhajcer, el equipo consiguió suprimir la producción de una proteína (sparc) asociada a tumores malignos muy invasivos como el melanoma, mediante la modificación del gen que genera esa proteína.
"Hasta ahora se había logrado frenar la multiplicación de las células cancerígenas, pero es la primera vez que se obtiene un rechazo total del tumor a través de una terapia genética", dijo a IPS Podhajcer.
El uso terapéutico del gen fue patentado por una empresa británica, fundaciones privadas argentinas y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Ningún laboratorio local se interesó por proteger el hallazgo por medio de su patentamiento.
"Necesitabamos unos 10.000 dólares para iniciar los trámites de patentamiento y pagar honorarios de abogados", relató Podhajcer.
Interesada en la investigación, la compañia británica cuyo nombre se mantiene en reserva a solicitud de los investigadores, puso a disposición de los argentinos letrados y dinero.
El hallazgo fue publicado por la prestigiosa revista estadounidense Nature Medicine. El artículo había sido enviado en junio y, a pedido de los editores, se enviaron ampliaciones en octubre hasta que fue aprobado a fines de 1996.
Podhajcer reveló que luego de la publicación descubrieron que el tumor desaparece porque el roedor monta una respuesta inmunológica que se activa a partir de la incorporación del gen modificado que frena la producción de Sparc.
Los editores de la revista lo destacaron como un "excitante" descubrimiento para tratar el cáncer de piel, que también podría ser terapéutico para tumores de hígado, mamas, recto y pulmón.
En la experiencia, células tumorales de melanoma inyectadas a los ratones redujeron su capacidad de invadir células sanas (metástasis) y en muchos casos desaparecieron del organismo de los roedores en apenas una semana.
Ahora los estudiosos esperan conseguir fondos para nuevos desarrollos que permitan solicitar el inicio de ensayos clínicos en seres humanos en poco más de un año, calculan.
Para ello necesitan hallar el mejor vector -que podría ser un virus al que se le extrajeron los genes que lo hacen patógeno o la misma célula tumoral combinada con el gen modificado- para que el gen terapéutico sea transferido a las células cancerosas.
Pero en Argentina, otra vez, no encontraron candidatos para financiar la continuidad del proyecto entre las empresas privadas.
Podhajcer ya recorrió sin éxito diversos laboratorios argentinos en busca de socios que aporten entre 70.000 y 100.000 dólares.
Los investigadores comenzaron a trabajar en el proyecto hace tres años en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar. Algunos reciben salarios o becas del Conicet y otros de fundaciones privadas.
La primera autora del trabajo, Fernanda Ledda, recibe 650 dólares mensuales como beca del Conicet. Como profesora no mejora mucho sus ingresos.
"Escriba en su artículo que como jefa de trabajos prácticos en la Universidad de Buenos Aires gano 90 dólares por mes", dijo a IPS Ledda, de 29 años.
La segunda autora, Soraya Agris, una estudiante de ciencias biológicas de 25 años, cobra 450 dólares mensuales de la privada Fundación Sales.
Otros tres científicos de Campomar y dos argentinos de otras instituciones acompañaron el proyecto, uno desde el Instituto de Reumatología Kennedy de Londres.
Los montos que cobran Ledda y Agris llegan a la mitad del presupuesto que requiere una familia para subsistir. Ese mínimo fue fijado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos en 1.000 pesos (igual a dólares).
Los salarios que perciben las investigadoras sólo se puede equiparar al de un empleo doméstico o al que obtiene un obrero de la construcción no calificado.
Podhajcer, director del equipo, es el que más gana. Como investigador a tiempo completo del Conicet, el cientfico de 42 años gana 1.500 dólares mensuales por su trabajo en la Fundación Campomar.
En Argentina, el presupuesto dedicado a la investigación científica y tecnológica es de 0,2 por ciento del producto interno bruto, un porcentaje que se multiplica por cuatro en Brasil.
Muchos de los investigadores migran a países de mayor desarrollo en busca de mejorar su formación académica y aumentar sus ingresos. Pero luego de algunos años vuelven a intentarlo en Argentina, como es el caso de Podhajcer.
"Me doctoré aquí y después hice un master en Israel. Trabajé en Gran Bretaña y en Francia comencé con estos estudios. Pero quise volver, por mi familia, mis hijas. Quería que se criaran aquí, aunque ahora ellas quieren irse a estudiar al extranjero", se lamentó el investigador. (FIN/IPS/mv/ag/sc/97