Codicia petrolera pone Brasil en posición vulnerable en la COP30

La gerente de sostenibilidad de Petrobras, Daniele Zaneti, muestra en el mapa de la cuenca de la desembocadura del río Amazonas dónde y cómo será la prospección de petróleo en el mar de la región, en una audiencia en la Cámara de diputados en 2023. imagen: Lula Marques / Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – La autorización para que la empresa estatal Petrobras busque petróleo en la cuenca de la desembocadura del río Amazonas, anunciada este 20 de octubre, deja Brasil en una situación vulnerable en la conferencia climática que acogerá del 10 al 21 de noviembre.

El Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), la autoridad ambiental con poder de vetar proyectos que incumplen las reglas del país, concedió la licencia para prospecciones en el océano Atlántico, a unos 500 kilómetros de donde teóricamente termina el río.

La distancia parece grande, pero el flujo del Amazonas es tan gigantesco, cerca de un quinto del agua dulce del mundo, que en realidad sus aguas avanzan más allá de los 500 kilómetros en el mar. Está en su área de influencia el lugar donde se pretende explorar petróleo.

Culmina así una batalla de cinco años de exigencias del Ibama y respuestas de la Petrobras, presiones políticas por la exploración petrolera en la región y resistencias de los ambientalistas.

La decisión debilita el gobierno brasileño y el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en la 30 Conferencia de las Partes  (COP30)  en sus pretensiones de liderar la lucha climática, que tiene fijada la meta de evitar un recalentamiento del planeta de más de 1,5 grados centígrados en este siglo.

Brasil encabeza, por ejemplo, dos propuestas clave en la COP30: la creación del Fondo de bosques tropicales para siempre (TFFF en inglés), que remunerará los países que preserven sus recursos forestales, y el “Compromiso de Belém por los combustibles sostenibles”, con la meta de cuadruplicar la producción de tales carburantes.

Belém, sede de la COP30, es la capital del estado de Pará, en el norte del país y la ciudad más grande en las cercanías de la desembocadura del Amazonas, con 1,4 millones de habitantes. De allí saldrían recursos para atender un posible accidente en la perforación petrolera, pero demorarían más de dos días de navegación marítima.

El mismo presidente Lula siempre se manifestó favorable a la exploración petrolera de la cuenca, que hace parte de la llamada Margen Ecuatorial, una amplia franja marítima que se extiende por todo el norte de Brasil, desde la región Nordeste al extremo norte del país.

En la región se espera descubrir petróleo por la proximidad con Guyana, en cuyo litoral se descubrió grandes yacimientos en 2015, lo que permitió al país registrar un crecimiento económico singular.

Lula atiende con su opinión a los intereses de los gobernantes de Amapá, el estado septentrional que ganaría las regalías del petróleo, en caso de éxito en la prospección y la producción por la Petrobras.

El local donde se harán los pozos de exploración queda en aguas profundas a 175 kilómetros de la costa del Amapá.

El presidente del Senado, Davi Alcolumbre, representante del Amapá, es el gran vencedor de la batalla por ese petróleo amazónico. Lula tuvo que ceder a sus pretensiones porque depende de él para aprobar las medidas del gobierno en el senado.

Dos de los 38 ministros del gobierno actual son indicaciones de Alcolumbre, cuya influencia se extiende a otros ministerios y empresas estatales, además de comandar el senado con manos de hierro.

Pero otros políticos influyentes de la Amazonia también presionaron por la licencia de exploración para la Petrobras, que trata de aclarar que por ahora se trata de pozos para comprobar si hay realmente hidrocarburos en la cuenca, no todavía de extracción.

Contra la autorización se movilizaron ambientalistas, especialmente los climatólogos, los líderes indígenas e incluso parte del liderazgo agrícola vinculada a la agricultura energética. El agronegocio, como se llama la gran agricultura de monocultivos en Brasil, es mayoritariamente negacionista en temas ambientales y climáticos.

Pedro Camargo Neto, un vocero del llamado agronegocio esclarecido, argumenta que oponerse al avance petrolero es una cuestión estratégica para un país que quiere liderar la economía de los biocombustibles.

Para eso conviene que el petróleo sea más caro y descubrir nuevos yacimientos contribuye, al revés, para abaratar los hidrocarburos, en desmedro del etanol, del biodiésel y otro biocombustibles, como el biometano y el futuro combustible sostenible de aviación que puede derivar de la biomasa energética.

Los indígenas encaran la exploración petrolera en la cuenca de la desembocadura del Amazonas como una gran amenaza. Las actividades extractivas, de minería, madera y del petróleo, así también la construcción de carreteras y centrales hidroeléctricas, produjeron grandes masacres en la Amazonia, que concentra la mayor parte de los pueblos indígenas de Brasil.

Para los ambientalistas, se pone en riesgo una rica y compleja biodiversidad, hasta ahora poco estudiada. Los sistemas de arrecifes de corales son amenazados en el mar y manglares en la costa, por eventuales derrames de petróleo.

ED: EG

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