SÍDNEY – El siglo pasado, las remotas Islas Salomón fueron escenario de algunas de las batallas más intensas en el Pacífico de la Segunda Guerra Mundial. Pero mientras las tropas aliadas se retiraban tras la victoria, las fuerzas militares de ambos bandos dejaron un enorme legado de municiones sin explotar (Muse) que aún se encuentran dispersas por todo el país y otros lugares de la región.
En septiembre, los líderes de los paises insulares del Pacífico destacaron el envejecimiento de las Muse como una «amenaza multidimensional para la soberanía, la seguridad humana, el medio ambiente y el desarrollo económico» durante su cumbre anual celebrada en Honiara, la capital de las Islas Salomón, un pequeño país insular Oceanía, situado al noreste de Australia.
Maeverlyn Pitanoe, una mentora juvenil de 53 años, coincide, y cuenta un caso que vivió ella misma. Hace cuatro años, participó en una actividad de recaudación de fondos con un grupo de jóvenes de una iglesia en Honiara.
“Queríamos recaudar fondos vendiendo cajas de comida local”, dijo Pitanoe a IPS. Cavaron grandes hoyos en la tierra y encendieron fogatas para hacer hornos. Al final del día, Pitanoe y dos jóvenes, de unos 30 años, llevaban varias horas cocinando.
“Estábamos de pie alrededor de la olla en el fuego. Yo ponía el repollo en el agua hirviendo mientras los dos chicos sostenían la olla por ambos extremos”, relató Pitanoe.
“Entonces, la bomba explotó sobre nosotros desde debajo de la olla. Puedo ver a los chicos rodando colina abajo, luchando por juntar las piernas porque les había dado en ellas. Salí despedida hacia atrás y entonces me di cuenta de que me estaba retorciendo, como si un torbellino me estuviera azotando”.

Ambos jóvenes murieron una semana después del incidente. Uno de ellos dejó a su esposa, quien también resultó herida, y cuatro hijos. Pitanoe, casada y con familia, perdió los dedos de una mano y pasó casi dos meses hospitalizada por lesiones en las piernas, los muslos y el abdomen.
«Lo que me ocurrió ha sido devastador y ha cambiado mi vida y la de mi familia por completo. Antes tenía una vida muy libre, pero después del accidente ya no me siento libre», dijo, explicando la ansiedad que ahora siente al salir a reuniones sociales o caminar por la playa.
Las municiones sin explotar son armas y dispositivos explosivos que no detonaron al ser utilizados en un conflicto. A menudo se entierran en el suelo o se alojan en lugares donde pueden permanecer ocultos a la vista y sin ser detectados durante décadas. Sin embargo, su capacidad de explosión puede activarse en cualquier momento por presión física o perturbación.
No todas las más de 900 islas del país, que hoy albergan a más de 720 000 personas, se vieron afectadas por la guerra. Sin embargo, en aquel entonces eran un protectorado británico y fueron cruciales geopolíticamente tras la expansión de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) a la región del Pacífico en 1941.
Al año siguiente del ataque a Pearl Harbor, las fuerzas japonesas avanzaron en el Pacífico y tropas aliadas de Gran Bretaña y Estados Unidos convergieron en las islas para lanzar una contraofensiva.

Se libraron importantes batallas en la isla principal, Guadalcanal. Sin embargo, hubo combates por tierra, mar y aire en las zonas central y norte del país hasta la retirada japonesa en 1943. Los habitantes de las Islas Salomón, con su conocimiento local del terreno, fueron socios vitales en el conflicto, trabajando junto a las fuerzas aliadas.
Hoy en día, las islas albergan tanques y aviones de combate abandonados, y los acorazados hundidos en aguas tropicales atraen a turistas buceadores. Sin embargo, cada año, los isleños mueren o resultan heridos por la detonación accidental de municiones antiguas.
En 2023, el gobierno de las Islas Salomón se asoció con The Halo Trust para iniciar un estudio nacional y recopilar datos exhaustivos sobre la ubicación de las Muse.
Emily Davis, directora de programas de Halo Trust en el país, dijo a IPS que las investigaciones se centran actualmente en la isla de Guadalcanal y la provincia occidental, al noroeste, y se están realizando amplias consultas con las comunidades locales con la ayuda de registros históricos.
“Hasta ahora hemos reportado más de 3000 artículos, pero eso no incluye la cantidad diez veces mayor que ya ha sido destruida por la policía de las Islas Salomón”, relató.
Cuando se descubren artefactos explosivos, se notifica al equipo de desactivación de artefactos explosivos de la Real Fuerza de Policía de las Islas Salomón para que proceda a su retirada segura. Solo el año pasado, retiraron 5400 objetos potencialmente letales, incluyendo un gran alijo de proyectiles enterrado en los terrenos de una escuela en Honiara.
El trabajo de la Fundación Halo en el país, financiado por Estados Unidos, también se extiende a la educación de las comunidades locales sobre los riesgos y qué hacer si se encuentra algún artefacto.
Las escuelas son un foco particular, ya que “hay niños pequeños que, jugando, descubren estos objetos y, a veces, manipulan artefactos explosivos accidentalmente”, dijo a IPS Peter Teasanau, líder del equipo de Halo Trust en la Provincia Occidental.

Sin embargo, organizar la limpieza de artefactos explosivos desenterrados puede llevar más tiempo en zonas rurales remotas, explicó Teasanau. En Honiara, los recursos están al alcance, pero en las islas periféricas, la policía se enfrenta a los desafíos logísticos de un terreno difícil y la escasez de carreteras e infraestructura.
Sin embargo, dondequiera que ocurra, el coste humano de las explosiones puede ser devastador, ya sea en lesiones y discapacidades o en la pérdida de medios de vida. Antes del incidente, Pitanoe trabajaba en el departamento de educación a distancia de la Universidad Nacional de las Islas Salomón, pero después ya no pudo soportar el arduo viaje a las zonas rurales.
«Físicamente, ahora no estoy en condiciones para eso», dijo. En cambio, decidió convertir su difícil situación en una oportunidad. «He vivido algo que nadie querría vivir en su vida, pero lo superé y me gustaría crear conciencia sobre eso», explicó.
Este año, Pitanoe lanzó una organización de la sociedad civil, Bomb Free Solomon Islands, para apoyar a las víctimas de municiones sin explotar y «alimentar la esperanza y financiar la recuperación».
A pesar de seguir buscando financiación, la organización cuenta con 20 miembros, todos ellos atravesando dificultades. Algunas son viudas que luchan por encontrar el dinero para seguir enviando a sus hijos a la escuela. Otras enfrentan discapacidades y tienen menos dinero para pagar la comida y los gastos de manutención.
Las Muse también tienen impactos más amplios en el país.
Las Islas Salomón son un país en desarrollo que ha luchado por recuperarse y reconstruirse tras un conflicto civil, conocido como las «Tensiones», que tuvo lugar entre 1998 y 2003. La contaminación por Muse, cada vez más antigua, representa una carga adicional que puede restringir el acceso a tierras agrícolas, disminuir los ingresos rurales y la seguridad alimentaria, y perturbar el desarrollo nacional.
Además, a medida que las municiones se descomponen, pueden filtrar sustancias tóxicas, como metales pesados, al suelo y las vías fluviales circundantes, con consecuencias perjudiciales para la vida humana, vegetal y acuática.
Sin embargo, Davis afirma que, si bien queda mucho trabajo por delante, será imposible encontrar y retirar todas las municiones del país. «La magnitud [de la contaminación] es demasiado grave, pero apoyamos la reducción del riesgo», afirmó.
El mapa de municiones sin detonar que están completando «orientará los esfuerzos futuros para limpiar las municiones de forma más sistemática, lo que puede ayudar a desarrollar infraestructuras o proyectos de desarrollo comunitario», continuó.
Es una labor difícil y minuciosa que requiere conocimientos especializados y una financiación considerable, y asegurar el acceso a los recursos necesarios es un problema que también enfrentan otros países de la región.
Papúa Nueva Guinea y Palaos, otros dos países insulares situados al norte de Australia, también están lidiando con la contaminación por municiones sin detonar y los líderes regionales argumentan que, dado que la munición se impuso a sus naciones, la responsabilidad de abordarla debe ser compartida.
En junio, al hablar en las Naciones Unidas en Nueva York, Benzily Kasutaba, director de Muse del Ministerio de Policía de las Islas Salomón, pidió una mayor asistencia internacional a las naciones de bajos ingresos afectadas, para que “juntos podamos crear comunidades más seguras, proteger nuestro medio ambiente y construir un futuro más seguro para las generaciones venideras”.
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