Cuba busca formas de revivir su industria cinematográfica pese a la crisis

Exterior de la sala de Cine Charles Chaplin durante la 46 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana. El certamen cinematográfico se ha realizado pese a la crisis eléctrica que afronta Cuba actualmente. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

LA HABANA – En medio de la crisis eléctrica de Cuba, con apagones diarios, anticipados o no, transcurre en la capital la edición 46 del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, donde han confluido miles de espectadores, decenas de debates culturales y una vieja aspiración de resucitar la industria cinematográfica de esta nación caribeña.

El 4 de diciembre, una vez restablecido el suministro de energía tras un apagón masivo en la víspera que dejó sin luz el occidente de Cuba, quedó inaugurado el certamen cinematográfico, aunque la generación de electricidad todavía era inestable e insuficiente, en un país con un déficit que sobrepasa la mitad de la demanda.

La dirección del festival, que concluye el domingo 14, destinó generadores eléctricos de respaldo para las principales salas de cine utilizadas en el certamen, pero aun así no ha podido evitar que varios cortes impidieran la proyección de algunas películas, provocando reajustes en la cartelera.

“Si pusieron plantas (generadores), deberían ser más confiables. Al menos, si se quiere ofrecer una buena experiencia, pero ya me he perdido más de dos películas entre los apagones y la rotura del proyector en el cine Acapulco (ocurrió el lunes 8)”, dijo a IPS Mario García, un informático habanero.

“El cine actualmente no puede resolverse con la cuestión de la taquilla”: Yasmany Castro.

No obstante, según Lilian Morales, directora del sector Industria del festival, el mayor desafío económico para concretar en Cuba un festival de cine con adecuados estándares de calidad, no recae tanto en los gastos para soluciones ante la crisis eléctrica o para logística, publicidad u otros –que siguen siendo altos–, sino en mantener operativas las salas de cine.

“Si el festival no tiene una red de (salas de) cines, no sirve de nada. La que tenemos cuesta cara, porque, además, son salas que ya en ninguna parte del mundo existen: demasiado grandes, con una tipología de los años 40 o 50 (y hasta más de 1000 butacas), por lo que los proyectores necesarios son de alta potencia”, dijo a IPS.

En las redes sociales, muchos cubanos critican la ejecución de un evento tan demandante en medio de las finanzas paupérrimas del país, mientras que otros la celebran por el poder de convocatoria, el fomento de la cultura o, simplemente, porque “mata” el aburrimiento.

Otros pocos, en cambio, ven en este festival, fundado en 1979, una oportunidad de conseguir apoyo o financiamiento para completar sus propios filmes inacabados, o encaminar guiones que, de no existir el certamen, quizás quedarían engavetados para siempre.

Realizadores audiovisuales presentan sus proyectos en el Mercado Latinoamericano de Cine (Mecla) Isla, abierta durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana. La reinauguración de Mecla ofrece oportunidades a realizadores cubanos y latinoamericanos de financiar sus películas. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Oportunidades de hacer cine

“Industria del cine en Cuba, no hay. El problema del cine es que es un pensamiento que se codifica a partir de la visualidad y el sonido, y donde intervienen muchas personas y especialidades. Eso lleva su tiempo”, dijo a IPS Yasmany Castro, realizador cubano de 33 años.

Castro fue de quienes presentaron su proyecto –de un documental, en su caso– en el Mercado de Cine Latinoamericano (Mecla) Isla Abierta, entre el 7 y el 11 de diciembre, espacio que el festival retomó en la presente edición tras décadas inactivo, con el objetivo de incentivar el intercambio entre creadores y productoras audiovisuales, algunas de estas, procedentes de Rusia, China, Indonesia, Namibia y otros países.

“La idea es poder tener un espacio propio para poder desde aquí irradiar hacia otros lugares y también atraer otros mercados audiovisuales, no solamente con la intención de comercializar cine, sino de atraer coproducciones a Cuba, y que Cuba vuelva a ser un destino fílmico en la región como ya lo fuimos”, dijo Morales,

La función de Mecla es “totalmente comercial”; y ofrece la posibilidad de realizar negocios entre empresas audiovisuales o incluso que los realizadores atraigan financiamientos para sus proyectos, los cuales podrían ser distribuidos, al concluirse, en mercados extranjeros, agregó la directora de Industria, cuyo departamento gestiona esta iniciativa.

“Queremos recuperar esa alianza entre Cuba y México que existió en la época de oro del cine mexicano. Unir la creatividad entre los países de Latinoamérica, hacer coproducciones, nos beneficia porque nuestras historias serían mejores”, dijo Rigoberto Veloz, director del mexicano Festival Internacional de Cine Tequila, de Jalisco.

Desde finales de la década de 1980 hasta la caída del campo socialista en 1991, Mecla existió con ese mismo nombre y el propósito de “hacer llegar el cine cubano hacia todo el circuito de países” del campo socialista.

En ese contexto, la crisis económica que brotó en Cuba en la década de 1990 deprimió la producción cinematográfica, entonces en manos del Estado.

Después, con el apoyo de estudios y mercados extranjeros, empezaron a proliferar filmes fuera de esa industria estatal, una alternativa que ha ido creciendo y volviéndose inevitable ante el declive de los presupuestos dedicados al cine.

En 2019, cineastas, técnicos y realizadores del séptimo arte en Cuba pudieron alcanzar un estatus legal y obtener licencias de rodaje, poseer cuentas bancarias, aplicar a fondos de financiamientos del exterior, entre otros derechos y responsabilidades, con la publicación del Decreto-Ley 373 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente.

A esa norma se acogieron miles de creadores y se crearon decenas de productoras audiovisuales privadas, que luchan hoy por subsistir pese a la casi inexistencia en Cuba de fondos públicos de promoción de cine nacional y que las salas de cine, todas de propiedad estatal y con precios bajos topados, no sirven para recaudar en taquilla el coste de un filme.

Según Castro, el centralismo histórico del cine cubano, subvencionado siempre por el Estado –y en ocasiones, censurado–, ha creado un estado de dependencia que, al desplomarse el sistema económico en la isla, también colapsó la industria.

Hoy esa industria desea y debe renovarse y atemperarse a los tiempos actuales, así como a nuevos paradigmas del mercado cinematográfico.

“El cine actualmente no puede resolverse con la cuestión de la taquilla”, se refirió Castro al debate sobre si subir o no el precio de la entrada a las salas de cine para solventar mejor los gastos en la producción.

“Ni aquí, ni afuera”, añadió.

Cartel promocional del Mercado Latinoamericano de Cine, (Mecla) Isla abierta durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana. La conformación de una industria cinematográfica nacional depende también de cómo se inserten los filmes cubanos en mercados internacionales. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

El desafío de una industria cinematográfica nacional

“El problema de la taquilla es que tú tienes que tener un distribuidor primero que mueva por todos los cines la película, que la venda”, dijo a IPS el cubano Luis Tejera, director de Aracne Digital Cinema, empresa española dedicada a posproducción digital y restauración cinematográfica.

Pero llegar a la taquilla en ese país ibérico es bastante complicado, y muchas veces las películas mueren y no se recupera el dinero nunca, además de que las distribuidoras cobran muchísimo por insertarlas en el mercado, agregó Tejera.

En Argentina, por ejemplo, sucede algo muy parecido: es complicado estrenar en las salas de cine, competir con una industria hollywoodense que se traga la taquilla y no hay certeza de que el público asista, dijo a IPS Miranda Ciriano, productora en Boogieman Media, empresa argentina de diseño y comunicación centrada en la industria del entretenimiento.

El éxito en taquilla tampoco es tan determinante como antes. La “ganancia” yace también en vender la película a televisoras o plataformas de streaming (en directo), pero no es tan sencillo. Normalmente, películas de cines nacionales no tan internacionalizados, deben ganarse antes el reconocimiento en festivales del mundillo.

“Lo que produce las películas al estar en festivales, es el famoso prestigio. Eso forma parte inclusive del mundo de la distribución”, dijo a IPS Sofía Riso, coordinadora de La Burbuja Sonido, empresa de posproducción argentina, especializada en arreglos de sonido.

Por su parte, Federico Feuring, agente de ventas de Tauro Digital, otra empresa argentina de posproducción de sonido, planteó a IPS que, para evitar que queden desamparados proyectos cinematográficos nacionales por culpa de las lógicas comerciales, siempre es positivo cierto apoyo del Estado, pero tampoco una intervención total.

Es una lógica que ha desaparecido en Argentina con el gobierno del ultraderechista Javier Milei, quien eliminó muchos subsidios para el fomento del cine, y que ha limitado la diversidad de autores y visiones en el cine de esa nación suramericana, según coincidieron los entrevistados de ese país.

Ellos, junto a Tejera, son cuatro de los seis miembros del jurado de los premios de posproducción del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, cuyas empresas, sumando a la mexicana Estudios Churubusco, patrocinan con un total de más de 60 000 dólares, capitalizados mediante la edición de imagen, sonido, marketing y otros servicios de posproducción.

La experiencia de países como Argentina y España, con industrias cinematográficas mucho más consolidadas, todavía parece lejana de la realidad cubana, que tiene redes de distribución irrentables en el territorio nacional, y sin casi acceso a plataformas internacionales.

Sin embargo, según Tejera, el mayor problema de la producción de cine en Cuba es, meramente, la financiación.

“El cine pasa a un segundo plano. Si no hay luz u otras cosas básicas, ¿crees que con un país así se va a invertir en cine? ¿Si tiene otros problemas gigantescos que tiene que solucionar?”, opinó.

Pero que no se incentive la producción y el consumo de cine cubano no solo es un golpe a la cultura del país, sino también es renunciar a una industria que puede ofrecer entretenimiento, empleos y, por qué no, grandes ingresos.

ED: EG

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