DAR ES SALAAM, Tanzania – Cuando la pandemia de covid-19 llegó a Tanzania en 2020, la vida de Alfred Kisena se vino abajo. Este profesor de 51 años aún recuerda la noche en que se enteró de que su esposa, María, había sucumbido al virus en un hospital de Dar es Salaam. No le permitieron verla en sus últimos momentos.
«Los médicos dijeron que era demasiado peligroso y que el virus era contagioso», dijo Kisena, mirando una foto descolorida de ella colgada en la pared en su casa en la ciudad más poblada de este país de África oriental de unos 68 millones de habitantes.
El entierro de María se llevó a cabo en un inquietante aislamiento. Trabajadores municipales vestidos con trajes protectores blancos bajaron su cuerpo a una tumba en el cementerio de Ununio, en las afueras de Dar es Salaam, que también es la sede del gobierno, aunque la capital del país es Dodoma.
«Despedirse de un ser querido es algo sagrado, pero no tuve la oportunidad de hacerlo», reflexionó Kisena.
En Tanzania, muchas familias sufrieron el mismo dolor: perder a sus seres queridos y verse privados de los rituales que dan sentido a la pérdida.
El gobierno tanzano impuso medidas estrictas: prohibió las reuniones, restringió las visitas a los hospitales y prohibió los ritos funerarios tradicionales. Las escuelas cerraron y, durante tres meses, los cinco hijos de Kisena se quedaron en casa, interrumpiendo bruscamente su educación.
«No estaba trabajando, por lo que me resultaba difícil satisfacer las necesidades de mi familia», afirmó. «Sobrevivimos con los pocos ahorros que tenía», detalló.
Cinco años después, mientras las cicatrices de esa crisis aún perduran, Tanzania está trazando un nuevo camino hacia la resiliencia. A principios de este mes de octubre, el gobierno puso en marcha su primer Proyecto del Fondo para Pandemias, destinado a reforzar la capacidad del país para prevenir y responder a las crisis sanitarias.
Con el apoyo de una subvención de 25 millones de dólares del Fondo Mundial para Pandemias y 13,7 millones de dólares en cofinanciación, la iniciativa marca un cambio de la gestión reactiva de las crisis a la preparación proactiva.
Además, une a socios locales e internacionales —entre ellos varias agencias de las Naciones Unidas— en un marco de «Una sola salud» que reconoce la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental.
Aprender del pasado
Siguen vivos los recuerdos de la covid-19 y del brote más reciente de marburgo, un virus que causa heomrragias severas. Cuando se produjo la pandemia, los laboratorios de Tanzania estaban mal equipados, los sistemas de vigilancia eran deficientes y los trabajadores sanitarios comunitarios estaban desbordados.
El viceprimer ministro de Tanzania, Doto Biteko, afirmó durante la presentación que las lecciones aprendidas de esas crisis han dado forma a la nueva determinación del país.
«Durante los últimos 20 años, el mundo ha luchado contra múltiples emergencias sanitarias, y Tanzania no es una excepción», afirmó. «Hemos visto cómo las pandemias trastornan las vidas y las economías. Reforzar nuestra capacidad de preparación y respuesta no es opcional, es una necesidad», añadió.
Esa necesidad no ha hecho más que aumentar, ya que Tanzania se enfrenta a riesgos crecientes de enfermedades zoonóticas relacionadas con la deforestación, el comercio de vida silvestre y el cambio climático.
El nuevo proyecto tiene como objetivo abordar estas vulnerabilidades mediante la mejora de los laboratorios, la ampliación de la vigilancia de las enfermedades y la formación de los trabajadores sanitarios en todo el país.
La primera línea humana
En el sur del distrito de Kisarawe, Ana Msechu, trabajadora sanitaria comunitaria de 38 años, camina por caminos polvorientos con una mochila que contiene medicamentos, guantes y registros sanitarios.
«A veces camino tres horas solo para llegar a una familia», explicó Msechu. «Durante la pandemia, la gente dejó de confiar en nosotros. Pensaban que éramos portadores de la enfermedad», añadió.
Sin equipo de protección ni subsidio de transporte, Msechu se enfrentó directamente a la desconfianza de los aldeanos. En el punto álgido de la pandemia, perdió a un compañero a causa del virus. Sin embargo, siguió adelante, transmitiendo mensajes sobre higiene y vacunación.
«A veces ni siquiera teníamos mascarillas, así que utilizábamos trozos de tela», recordó.
Ella cree que la nueva iniciativa podría cambiar eso. Los socios encargados de la implementación tienen previsto suministrar equipos de protección personal, herramientas digitales para la recopilación de datos y sesiones de formación periódicas.
«Si recibimos el apoyo y el respeto adecuados, podemos salvar muchas vidas antes de que las enfermedades se propaguen», afirmó.
«Los trabajadores sanitarios comunitarios son la columna vertebral de la resiliencia», afirmó Patricia Safi Lombo, representante adjunta del Fond de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Tanzania. «Son el primer punto de contacto para las familias y desempeñan un papel fundamental en la prestación de información y servicios que salvan vidas», añadió.
El papel de Unicef se centrará en la comunicación de riesgos y la participación de la comunidad, garantizando que las personas de las zonas rurales y urbanas comprendan las medidas preventivas, reconozcan los primeros síntomas y confíen en el sistema sanitario.
Entre el miedo y el deber
Hamisi Mjema, voluntario sanitario en el distrito de Kilosa, recuerda cómo el miedo se convirtió en su mayor enemigo.
Cuando el virus de marburgo golpeó el año pasado, su trabajo consistía en rastrear los casos sospechosos y educar a las familias sobre la importancia del aislamiento.
«Me insultaron muchas veces y algunas familias ni siquiera me dejaban entrar en sus casas», afirmó.
Sin medios de transporte ni herramientas de comunicación, Hamisi iba de una aldea remota a otra con su bicicleta, a menudo dependiendo de que los agricultores le dejaran usar sus teléfonos móviles para poder informar de los casos a los funcionarios de salud del distrito.
En el marco de la nueva iniciativa, los funcionarios de salud locales afirman que los trabajadores sanitarios comunitarios recibirán kits de campo, herramientas digitales para notificar enfermedades y materiales de comunicación de riesgos en los idiomas locales.
«Esto hará que nuestro trabajo sea más seguro y rápido», afirmó. «Cuando detectamos algo a tiempo, todo el país se beneficia», añadió.
Lucha contra la desinformación
En una aldea a orillas del lago en Kigoma, la educadora sanitaria voluntaria Fatuma Mfaume recuerda cómo los rumores se propagaron más rápido que el propio virus.
«La gente tenía miedo», afirmó. «Decían que las vacunas dejarían estériles a las mujeres. Otros creían que los médicos nos estaban envenenando», agregó.
Armada con un megáfono, Mfaume recorrió los pueblos tratando de disipar las falsedades, a menudo enfrentándose a insultos. Pero su persistencia dio sus frutos. Poco a poco, las mujeres comenzaron a llevar a sus hijos a vacunar de nuevo.
Con el nuevo proyecto, espera que los trabajadores comunitarios como ella obtengan un reconocimiento formal y formación en habilidades de comunicación.
«Muchos de nosotros trabajamos sin remuneración», dijo Mfaume. «Si este proyecto nos capacita adecuadamente y nos proporciona materiales, podremos combatir no solo las enfermedades, sino también el miedo y las mentiras». agregó.
Amenazas transmitidas por los animales
Al mismo tiempo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está reforzando los sistemas de sanidad animal, reconociendo que la mayoría de las pandemias tienen su origen en los animales.
«Al mejorar la coordinación entre los servicios veterinarios y de salud pública, Tanzania está tomando medidas vitales para prevenir las enfermedades zoonóticas antes de que se propaguen a los seres humanos», afirmó Stella Kiambi, jefa del equipo del Centro de Emergencia para Enfermedades Transfronterizas de los Animales de la FAO.
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Estas medidas incluyen la mejora de los laboratorios veterinarios, la mejora de la vigilancia de las enfermedades en los mercados ganaderos y la formación de los funcionarios sobre el terreno para detectar los primeros signos de brotes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) también está apoyando los esfuerzos para fortalecer los sistemas de salud humana, desde la ampliación de la capacidad de realización de pruebas hasta la creación de equipos de respuesta rápida.
«Este proyecto supone un gran paso adelante en materia de seguridad sanitaria», afirmó Galbert Fedjo, coordinador de sistemas de salud de la OMS. «Impulsa un enfoque de «Una sola salud» que vincula la salud humana, animal y ambiental», añadió.
Recuperar la confianza y la esperanza
Para Priya Basu, directora ejecutiva del Fondo para Pandemias, el proyecto de Tanzania representa «un paso importante en el fortalecimiento de la preparación del país para prevenir y responder a futuras amenazas para la salud».
En toda África, el Fondo, creado en 2022, ha apoyado 47 proyectos en 75 países con 885 millones de dólares en subvenciones, lo que ha catalizado más de 6000 millones de dólares en financiación adicional.
Según el Banco Mundial, cada dólar invertido en la preparación para una pandemia puede ahorrar hasta 20 dólares en pérdidas económicas durante un brote.
Para Tanzania, una nación que perdió miles de vidas y sufrió profundas crisis económicas durante la covid-19, lo que está en juego no podría ser más importante.
«La preparación consiste en salvar vidas y medios de subsistencia», afirmó Ali Mzige, experto en salud pública. «Se trata de garantizar que las familias no sufran cuando se produce una pandemia», añadió.
Para Kisena, la nueva iniciativa del gobierno es una promesa silenciosa de que las lecciones aprendidas de la pérdida no se han olvidado.
«La muerte de María me enseñó lo preciosa que es la vida», dijo. «Si este proyecto puede proteger aunque solo sea a una familia de ese tipo de dolor, significará que su muerte no fue en vano», agregó.
T: MF / ED: EG







