La reanudación de ensayos de EEUU desataría amenazas de otras potencias nucleares

Una prueba nuclear realizada en una isla de la Polinesia Francesa en 1971. Imagen: TPCEN

NACIONES UNIDAS – El anuncio del presidente Donald Trump de reanudar los ensayos nucleares, efectuado a fines de octubre, reaviva las pesadillas de una época pasada en la que el personal militar y la población civil se vieron expuestos a devastadoras lluvias radiactivas.

En las cinco décadas transcurridas entre 1945 y la apertura a la firma del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCEN) en 1996, se llevaron a cabo más de 2000 ensayos nucleares en todo el mundo. Estados Unidos realizó 1032 ensayos entre 1945 y 1992.

Según los informes y estudios publicados, fueron principalmente militares los que participaron en los ensayos con armas nucleares de Estados Unidos. El gobierno estadounidense ocultó inicialmente información sobre los efectos de la radiación, lo que provocó problemas de salud a muchos veteranos.

Y no fue hasta 1996 cuando el legislativo Congreso derogó la Ley de Radiación Nuclear y Acuerdos de Secreto, lo que permitió a los veteranos hablar de sus experiencias sin temor a ser acusados de traición.

Aunque en 1998 no se aprobó un proyecto de ley de indemnización, el gobierno ha pedido perdón a los supervivientes y a sus familias.

Algunos civiles estuvieron expuestos a la lluvia radiactiva de las primeras pruebas nucleares, como la prueba Trinity en Nuevo México. Y al igual que los veteranos atómicos, estos civiles también sufrieron efectos a largo plazo en su salud debido a su exposición a la radiación, según los informes.

M.V. Ramana, catedrático Simons de Desarme, Seguridad Global y Humana y director pro tempore de la Escuela de Política Pública y Asuntos Globales de la Universidad de Columbia Británica, en la ciudad canadiense de Vancouver, destacó a IPS que no se sabe exactamente qué tipo de pruebas nucleares podrían llevarse a cabo.

Aunque Estados Unidos no ha ratificado el TPCEN, en 1963 firmó y ratificó el «Tratado por el que se prohíben los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, en el espacio ultraterrestre y bajo el agua», conocido comúnmente como Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares.

Desde entonces, señaló Ramana, todas sus pruebas nucleares se han realizado bajo tierra. Hay dos tipos de peligros medioambientales asociados a las pruebas nucleares subterráneas. El primero es que la contaminación radiactiva puede escapar a la atmósfera, ya sea en el momento de la explosión o de forma más gradual durante las actividades rutinarias posteriores al ensayo.

«Más de la mitad de todas los ensayos realizados en el centro de pruebas de Nevada han provocado la liberación de radiactividad a la atmósfera. El segundo es que la radiactividad que queda bajo tierra se filtra a lo largo de un largo período de tiempo hacia las aguas subterráneas o hacia la superficie», afirmó.

En 1999, añadió, los científicos detectaron plutonio a 1,3 kilómetros de distancia de una prueba de armas nucleares realizada en 1968 en el estado de Nevada. Además de estos peligros medioambientales, el mayor peligro es que, si Estados Unidos reanuda sus pruebas con armas nucleares, otros países seguirían su ejemplo.

«Ya hemos visto llamamientos para prepararse para reanudar las pruebas por parte de halcones de otros países, como la India», detalló Ramana.

Hace décadas, señaló, cuando el gobierno de Washington planificaba realizar pruebas con armas nucleares en el atolón de Bikini, parte de Islas Marshall, en el Pacífico, la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad aseguró: «Lo que debería vaporizarse no es un acorazado obsoleto, sino todo el proceso de fabricación de la bomba atómica».

«Esa declaración sigue siendo relevante. Deberíamos eliminar la capacidad de fabricar y utilizar armas nucleares, en lugar de perfeccionar la capacidad de llevar a cabo asesinatos en masa», afirmó Ramana.

Mientras tanto, en las cinco décadas transcurridas entre 1945 y la apertura a la firma del TPCEN en 1996, se llevaron a cabo más de 2000 ensayos nucleares en todo el mundo.

• Estados Unidos realizó 1032 ensayos entre 1945 y 1992.

• La entonces Unión Soviética llevó a cabo 715 ensayos entre 1949 y 1990.

• El Reino Unido llevó a cabo 45 ensayos entre 1952 y 1991.

• Francia llevó a cabo 210 ensayos entre 1960 y 1996.

• China llevó a cabo 45 pruebas entre 1964 y 1996.

• India llevó a cabo una prueba en 1974.

Natalie Goldring, representante del Instituto Acrónimo ante las Naciones Unidas, dijo a IPS que la amenaza del presidente Trump de reanudar los ensayos nucleares estadounidenses es notablemente miope y peligrosa, incluso para sus estándares impulsivos y temerarios.

«El presidente Trump parece estar partiendo de la suposición errónea de que el gobierno estadounidense siempre tiene la última palabra en política exterior», consideró.

Por ello, a su juicio, «intenta llevar a cabo la política exterior mediante declaraciones, en lugar de dedicarse al arduo trabajo de la elaboración de políticas y la diplomacia, o incluso de garantizar que sus acciones sean legales».

En el caso de los ensayos nucleares, aparentemente está asumiendo que el gobierno estadounidense puede decidir unilateralmente reanudarlos sin provocar las mismas acciones por parte de otros países, afirmó.

Los defensores del desarrollo permanente de armas nucleares y de los ensayos con armas nucleares afirman que los ensayos preservan la fiabilidad del arsenal y envían un mensaje de fuerza de Estados Unidos a sus posibles adversarios.

«Pero Estados Unidos ya cuenta con un sólido programa de ensayos para garantizar la fiabilidad de sus armas nucleares», recordó Goldring.

Por esa realidad, añadió, «en lugar de demostrar su fuerza, el regreso de Estados Unidos a los ensayos con armas nucleares podría servir de justificación para que otros Estados con armas nucleares, actuales o potenciales, hicieran lo mismo».

«En efecto, podría ser una profecía autocumplida», sentenció.

Como aseguró William Broad en The New York Times, parte del reto de interpretar la declaración del presidente Trump sobre los ensayos nucleares es que no está claro qué quiere decir.

¿Se refiere a ensayos a gran escala y supercríticos, o está hablando de ensayos que producen una explosión extremadamente pequeña, como los ensayos hidronucleares?, se preguntó.

En cualquier caso, el gobierno de Estados Unidos estaría rompiendo la moratoria de los ensayos que ha respetado desde 1992, señaló.

«Los ensayos nucleares tienen ramificaciones y costes en muchos ámbitos, incluidos el humano, el político, el económico, el medioambiental, el militar y el jurídico. Los Estados con armas nucleares tienden a centrarse en los aspectos militares y políticos que perciben de estas armas», advirtió Broad.

Goldring acotó, que además, esas potencias nucleares «con frecuencia ignoran los profundos costes humanos, económicos y medioambientales para quienes eran soldados o civiles en los lugares de ensayo o cerca de ellos, o en las zonas circundantes».

Además, recordó, «se ha prestado poca atención o financiación a los supervivientes o a la limpieza de las tierras contaminadas por los ensayos nucleares».

En lugar de reanudar los ensayos nucleares, esos fondos podrían utilizarse para ayudar a remediar los efectos de los ensayos anteriores, incluida la reducción de algunos de los costes humanos y medioambientales.

En lugar de amenazar con reanudar los ensayos nucleares y arriesgarse a que otros países con armas nucleares sigan nuestro peligroso ejemplo, el presidente Trump podría tomar medidas más constructivas.

Un ejemplo inmediato es que el último acuerdo de control de armas nucleares entre  Estados Unidos y Rusia, el Nuevo Start, expira a principios del próximo año.

Este acuerdo limitaba el número de armas nucleares desplegadas tanto por Estados Unidos como por Rusia y contenía disposiciones de verificación útiles que probablemente no continuarán cuando expire el acuerdo.

«Probablemente sea demasiado tarde para negociar incluso un simple acuerdo de continuación, pero Estados Unidos y Rusia aún podrían comprometerse a mantener los límites del Nuevo Start», dijo Goldring.

Si el presidente Trump realmente quiere ser el pacificador que dice ser, podría comprometer a Estados Unidos con el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN).

El TPAN es una renuncia integral a los programas de armas nucleares; los Estados se comprometen a no desarrollar, probar, producir, adquirir, poseer, almacenar, utilizar o amenazar con utilizar armas nucleares.

«En lugar de dar un paso atrás, como propone el presidente Trump, debemos avanzar», insistió Goldring.

Recordó que en 1946, Albert Einstein, el creador de la bomba atómica, escribió: «El poder desatado del átomo lo ha cambiado todo, salvo nuestra forma de pensar, y por ello nos encaminamos hacia una catástrofe sin precedentes».

El TPCEN ofrece una salida a esta difícil situación. «Las pruebas perpetuarán y agravarán los costes humanos, medioambientales y económicos, entre otros», sentenció.

 

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