KABUL – Tras volver al poder en Afganistán, los talibanes prohibieron la educación de las niñas a partir del sexto grado. Los grupos de derechos humanos afirman que esta política es uno de los principales factores que impulsan el aumento de los matrimonios infantiles y forzados de niñas afganas.
Zarghona, de 42 años, madre viuda de cuatro hijos, afirma que le quitaron a sus tres hijas menores de edad y las casaron a la fuerza con antiguos compañeros de clase. Tras el cierre de las escuelas y universidades para niñas, sus tres hijas, que aspiraban a ser enfermeras y comadronas, se vieron privadas de educación y confinadas en su hogar.
«Para evitar que mis hijas se deprimieran, las envié a una madrasa (escuela religiosa) cerca de nuestra casa, siguiendo el consejo de los vecinos», explica Zarghona. Recibieron educación religiosa durante un año, pero las cosas pronto empezaron a cambiar.
Recordó que «un día, una mujer vino a nuestra casa con el pretexto de alquilar una habitación y, a partir de entonces, sus visitas se hicieron más frecuentes. Poco a poco me di cuenta de que tenía en el punto de mira a mis hijas».
Después un reclutador talibán, compañero de clase de las niñas en la madrasa, siguió a las niñas hasta su casa y exigió que las dos hijas menores se casaran con sus hermanos.
«Cuando rechacé su propuesta, me dijeron que o casaba a mis hijas con los hombres mayores o harían daño a mi hijo, me amenazaron», comentó a IPS esta madre con nombre supuesto por su seguridad.
Bajo presión, Zarghona dice que se vio obligada a aceptar los matrimonios sin el consentimiento de sus hijas.
«Para mí y para mis hijas, la boda no fue una celebración, fue una ceremonia fúnebre», se lamentó Zarghona, y añadió: «No tuve más remedio que rendirme».
La boda no fue una ceremonia afgana formal, sino una simple ceremonia religiosa oficiada por los mulás. Su hija mayor fue la única que no fue obligada a casarse sino que lo hizo por su voluntad.
Después, a Zarghona se le prohibió ver a sus hijas. Dijo que tenía que enviarles dinero en secreto a través de transferencias móviles prepagadas. La vida se volvió aún más difícil para las hijas.
«Cada día había más restricciones sobre cómo vestirse y adónde podían ir. No podía defenderlas y mi corazón nunca estaba en paz», dijo, triste y amargada.
La mayor de las dos hijas forzadas a casarse tiene ahora 19 años. Ya tiene un hijo y está esperando otro. La hija menor aún no ha quedado embarazada y, por eso, se le permitió ver a un médico, lo que le facilitó a Zarghona encontrarse con ella en secreto en la sala de espera del médico.
Dijo que ambas hijas habían perdido peso y eran sombras de lo que eran antes. Ambas tenían moretones y parecían asustadas.

Zarghona decidió irse a Irán por un tiempo para aliviar la dolorosa realidad de la situación de sus hijas. Pero cuando escuchó sus llantos por teléfono, regresó a Afganistán. Ella dice: «Menos de tres días después de mi regreso, me golpearon a mí y a mis hijas, e incluso nos encerraron en nuestra casa».
Zarghona añade que ahora no tiene contacto con sus hijas y cree que su situación sigue siendo crítica. «Todas las puertas para pedir ayuda están cerradas para mí. El gobierno es patriarcal y ninguna organización apoya los derechos de las mujeres», afirma.
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Se estima que los talibanes han impuesto más de 5000 matrimonios forzados en los últimos cuatro años. Miles de niñas no solo han sido privadas de su derecho a la educación, sino que también han sido obligadas a contraer matrimonios sobre los que no tenían ninguna decisión.
Las organizaciones de derechos humanos y las Naciones Unidas han advertido de que la prohibición de la educación de las niñas está alimentando la violencia doméstica, la pobreza, los suicidios, los matrimonios forzados y el aislamiento político de Afganistán.
Según evaluaciones recientes del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Banco Mundial, más de un millón de niñas se han visto privadas del derecho a la educación desde que los talibanes retomaron el control de Afganistán, en agosto de 2021.
T: MF / ED: EG