Muchos activistas del mundo industrializado ignoran los daños ambientales y las muertes humanas que genera en Africa austral la prohibición mundial del comercio de marfil, según autoridades y expertos de la región.
La protesta de bienintencionados conservacionistas ha sido decisiva para que la Convención sobre Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES) continúe protegiendo a decenas de miles de saludables elefantes que depredan los campos y poblados de Botswana, Malawi, Namibia y Zimbabwe.
El mantenimiento de esta especie en la lista de la CITES se ha convertido en un conflicto más entre el Norte industrializado y el Sur en desarrollo. Mientras unos defienden la vida de los majestuosos elefantes, otros sufren las consecuencias en carne propia.
"La CITES es respaldada por grupos fundamentalistas que defienden los derechos de los animales, fundamentalmente de Estados Unidos", explicó Tawona Tawengwa, portavoz del Programa de Manejo de Areas Comunales y Recursos Indígenas de Zimbabwe.
Estos activistas "se placen de venir aquí a sacar fotos a los elefantes, sin darse cuenta del daño que ocasionan al ambiente y a la población", agregó Tawengwa, cuyo grupo procura la explotación sostenible de los recursos naturales del país.
"Los elefantes arremeten contra las chozas y matan a la gente. En una sola comuna, 11 personas murieron en ataques de animales salvajes, varias de ellas pisoteadas por elefantes", dijo.
Algunas comunidades de Botswana advirtieron a las autoridades que, si no se adoptan medidas para reducir la población de elefantes, solucionarán el problema en sus propias manos.
De acuerdo con la CITES, aprobado en 1973, el comercio de marfil y pieles de elefante está prohibido desde 1989. Esto perjudicó en lo económico a países como Botswana, Malawi, Namibia y Zimbabwe y, según los opositores a la norma, provocó perjuicios ambientales.
Los 63.000 elefantes que pueblan Zimbabwe y los 9.000 de Namibia son más del doble de lo que pueden soportar sus territorios, según expertos. Los 90.000 de Botswana, en tanto, triplican la población que podrían manejar las autoridades.
Lo que más irrita a los críticos de la CITES en Africa austral es que la mayoría de los países que respaldan la norma tienen muy pocos o ningún elefante en sus territorios.
Senegal, por ejemplo, es uno de los más entusiastas defensores del mantenimiento de la prohibición, pero allí viven apenas 11 elefantes, según Emmanuel Koro, de la no gubernamental Environment 2000, de Zimbabwe.
"No es justo que los países cuyos únicos elefantes están en zoológicos nos digan cómo administrar nuestra vida silvestre. Nuestros elefantes nunca corrieron riesgo de extinción y no hay ninguna razón lógica por la que se nos deba impedir la venta de marfil", dijo Tawengwa.
"Además de la amenaza de desastre ecológico y destrucción que suponen los elefantes, el mantenimiento de las existencias de marfil es muy costoso. Si no se lo almacena en condiciones ideales, se degenera y se quiebra como un cristal", añadió.
Jon Hutton, del Fondo de Recursos Africanos de Zimbabwe, sostuvo que muchos gobiernos a cuyos países la prohibición no los perjudica ni los beneficia "consideran políticamente conveniente ceder a los reclamos de los activistas para ganar votos verdes baratos".
Sin embargo, agregó, esos mismos gobiernos "no hacen nada para resolver problemas reales, como la contaminación en sus propios territorios".
"Esto no se trata, simplemente, de un combate contra los traficantes de animales salvajes. Se trata, más bien, de un caso de sometimiento de países en desarrollo a la voluntad del mundo industrializado", opinó Hutton.
El CITES es hoy un punto de conflicto entre Norte y Sur, pues los países industrializados y otros que procuran sus favores se atribuyen la potestad de restringir la comercialización de recursos de naciones en desarrollo pero no se hacen responsables de los costos, según el experto.
Los países de Africa austral han perdido mucho dinero a causa de la prohibición y ha afectado directa e indirectamente el ambiente de la región.
Hasta la fecha de su imposición, por ejemplo, el comercio de marfil y cuero de elefantes constituía 28 por ciento del presupuesto anual del Departamento de Administración de Parques Nacionales y Vida Salvaje de Zimbabwe.
Este país, que pierde por lo menos cuatro millones de dólares por año por estas restricciones, planteó ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) un reclamo de 50 millones de dólares en compensación por la pérdida de mercados para su marfil.
Japón pretende comprar todas las existencias de marfil de Botswana, Malawi, Namibia y Zimbabwe, pero no podrá hacerlo debido a la CITES, cuyos principales defensores son Estados Unidos y algunos países europeos.
Estos cuatro países gestionarán en la convención de países signatarios de la CITES, que se celebrará en junio en Zimbabwe, el pasaje de los elefantes del apéndice uno de la convención al apéndice dos.
La primera lista integra a las especies consideradas en peligro, y su comercio internacional está totalmente prohibido excepto casos específicos, como la venta de especímenes vivos a zoológicos.
La segunda nómina incluye a los animales que están bajo control pero no corren riesgo de extinción, y el comercio, en este caso, se permite bajo estrictas regulaciones.
Los cuatro países afectados propondrán "una modalidad completamente nueva de comercio de marfil, con existencias registradas, de origen conocido, y prohibición de reexportación", según un documento oficial del gobierno de Namibia.
"Todos los ingresos que genere este comercio se emplearán en la conservación de los elefantes y las comunidades, así como en la asistencia a programas de desarrollo y sociedades de defensa animal", según la iniciativa.
Un panel de expertos que visitó Zimbabwe en 1992 recomendó el pasaje de los elefantes del apéndice uno del CITES al dos, pero las gestiones posteriores fracasaron.
"En Occidente creen que la asignación de valor comercial a una especie alienta a la gente a cazar animales, y eso no es verdad", sostuvo Robert Monro, secretario general del Fondo de Recursos Africanos.
Monro recordó que el cocodrilo del Nilo pasó del apéndice uno al dos a pesar de que corría riesgo de extinción.
"Pero cuando se permitió el comercio regulado, la población creció. Ahora hay demasiados. Si se asigna un valor a los animales, quienes los exploten los protegerán para mantener los beneficios", explicó.
El experto afirmó que "ninguna especie conocida se ha extinguido jamás a causa del comercio". (FIN/IPS/tra- en/lm/kb/mj/en/97