Opinión

Conectando los puntos: cambios políticos, realidades y lecciones

Este es un artículo de opinión de Sudip Ranjan Basu, jefe de la Red de Negocios Sostenibles de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (Cespap).

Una vendedora alista sus productos en una bicicleta que ha reconvertido en un puesto ambulante, en una zona comercial de Hanói, la capital de Vietnam. El sector informal es vital para el sustento de más de 4000 millones de personas en Asia y el Pacífico. Se deben diseñar políticas económicas que les brinden apoyo en medio de la incertidumbre mundial. Imagen: Jack Young / Unsplash

BANGKOK – La región de Asia-Pacífico ha servido durante mucho tiempo como trampolín para transformar las brechas socioeconómicas en oportunidades de desarrollo. Con la fecha límite de 2030 para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acercándose rápidamente, los responsables políticos están intensificando sus esfuerzos para traducir los anuncios políticos en impactos tangibles.

Si echamos la vista atrás desde la década de los años 70, la trayectoria de desarrollo de la región ha estado marcada por una serie de crisis que han desencadenado respuestas políticas transformadoras. Gracias a la creación de alianzas estratégicas, los países de la región se encuentran en una buena posición para promover la prosperidad compartida tanto para las personas como para el planeta.

Afianzamiento de los cambios políticos impulsados por las crisis

En la década de 1970, los avances tecnológicos, especialmente en la agricultura, marcaron el comienzo de una nueva era. La introducción de variedades de cultivos de alto rendimiento, conocida como la Revolución Verde, impulsó la producción de alimentos y los ingresos rurales, sentando las bases para el surgimiento de una clase media.

Sin embargo, la década también puso de manifiesto vulnerabilidades, ya que la volatilidad de los precios mundiales de las materias primas y la energía expuso los riesgos de las crisis externas.

La década de 1980 trajo consigo nuevos retos. El aumento de los precios del petróleo y de los tipos de interés mundiales supuso una carga para los presupuestos nacionales de los países en desarrollo. El costo del servicio de la deuda externa desplazó las inversiones en los sectores productivos, lo que puso de relieve los riesgos de la dependencia excesiva de la ayuda exterior.

El autor, Sudip Ranjan Basu

La crisis financiera asiática de 1997 marcó un punto de inflexión. El colapso de las monedas provocó la fuga de capitales y la interrupción del comercio, lo que dejó profundas cicatrices y provocó cambios en la gobernanza política y la política económica en toda la región.

A principios de la década de 2000, volvió el optimismo. El comercio y la inversión se dispararon, las cadenas de valor regionales se expandieron y el crecimiento impulsado por las TIC integró más profundamente a las economías en la economía mundial. La globalización se consideraba ampliamente como un camino hacia la prosperidad a largo plazo.

Sin embargo, la crisis financiera mundial estallada en 2008 acabó con esta euforia. La inflación se disparó, la confianza de los inversores se desplomó y el comercio se contrajo.

Avanzamos rápidamente hasta la pandemia de covid-19, que volvió a poner de manifiesto las vulnerabilidades persistentes: se agravó la desigualdad socioeconómica, se redujeron las perspectivas de empleo, se acentuó la dependencia excesiva de la cadena de suministro, se revelaron los monopolios tecnológicos y se manifestó claramente la fragilidad medioambiental. La pandemia reforzó la urgente necesidad de marcos normativos adaptables.

Estos episodios de crisis subrayaron la importancia de una acción normativa coordinada en un panorama interconectado, reforzando la lección de que el crecimiento sin resultados adecuados y compartidos es insostenible.

Adaptación a las realidades socioeconómicas cambiantes

El camino hacia el desarrollo se ha caracterizado por su complejidad y diversidad. Un análisis comparativo de las últimas décadas revela patrones recurrentes: la volatilidad de los precios de la energía y los alimentos y el endurecimiento de las condiciones financieras han puesto a prueba constantemente a los responsables políticos.

El aumento de las tasas de interés en las economías avanzadas ha reavivado la preocupación por la deuda en los países en desarrollo, amenazando la estabilidad económica y socavando el progreso.

Al mismo tiempo, la intensificación de la competencia geopolítica está remodelando las relaciones comerciales, los flujos de inversión y las transferencias de tecnología. Los responsables políticos deben navegar por estos cambios mientras avanzan en las prioridades nacionales de desarrollo y se adaptan a la dinámica cambiante.

Estas presiones han impulsado la diversificación de las fuentes de crecimiento económico y los compromisos estratégicos.

A pesar de los impresionantes logros en materia de desarrollo social, la estabilidad a largo plazo y los resultados basados en el impacto dependen de la capacidad de los gobiernos para gestionar las crisis externas, anticipar los riesgos, promover la cooperación económica transfronteriza y acelerar la acción climática.

Los recientes cambios de política señalan un avance hacia la transformación estructural. Los gobiernos están encabezando la industrialización, acelerando la transición hacia las energías verdes y promoviendo mecanismos de financiación sostenibles. Esto marca un cambio de la gestión de crisis a corto plazo hacia la construcción de un progreso socioeconómico a medio y largo plazo.

Los años de pandemia han puesto aún más de relieve la necesidad de políticas adaptables, capaces de absorber las crisis inesperadas y mantener al mismo tiempo el progreso hacia la estabilidad.

Adaptación a través de las lecciones aprendidas en materia de políticas

La experiencia de desarrollo, en particular la de los países menos adelantados, los países en desarrollo sin litoral y los pequeños Estados insulares en desarrollo, ofrece valiosas perspectivas sobre la creación de capacidades institucionales y la prevención de crisis futuras. Se desprenden cuatro ideas estratégicas en materia de políticas:

La estabilidad de los precios es importante: la volatilidad de los precios ha socavado repetidamente los logros en materia de desarrollo. La previsión estratégica y la planificación equilibrada de las políticas económicas son esenciales para salvaguardar los avances.

La flexibilidad fiscal es fundamental: el endeudamiento externo excesivo ha desencadenado crisis en el pasado.

Crear espacio fiscal, movilizar recursos internos, ampliar la financiación combinada y aplicar marcos coordinados de gestión de la deuda son vitales para el desarrollo.

La preparación para las crisis requiere coordinación: Las crisis de 1997 y 2008 demostraron que ningún país puede responder eficazmente de forma aislada. El fortalecimiento de las instituciones es crucial para los sistemas de alerta temprana, el diálogo sobre políticas y la acción coordinada.

La sostenibilidad es clave para un desarrollo centrado en las personas: el cambio climático, las disparidades socioeconómicas y las ineficiencias institucionales plantean riesgos a largo plazo.

La integración de la sostenibilidad en las estrategias y la promoción de la transformación tecnológica ya no son opcionales, sino imperativas.

Puntos de inflexión

La historia del desarrollo de la región de Asia y el Pacífico es una historia de transición y transformación. Al conectar estos puntos de inflexión, se revela una región que ha aprendido constantemente de sus retos y los ha aprovechado para avanzar en soluciones políticas.

El camino por delante es prometedor, pero las políticas deben adaptarse para abordar las dinámicas socioeconómicas cambiantes, las vulnerabilidades estructurales y climáticas y los nuevos reajustes geopolíticos.

Estos esfuerzos deben basarse en la cooperación regional, el diálogo inclusivo y la acción coordinada, en particular a través de plataformas como la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (Cespap).

Si bien los gobiernos desempeñan un papel central, el progreso a largo plazo dependerá del compromiso colectivo del sector privado, el mundo académico, la sociedad civil y las instituciones regionales. Con una convergencia estratégica, la región de Asia y el Pacífico está bien posicionada para superar la incertidumbre actual y configurar un futuro mejor para todos.

T: MF / ED: EG

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