Opinión

Los sistemas alimentarios son el eslabón perdido del desarrollo social

Cultivos en una cooperativa agrícola en Baidoa, en el estado Sudoeste de Somalia. Imagen: Mahad Saed Dirie / FAO
George Conway, Stefanos Fotiou

MOGADISCIO / ROMA –  La alimentación siempre ha sido política. Determina si las familias prosperan o caen en la pobreza, si los jóvenes ven un futuro lleno de oportunidades o de desesperanza, si las comunidades se sienten incluidas o marginadas.

La alimentación es también un derecho humano básico, reconocido en el derecho internacional, pero que con demasiada frecuencia no se hace realidad en la práctica. Garantizar ese derecho requiere considerar la alimentación no como una forma de ayuda de emergencia, sino como la piedra angular del desarrollo social sostenible.

A pesar de ello, los sistemas alimentarios rara vez figuran en los debates sobre política social, aunque sustentan los mismos objetivos que los líderes mundiales abordarán en la Cumbre Social Mundial que se celebrará en Doha en la primera semana de noviembre: erradicar la pobreza, garantizar un trabajo digno y promover la inclusión.

La alimentación como infraestructura social

La alimentación se suele tratar como una cuestión humanitaria, un asunto de ayuda en tiempos de sequía o guerra. Pero, si se analiza más detenidamente, es la política social definitiva.

Los sistemas alimentarios son un reflejo de nuestras sociedades, en las que las mujeres soportan la mayor carga del trabajo no remunerado, el trabajo infantil niega la educación a los niños y las comunidades indígenas y marginadas son excluidas

Los sistemas alimentarios sustentan a la mitad de la población mundial —alrededor de 3800 millones de personas— a través de la agricultura, la transformación, el transporte y la venta al por menor, en su mayor parte de manera informal y rural.

Determinan cómo gastan sus ingresos las familias, quién puede permitirse una dieta saludable, quién aprende y prospera en la escuela y quién se queda atrás.

Los sistemas alimentarios son un reflejo de nuestras sociedades, en las que las mujeres soportan la mayor carga del trabajo no remunerado, el trabajo infantil niega a los niños el acceso a la educación y las comunidades indígenas y marginadas son excluidas.

Desde esta perspectiva, la alimentación es una infraestructura social: el sistema invisible que sustenta la reducción de la pobreza, los medios de vida y la inclusión. Cuando funciona, las sociedades se vuelven más igualitarias y resilientes. Cuando falla, la desigualdad y la exclusión se acentúan.

Vías para salir de la pobreza

En los países de bajos ingresos, la agricultura y la elaboración de alimentos siguen siendo la principal fuente de medios de vida. Las transformaciones de los sistemas alimentarios nacionales están demostrando que las inversiones específicas en este ámbito pueden tener efectos desmesurados en la reducción de la pobreza.

En Ruanda, la inversión en cooperativas agrícolas y cadenas de valor ha permitido a los pequeños agricultores obtener más valor de sus cosechas, lo que ha mejorado la situación de comunidades enteras. En Brasil, los programas de alimentación escolar que se abastecen de agricultores familiares han creado mercados estables para la población rural pobre, al tiempo que han mejorado la nutrición infantil.

Y en Somalia, la labor del Centro de Coordinación de los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas, junto con la Oficina del Coordinador Residente y los socios nacionales, está contribuyendo a fortalecer las cadenas de valor pastorales y a mejorar el acceso a los mercados.

Al conectar a los productores locales con los compradores regionales e integrar la resiliencia en los sistemas de protección social, Somalia está trazando un camino para salir de la vulnerabilidad crónica hacia medios de vida sostenibles.

Este enfoque combina la transformación de los sistemas alimentarios con una protección social climáticamente inteligente, vinculando a los productores y los mercados con redes de seguridad que mejoran la nutrición, impulsan la inclusión y atraen inversiones.

Se trata de un modelo basado en asociaciones sociales y económicas entre el gobierno, la sociedad civil y las Naciones Unidas, y está diseñado para tener un impacto duradero.

Estos ejemplos ponen de relieve una simple verdad: los sistemas alimentarios inclusivos, resilientes y sostenibles pueden ser una de las herramientas más poderosas disponibles para combatir la pobreza.

Trabajo productivo y digno

Los sistemas alimentarios ya emplean a uno de cada tres trabajadores en todo el mundo. Sin embargo, muchos de estos empleos son precarios, mal remunerados e inseguros. La transformación que se está llevando a cabo actualmente está empezando a cambiar esta situación.

Las innovaciones digitales y de mercado están conectando directamente a los pequeños productores con los compradores, sin pasar por intermediarios explotadores. Las prácticas resilientes al clima están reduciendo los ciclos de auge y caída que devastan los ingresos rurales.

En Somalia, donde los medios de vida suelen ser informales y las crisis climáticas son frecuentes, el fortalecimiento de los sistemas alimentarios puede ampliar las oportunidades y la estabilidad.

Al vincular las cadenas de valor pastorales con los mercados y desarrollar las habilidades de los jóvenes en la producción y el comercio de alimentos, los sistemas alimentarios pueden convertir la subsistencia en un futuro sostenible y resiliente.

Este cambio es importante: los sistemas alimentarios pueden y deben convertirse en un motor principal del empleo decente y digno en la economía mundial, especialmente para las mujeres y los jóvenes.

La alimentación como inclusión

La alimentación también es identidad y pertenencia. Las políticas que hacen que las dietas nutritivas sean asequibles, protegen los conocimientos indígenas e integran a los productores marginados en las cadenas de valor son actos de inclusión social.

En muchos países, los programas universales de comidas escolares se han convertido en uno de los igualadores más poderosos. Reducen el hambre infantil, mantienen a las niñas en la escuela y apoyan a los agricultores locales. Una sola comida puede nutrir, educar y empoderar al mismo tiempo.

Otra herramienta poderosa para la inclusión, la resiliencia y la sostenibilidad son las redes de seguridad social diseñadas para permitir a los pequeños productores pasar a una producción más sensible a la nutrición y climáticamente inteligente.

Gracias al apoyo del sistema de las Naciones Unidas, canalizado a través de la Ventana de Sistemas Alimentarios del Fondo Conjunto para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), coordinado conjuntamente por el Centro de Coordinación de los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas y la Secretaría del Fondo, Somalia está reforzando la prestación de servicios sociales básicos.

Ello mediante la vinculación de los sistemas de alerta temprana al Registro Social Unificado y acompañando sus transferencias de efectivo con vías de graduación de los medios de vida en las que participan empresas de microseguros.

Esto transforma eficazmente a los productores de beneficiarios en agentes de cambio.

Sin embargo, para que las intervenciones en los sistemas alimentarios tengan un impacto, sean a gran escala y duraderas, deben estar guiadas por una visión política sólida y coordinadas mediante una gobernanza inclusiva, que incorpore a las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados en la toma de decisiones.

Cuando las comunidades más afectadas por las políticas ayudan a configurarlas, los resultados son más eficaces y duraderos.

En Somalia, el Consejo de Alimentación, Cambio Climático y Nutrición está tomando forma gracias al Programa del Fondo Conjunto para los ODS y al liderazgo de la Oficina del Coordinador Residente, la FAO y el PMA. Acogido por la Oficina del Primer Ministro y dirigido conjuntamente por la OPM y el Ministerio de Agricultura, el Consejo reunirá a 11 ministerios y supervisará la aplicación de la Vía Nacional de Somalia.

El caso de Doha

¿Por qué es esto importante para la Cumbre Social Mundial? Porque los sistemas alimentarios tienden un puente entre sus tres pilares. Son una palanca directa para erradicar la pobreza, crear trabajo decente y promover la inclusión, en la práctica, no solo en principio.

Sin embargo, la alimentación suele quedar al margen de las políticas sociales. Los ministerios de Trabajo y Finanzas la pasan por alto. Los debates sobre protección social se centran en las transferencias de efectivo y las redes de seguridad, rara vez en los sistemas alimentarios, los mercados o las cooperativas rurales.

La Cumbre de Doha, que tendrá lugar entre el 4 y el 6 de noviembre, es el momento de cambiar esto.

Los líderes deben reconocer los sistemas alimentarios como una infraestructura social fundamental, tan importante como las escuelas, los hospitales y las carreteras. Esto significa integrar la alimentación en las políticas sociales nacionales, ampliar la financiación de los programas inclusivos y proteger los alimentos del ciclo de abandono que sigue a cada crisis.

Una nueva forma de pensar

¿Y si reimagináramos el papel de la alimentación en la política social? En lugar de responder a las crisis alimentarias como emergencias humanitarias, podríamos invertir en los sistemas alimentarios como base del desarrollo social a largo plazo.

El progreso no debe medirse solo por el producto interno bruto (PIB) o las tasas de empleo, sino por si todos los niños comen una comida saludable cada día, si los jóvenes rurales ven la agricultura como un camino hacia la prosperidad y si ninguna madre tiene que elegir entre comprar medicinas o comprar pan, es decir, alimentar a su familia hoy o mañana.

Esa es la perspectiva que necesita la Cumbre Social Mundial. Porque la pobreza, el desempleo y la exclusión se viven a diario a través de platos vacíos, empleos inseguros y la silenciosa desesperación de verse excluido de las oportunidades.

El camino a seguir

Los sistemas alimentarios ya están dando resultados: en cooperativas de agricultores, en empresas dirigidas por mujeres y jóvenes, y en iniciativas nacionales como la de Somalia para vincular la transformación de los alimentos con la protección social y el empleo. Pero siguen sin recibir el reconocimiento que merecen en la agenda de desarrollo social.

Doha ofrece la oportunidad de corregir eso. Si los líderes se toman en serio la erradicación de la pobreza, la creación de trabajo digno y el avance de la inclusión, deben empezar por la alimentación. Es el sistema que conecta a los hogares con la esperanza, el trabajo con la dignidad y las comunidades con la resiliencia.

George Conway es coordinador residente y humanitario de las Naciones Unidas y representante especial adjunto del secretario general de las Naciones Unidas en Somalia

Stefanos Fotiou es director de la Oficina de Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y director del Centro de Coordinación de los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas.

T: MF / ED: EG

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