Frío o calor: la disputada hoja de ruta para salir de los fósiles atraviesa la COP30

Entrada al Hangar Centro de Convenciones de la Amazonia, en la nororiental ciudad brasileña de Belém. La cumbre climática, que comenzó el 10 de noviembre y debe concluir el viernes 21, debate intensamente temas como la salida de los combustibles fósiles y metas de adaptación. Imagen: Emilio Godoy / IPS

BELÉM – El calor que reina en el Hangar Centro de Convenciones y Ferias de la Amazonia de la nororiental ciudad brasileña de Belém ha llegado a las salas de negociación de la cumbre climática. Durante las últimas 72 horas ocurre una de las discusiones más delicadas y trascendentes de este encuentro climático: el camino para abandonar progresivamente la producción y uso de carbón, gas y petróleo.

En las últimas horas, una coalición global de países ricos y en desarrollo, encabezada por Colombia, ha redoblado la apuesta por una hoja de ruta de salida de los fósiles, mientras los grandes países productores lo resisten.

“El plan debe tener compromisos diferenciados, eliminación de subsidios a los combustibles fósiles, la reforma al sistema financiero internacional, porque el pago de la deuda externa nos castiga”, explicó a IPS la ministra colombiana de Ambiente, Irene Vélez, sobre la forma que debe adoptar la ansiada hoja de ruta.

Para la funcionaria, la 30 Conferencia de las Partes (COP30) sobre cambio climático de las Naciones Unidas debe dejar como resultado una hoja de ruta. “La gente se moviliza en demanda de acción climática, tenemos que comenzar ya”, manifestó.

En Belém, puerta de entrada a la mayor selva del planeta, ya no solo se trata de reducir emisiones, sino de transformar la base del sistema energético y así adquirir una urgencia moral, política y científica. Lo que inicialmente sería la “COP de la Amazonia” ha mutado en la “COP del final de la era fósil”, pero la hoja de ruta para lograrlo es una moneda al aire.

Dos años después de que el mundo acordara en la COP28, celebrada en 2023 en Dubái, alejarse de los fósiles, Belém es el momento de la verdad y del cual depende en buena medida el esfuerzo por mantener el calentamiento global bajo el límite de 1,5 ° grados centígrados, la meta considerada vital para evitar efectos devastadores e inevitables sobre ecosistemas y la vida humana.

Entonces, la discusión de las 197 partes que integran la convención climática de las Naciones Unidas ha pasado del “qué” al “cómo” y, especialmente, al “cuándo”, preguntas que han convertido las posibles coordenadas en un laberinto geopolítico.

“El plan debe tener compromisos diferenciados, eliminación de subsidios a los combustibles fósiles, la reforma al sistema financiero internacional, porque el pago de la deuda externa nos castiga”: Irene Vélez.

En ese tenor, una coalición de más de 80 países emergió el martes 18 para empujar la hoja de ruta y entre los que figuran Colombia, Chile, Guatemala y Panamá, entre los países latinoamericanos.

Un desafío para los impulsores de la hoja de ruta radica en que el tema no forma parte explícitamente de la agenda principal, un recurso que la presidencia brasileña de la COP30 podría esgrimir para zafar la responsabilidad en el tema.

El tema aparece entre el menú temático de la COP30, que arrancó el día 10 y cuya conclusión está programada para el 21, y que incluye entre sus objetivos oficiales el aprobar la Meta Global de Adaptación al cambio climático y fondos suficientes para esa adaptación.

A esta cumbre climática asisten unas 40 000 personas, entre ellas representantes gubernamentales, de organismos multilaterales, la academia y organizaciones de la sociedad civil.

Concurre también una inusitada presencia indígena, unos 900 delegados de los pueblos originarios, atraídos por el llamado ancestral de la Amazonia, símbolo del menú de soluciones a la catástrofe climática y víctima paralelamente de sus causas.

Y también están presentes y muy activos en Belém unos 1600 cabilderos o lobistas de la industria de los hidrocarburos, 12 % más que en la COP de 2024, según la coalición internacional Expulsar a los Grandes Contaminadores.

El clamor desde la sociedad civil demanda una estructura institucional con gobernanza, criterios claros, objetivos medibles y mecanismos de justicia.

“La hoja de ruta se ha vuelto un tema difícil de ignorar, ya está en el centro de estas negociaciones, y ningún país lo puede ignorar. El alcance del apoyo es sorprendente, con países ricos y pobres, productores y no productores, señalando que un acuerdo está al caer”, dijo a IPS Antonio Hill, asesor de Transiciones Justas del no gubernamental e internacional Instituto para la Gobernanza de los Recursos Naturales.

Activistas protestan este miércoles 19 contra la explotación de combustibles fósiles en la entrada de la sede de la cumbre climática de Belém, en el amazónico noreste de Brasil. Imagen:
Emilio Godoy / IPS

Emponzoñado

El empuje para la hoja de ruta parte del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, impulsado por organizaciones de la sociedad civil, adoptado con ímpetu por Colombia y que cuenta hasta ahora con el respaldo de 18 naciones, pero ningún país productor de hidrocarburos latinoamericano, como Argentina, Brasil, Ecuador, México o Venezuela.

Colombia, pese a ser también un productor y exportador de fósiles, ha presentado su “Hoja de ruta para una transición energética justa”, con la que busca reemplazar los ingresos del carbón y el petróleo con inversiones en turismo y energías renovables.

Los escenarios del Plan Nacional de Energía 2022-2052 de Colombia estiman reducciones a largo plazo en la producción de combustibles fósiles. El país anunció 14 500 millones de dólares para la transición energética a formas de producción energética menos contaminantes.

“La hoja de ruta se ha vuelto un tema difícil de ignorar, ya está en el centro de estas negociaciones, y ningún país lo puede ignorar. El alcance del apoyo es sorprendente, con países ricos y pobres, productores y no productores, señalando que un acuerdo está al caer”: Antonio Hill.

Pero para el resto de la región persiste la dualidad entre mantener la apuesta fósil y fomentar energías renovables.

Un exponente de esa dualidad es el propio país anfitrión de la COP30, Brasil. Mientras el presidente del país anfitrión de la COP, Luiz Inácio Lula da Silva, y su ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, Marina Silva, han insistido en la necesidad del abandono a fósiles, el gobierno impulsa planes expansivos de extracción de petróleo y gas.

De hecho, el grupo petrolero estatal Petrobras recibió solo semanas antes de la apertura de la COP30 un permiso de exploración de petróleo en el Atlántico, a apenas kilómetros de la desembocadura del río Amazonas.

Pero Lula y su equipo se comprometieron a que esta cumbre en plena Amazonia sería «la COP de la verdad» y «la COP de la implementación» y el tema de los fósiles se ha atravesado en las negociaciones a las que este miércoles 19 llegó Lula para dar un empuje a las negociaciones y los resultados.

En sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, en inglés), el conjunto de políticas de mitigación y adaptación que los países deben presentar para cumplir con el Acuerdo de París de cambio climático firmado en 2015 en la COP21, Argentina, Brasil, México o Chile eluden la mención a un abandono ordenado de los fósiles.

Simplemente, argumentan que no pueden soltar la liana vieja antes de sujetar la nueva. Esta postura implica también una arista delicada, pues naciones como Ecuador dependen de los ingresos por la explotación de hidrocarburos.

Por ello, el Sur global ha insistido en su demanda de financiamiento por parte de las naciones ricas, por su contribución al desastre climático con la explotación fósil desde el siglo XVII.

El resultado de las políticas presentadas es alarmante: si bien muchos países han aumentado sus metas de reducción de emisiones en el papel, carecen de detalles hacia el abandono de la producción. La única hoja de ruta existente es la extractiva en crecimiento.

De hecho, el Balance Mundial del proceso del Acuerdo de París, emanado de la COP28, demandó a los países medidas para avanzar hacia una era sin fósiles.

El argumento es inequivoco: diferentes cálculos indican que los fósiles contribuyen con 86 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, los causantes del recalentamiento planetario.

Pero un punto clave es por dónde empezar. Para la indígena uitoto Fanny Kuiru Castro, nueva coordinadora general de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, que agrupa a los más de 350 pueblos originarios de los ocho países que comparten el bioma, el punto de partida debe ser precisamente regiones en riesgo como la Amazonia.

“Es una prioridad. Si no hay una buena señal de qué hay que ir de manera gradual, significa que la cumbre falla y no quiere adoptar ese compromiso. Van a pasar otros 30 años de discursos”, dijo a IPS en alusión a esa cantidad de cumbres sin resultados contundentes.

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En la Amazonia, los bloques petroleros amenazan 31 millones de hectáreas o 12 % de la superficie total, la minería, 9,8 millones, y las concesiones madereras, 2,4 millones.

Y en esa dirección surge un obstáculo mayor: cómo financiar la salida. La hoja de ruta tiene un vínculo directo con los objetivos financieros dirigidos hacia el Sur global, con una demanda de financiamiento de 1,2 billones de dólares para la acción climática a partir de 2035.

“¿Puede la COP entregar el respaldo financiero que los países necesitan para reinventar sus economías a tiempo para garantizar un desarrollo justo e inclusivo?”, cuestionó Hill.

La atmósfera en Belém es de una gravedad distinta a las de Dubái o Bakú, donde hace un año se celebró la COP29. La hoja de ruta hacia un mundo libre de humo sigue siendo un mapa borroso, dibujado a mano alzada sobre un terreno que se calienta demasiado rápido.

En Belém, la humanidad decide si frena pausadamente o si acelerando, con el aire acondicionado encendido y el tanque lleno.

ED: EG

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