En COP30 fracasa la misión indígena: reconciliar humanidad y naturaleza

Indígenas marchan en la ciudad amazónica de Belém durante la COP30 para reclamar sus derechos a la tierra y al protagonismo en la lucha climática. Imagen: Hermes Caruzo / COP30

RÍO DE JANEIRO – La exuberancia de la Amazonia y la masiva participación indígena no fueron suficientes para reconciliar la humanidad con la naturaleza en la 30 Conferencia de las Partes (COP30) de la convención climática mundial en la ciudad de Belém, en el norte amazónico de Brasil.

No se logró aprobar como era lo esperado una hoja de ruta para la reducción de los combustibles fósiles. Las 29 resoluciones de la COP30 ni siquiera mencionan ese factor clave de la crisis climática, responsable de cerca de 68 % de los gases del efecto invernadero, según las Naciones Unidas.

Hubo decisiones positivas, como triplicar el financiamiento de la adaptación al cambio climático hasta 2035, indicadores para monitorear esa adaptación, la creación futura de un mecanismo institucional para promover una transición climática justa y medidas como un acelerador global de implementación para apoyar los países en el cumplimiento de sus metas.

“Como titulares de derechos y actores fundamentales de la acción climática necesitamos acceso oportuno a la información, participación directa en los espacios de negociación, reconocimiento de nuestras estructuras propias de gobernanza, y la incorporación generalizada de negociadores indígenas en las delegaciones oficiales”: Declaración de los Pueblos Indígenas de la Amazonia.

Pero “soñábamos con muchos resultados más”, admitió la ministra brasileña de Medio Ambiente, Marina Silva, aplaudida durante varios minutos en su discurso de clausura el sábado 22, en que reconoció que la cumbre tuvo «avances modestos».

Un “paso relevante” fue reconocer la importancia de los pueblos indígenas y tradicional en la lucha climática, destacó.

“Pero la COP termina sin que los gobiernos del mundo, que tanto insisten en defender que este es un proceso liderado por las Partes de la Convención, dieran muestra de falta de ambición e incluso, interés, por el llamado a la acción urgente”, señaló la “Declaración de los Pueblos Indígenas de la Amazonia en respuesta a los resultados de la COP30”.

La ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil, Marina Silva, emocionada en la plenaria conclusiva de la COP30, el 22 de noviembre, cuando admitió «avances modestos» en la cumbre y la necesidad de seguir en la lucha climática. Imagen: Ueslei Marcelino / COP30

La demanda de protagonismo

“La respuesta somos nosotros” es la consigna con que las nueve afiliadas a la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) concluyen el balance de la conferencia que tuvo lugar en Belém, del 10 al 22 de noviembre, prorrogada por un día en un intento frustrado de ampliar los consensos.

La Coica articula asociaciones de los ocho países que comparten el bioma amazónico, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela, además del territorio de la Guayana Francesa. Afirma representar 511 pueblos indígenas, entre ellos 66 Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial (Piaci).

El balance empieza por saludar el reconocimiento de los derechos territoriales de los indígenas en el documento más político de la COP30, pero lamenta su insuficiencia en asegurar la protección, incluso por la ausencia del tema en “la parte operativa” de las resoluciones.

También saluda el Fondo de Bosques Tropicales para Siempre (TFFF, en inglés), una iniciativa brasileña que ya captó 6700 millones de dólares en aportes gubernamentales, por destinar 20 % de las utilidades a los pueblos indígenas.

Pero considera esa remuneración “desproporcionadamente pequeña frente al papel que cumplimos en la protección de los bosques”. Además, quieren a sus tierras “libres de petróleo, gas, minería y monocultivos, especialmente los territorios Piaci”.

Avances insatisfactorios identifican los indígenas amazónicos en varios temas discutidos en la COP30. En el financiamiento climático reclaman acceso directo, tanto para mitigación como la adaptación a los cambios.

Es que reclaman un protagonismo imposible en el mundo como está institucionalizado actualmente. Querían, por ejemplo, la copresidencia de la COP30, además de la participación propia y directa en las negociaciones.

Indígenas brasileñas celebran la demarcación de cuatro territorios indígenas por parte del gobierno, en el marco de la COP30. Otras áreas fueron identificadas como indígenas en el proceso de demarcación, luego de algunos años de derechos indígenas bloqueados por un gobierno de extrema derecha. Imagen: Ueslei Marcelino / COP30

Participación, no solo presencia

Las nueve organizaciones amazónicas agradecieron los gobiernos de Brasil, Colombia y Panamá por incluir indígenas en sus delegaciones oficiales en la COP30.

La organización de la conferencia acreditó a más de 900 representantes indígenas de todo el mundo, con acceso a la Zona Azul, donde tuvieron lugar las negociaciones y eventos oficiales, según uno de los lideres brasileño, Kleber Karipuna.

Otros 3500 estuvieron acampados en la llamada Aldea COP30, en un campamento en Belém, participaron en varias manifestaciones por la demarcación de territorios indígenas y mayor participación en las decisiones.

En una de ellas, indígenas y activistas sociales forzaron la entrada en la Zona Azul, la noche del 11 de noviembre, con actos de violencia contenidos por agentes de seguridad. Protestaban contra su exclusión de las negociaciones.

El trasfondo es la convicción de que el mundo institucional “no reconoce nuestro papel fundamental en la mitigación y adaptación al cambio climático”, como sostiene la declaración de la Coica. “La presencia no es participación plena y efectiva”, constatan los indígenas amazónicos.

“Como titulares de derechos y actores fundamentales de la acción climática necesitamos acceso oportuno a la información, participación directa en los espacios de negociación, reconocimiento de nuestras estructuras propias de gobernanza, y la incorporación generalizada de negociadores indígenas en las delegaciones oficiales”, demandan en su declaración.

Se quejan de que la presidencia brasileña de la COP30 no les aseguró “un diálogo sustantivo y continuo” ni se hizo eco de sus prioridades y propuestas, como había propuesto antes de que comenzase la cumbre el día 10 y que se cerró el sábado 22, un día después de lo pautado para sacar adelante el limitado paquete de acuerdos.

Reunión plenaria conclusiva de la COP30, el 22 de noviembre, en que los indígenas no lograron su objetivo de participar con voz propia dentro de las negociaciones. Imagen: Rafa Neddermeyer / COP30

Más que guardianes

No se trata solo de demarcar los territorios indígenas, reconocidos como los que mejor protegen la naturaleza contra la deforestación, los incendios y otros formas de destrucción, como la extracción ilegal de madera y minerales.

Durante la COP30 el gobierno brasileño homologó cuatro tierras indígenas (como se llaman los resguardos en Brasil), declaró como indígenas otras diez áreas y avanzó en los pasos iniciales de la demarcación de otras 24 áreas.

Atendió así al reclamo de los pueblos originarios por la aceleración en el proceso de demarcación. Brasil tiene 535 tierras indígenas demarcadas y 289 en distintas etapas del proceso de demarcación, según el Instituto Socioambiental, que tiene una amplia base de datos sobre el tema.

La población indígena, según el censo de 2022, se limita a 1,7 millones de personas, 0,8 % de los 213 millones de habitantes de Brasil.

Esas cifras resultan del genocidio sufrido por la población originaria, tal como ocurrió en todo el mundo, donde suman entre 370 millones y 500 millones distribuidos en 90 países, según las Naciones Unidas.

En América Latina había cerca de 45 millones de indígenas en 2010, correspondiente a solo 8,3 % de la población total. Ese porcentaje alcanza 62,2 % en Bolivia, 41 % en Guatemala, 24 % en Perú y 15,1 % en México, países donde más sobrevivieron al genocidio colonial, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Pese a la ínfima minoría disfrutan de una fuerte legitimidad en las cuestiones ambientales y climáticas, por su convivencia con la naturaleza, generalmente en armonía.

El casi exterminio que sufrieron en muchos países, como Brasil y Estados Unidos, acompañó la destrucción de la naturaleza, en la guerra impuesta por la expansión económica y de la civilización occidental hacia el oeste, en el caso de los dos países.

Pueblos originarios, a los que se sumaron las comunidades tradicionales, y la naturaleza sufrieron el mismo proceso exterminador. “Salvajes” y la selva eran obstáculos al progreso económico.

Un vuelco en esa marcha ocurrió en la segunda mitad del siglo XX, con la puesta en marcha de la vigencia de los derechos humanos, de la diversidad en todas las dimensiones y del ambientalismo, acentuado luego por la emergencia climática.

Ahora que la humanidad trata de reconciliarse con la naturaleza en rebelión, los indígenas aparecen como los mediadores. La simple presencia en las COP en un papel simbólico o como guardianes de los bosques es insuficiente, quieren participar en las decisiones.

Puede leer aquí la cobertura de IPS sobre la COP30.

“Persiste una falta de comprensión entre sistemas de conocimiento indígena y conocimientos tradicionales, conceptos distintos y con implicancias distintas, incluso jurídicas”, advierten las organizaciones indígenas amazónicas.

“Los sistemas de conocimiento indígena incluyen nuestra relación con el territorio, las tierras y las aguas, nuestra gobernanza y espiritualidad, y todo ello resulta en la conservación de nuestros territorios y en nuestra resiliencia, por lo que deben ser reconocidos en su totalidad, no fragmentados ni reducidos a un componente técnico de adaptación”, concluyen.

En la Amazonia, los indígenas hicieron más que conservación, ya que “domesticaron” los bosques en muchos sitios, con fertilización del suelo reflejada en la llamada tierra negra y mayor productividad vegetal, apunta un grupo de investigadores del brasileño Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia en un artículo que revisa varios estudios recientes.

Esos estudios concluyen que la Amazonia tuvo probablemente una población que ascendía a 10 millones de indígenas cuando llegaron los colonizadores, el triple o cuádruplo de la población rural actual. Uno de los investigadores cree que posiblemente alcanzaron 20 millones, basado en las transformaciones que promovieron en el paisaje amazónico.

ED: EG

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