La violencia de género se reconfigura en América Latina

Una joven lleva un cartel en la mano alertando sobre los feminicidios, la mayor expresión de violencia de género, durante una manifestación en Lima contra este flagelo. En América Latina y el Caribe ha costado la vida a casi 20 000 mujeres en los últimos cinco años, según los datos oficiales, que se considera que padecen un subregistro. Imagen: Mariela Jara / IPS

LIMA – “La violencia causa mucho daño a las mujeres, a las familias, nos deja con traumas y no nos deja avanzar”, confió a IPS Haydé Flores, una campesina quechua del municipio de San Salvador en la región surandina de Cusco, en Perú.

Ella es parte de la población femenina afectada por la violencia de género en los países América Latina y el Caribe, donde una de cada tres mujeres de 15 años a más ha padecido algún maltrato físico o sexual, según un estudio publicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en noviembre.

En la región habitan más de 336 millones de mujeres, lo que da cuenta del alcance de esta grave vulneración de derechos humanos que, a decir de la OPS, desciende muy poco y amenaza la meta 2 del 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el referido a la igualdad de género, que se enfoca en la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres.

“En los últimos 30 años logramos que los Estados de nuestros países reconozcan diversas formas de violencia, se las sacara del ámbito privado y se vean como lo que son, una vulneración de nuestros derechos”, afirmó la mexicana Guadalupe Ramos, la nueva coordinadora del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem), que articula a organizaciones de 15 países.

En declaraciones a IPS durante el seminario internacional “A 30 años de Beijing: feminismos, fuerza transformadora”, realizado en Lima entre el 25 al 27 de noviembre, Ramos destacó el logro de que los Estados asuman la responsabilidad de atender, prevenir, sancionar y erradicar las violencias contra las mujeres en el marco de la Convención de Belem do Pará, el tratado interamericano de derechos humanos dedicado a la violencia de género y único de su naturaleza en el mundo.

“Hemos notado que no les basta con privar de la vida a las mujeres, sino que han escalado en la forma en que las matan. Es tremendo el grado de ensañamiento y crueldad sobre sus cuerpos, que son ‘basurizados’, por llamarlo de un modo que refleje el desprecio hacia ellos”: Guadalupe Ramos.

Pese a avances conseguidos en las últimas tres décadas en materia normativa y jurídica desde la IV Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en la capital china en 1995, Ramos, abogada feminista mexicana de 63 años y académica de la mexicana Universidad de Guadalajara, alertó que es evidente que las violencias se reconfiguran y adquieren nuevas caras y formas como la violencia digital.

Justamente el lema de Naciones Unidas este año para el 25 de noviembre, que dio inicio a los 16 días de activismo para para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es “Únete para poner fin a la violencia digital contra las mujeres y las niñas”, con el objetivo de movilizar la acción de los Estados y las sociedades para garantizar la seguridad del espacio digital ante los crecientes hechos de acoso y chantaje contra las adolescentes especialmente.

Activistas se movilizan frente al Palacio de Justicia de Perú, en la ciudad de Lima, durante la marcha organizada por colectivos feministas por el Día Internacional de Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, el 25 de noviembre. Imagen: Mariela Jara / IPS

Niñas y adolescentes bajo amenaza

Karla Rocio Cheng de 27 años, coordinadora de la división en Guatemala de la Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos (RedLac), contó que para contrarrestar la violencia machista se mantiene en contacto permanente con organizaciones y colectivos juveniles de su país, para actual contra esa violencia.

Destacó que en particular los espacios digitales, el foco de los 16 días de activismo de este año, no son ciento por ciento seguros para nadie, pero son especialmente peligrosos para las niñas y las adolescentes, quienes son un grupo de población que más consume el internet.

“La violencia es simbólica y explícita, va desde el hecho de generar odio hacia los cuerpos que no responden a los cánones tradicionales, hasta los casos de sexting (envíos de mensajes de contenido sexual) derivan en chantajes y acosos”, declaró a IPS en  Lima.

Explicó que al estar internet plagado de mensajes e imágenes que no toman en cuenta la diversidad de cuerpos, culturas y razas, afecta la autoestima de adolescentes y jóvenes que pueden subir un video y recibir mucho odio.

“Si yo misma que soy consciente de la estructura machista de la sociedad no he podido evitar comparar esos cuerpos entre comillas perfectos con el mío y sentirme mal, imagina cómo se siente una adolescente que todavía no ha iniciado un proceso de reconocimiento y cuestionamiento a las discriminaciones de género”, reflexionó.

Trabajadora social de profesión, Cheng manifestó que la autoestima y salud mental quedan melladas. “Desde la red Lac trabajamos promoviendo la ciberseguridad en el uso de las redes sociales porque no se les puede quitar el acceso a internet a las adolescentes, es el algoritmo lo que hay que cambiar”, propuso.

Guadalupe Ramos, abogada feminista, académica de la mexicana Universidad de Guadalajara y la nueva coordinadora del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres, que articula a organizaciones de 15 países. Ella cuestionó en Lima la débil acción, cuando no inacción, de los Estados regionales contra la violencia de género. Imagen: Mariela Jara / IPS

La crueldad en ascenso

Ramos llamó la atención sobre uno de los problemas más graves en la región, el feminicidio, es decir, el asesinato de mujeres por su condición de género.

“Vengo sistematizando el feminicidio desde 1997 a la fecha y lo que hemos notado es que (a los feminicidas) no les basta con privar de la vida a las mujeres, sino que han escalado en la forma en que las matan. Es tremendo el grado de ensañamiento y crueldad sobre sus cuerpos, que son ‘basurizados’, por llamarlo de un modo que refleje el desprecio hacia ellos”, dijo.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó en noviembre, en su boletín “Violencia feminicida en cifras, América Latina y el Caribe”,  que en la región se producen cada día 11 muertes violentas de mujeres por razón de su género.

El estudio reporta que en 2024 se produjeron 3828 feminicidios, siendo mayor el número en 17 países latinoamericano (3814) y bastante menos (14) en nueve naciones caribeñas.

Se estimó que el acumulado en los últimos cinco años llegó a los 19 254 feminicidios. Fueron considerados en el estudio 26 países, entre ellos y  por orden alfabético:  Antigua y Barbuda, Argentina, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Suriname y Uruguay.

“La violencia contra las mujeres se da porque hay una estructura y un sistema que lo genera, tolera y reproduce, pero la respuesta de los Estados no son de la misma envergadura,  ese es el quid del asunto, porque mientras se piense que con una campaña u otras medidas aisladas es suficiente, no se atacarán las causas de este grave problema que nos cuesta la vida de miles de mujeres”, sostuvo Ramos.

Hizo un llamado a las organizaciones de mujeres y de sociedad civil de la región a exigir a los Estados, aun en el actual contexto de regresión de derechos que se vive en varios países como Perú, Chile, El Salvador, Guatemala, entre otros, medidas que se vinculen a procesos transformadores de las condiciones que propician la violencia de género.

Junto con los feminicidios, las desapariciones de mujeres es uno de los problemas más acuciantes en relación a la violencia de género en los países latinoamericanos. En la imagen, la madre de una mujer desaparecida en Perú participa en la movilización en Lima contra la violencia de género, el 25 de noviembre. Imagen: Mariela Jara / IPS

Me hice lideresa y superé la violencia

La quechua Flores, de la comunidad campesina de Umachurco, en el municipio de San Salvador, en la región peruana de Cusco, todavía recuerda cuando a los 15 años fue forzada a casarse con un hombre mayor, con el que hoy es el padre de sus dos hijas de 12 y ocho años.

“Yo no sé lo que es el enamoramiento, por habladurías de una vecina que decía que estaba embarazada de un hombre 15 años mayor, mi papá me hizo casar con él. Mucho sufrí entonces, cinco años de sufrimiento he vivido. Con las capacitaciones que recibí me pude formar como líder, y eso me ayudó a salir adelante”, relató a IPS desde su comunidad.

Flores tiene ahora 29 años y es parte de las rondas campesinas de su comunidad, desde donde realiza acciones de prevención y atención de la violencia contra las mujeres. Lamentó que tenga mucha incidencia y lo atribuyó a la dependencia económica de la mayoría de ellas por falta de oportunidades.

“Hay mucho machismo en mi comunidad, somos como 120 familias y todavía está como una mala hierba allí sembrado, pero como hacemos en mi chacra (finca productiva), eso se puede sacar y sembrar buena semilla, para eso trabajo con mucha dedicación, porque no quiero que mis hijas repitan nada de lo que yo viví”, afirmó.

Flores es en la actualidad una lideresa reconocida, que ha denunciado a maltratadores y acompañado a mujeres en su proceso de recuperación. Ella sigue viviendo con su esposo y sus dos hijas y explicó que con el tiempo pudo sanar sus penas y lograr una convivencia pacífica.

“Por eso hay que conocer nuestros derechos para que no te obliguen a nada que no deseas hacer, que te haga daño”, sentenció.

ED: EG

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