LA HABANA – Alejandro Candelaria, de 27 años, solo tuvo una semana de plazo para recoger sus cosas e irse con su novia de la casa donde vivían alquilados en la capital de Cuba. Daba igual que siempre pagara la renta a tiempo e incluso invirtiera en mejorar las condiciones del alojamiento.
El propietario, quien antes los agasajaba con frases de “mejores que ustedes, ninguno”, apenas se excusó diciendo que ya tenía vendido el lugar y que necesitaba desalojarlos.
Como no mediaba un contrato legal en la renta, los dos jóvenes, sin posibilidad de reclamar ante la ley, no tuvieron más opción que buscar otro alquiler en el plazo de una semana , también sin contrato y bajo el riesgo de otra mudanza repentina, como es lo usual en esta y otras ciudades de la nación caribeña.
“Con el tiempo, me enteré de que todo era mentira, que otra persona estaba viviendo alquilada de donde el tipo (el propietario) nos botó. Pagaba más dinero”, dijo a IPS Candelaria.
Carla Carreño, una chilena de 24 años que estudia en la Universidad de La Habana, hace un mes estuvo oteando alguna renta por el Vedado, uno de los barrios más cotizados de la capital, y casi todas rebasaban el precio de 100 dólares mensuales, aunque no dispusieran de todas las condiciones óptimas para vivir, como electrodomésticos esenciales.
Aquellos lugares pensados para inquilinos extranjeros, con mejores comodidades, rondaban entre 250 y 300 dólares.
“Los precios están subiendo. Es muy fuerte. Antes no estaba tan caro. Lo atribuyo a que el costo de vida en Cuba, y el (precio del) dólar, están subiendo muchísimo”, dijo Carreño a IPS.
Según Carreño, a varios amigos los han desalojado con la justificación de que se quiere vender la vivienda, pero la mayoría de las veces, es una forma menos “engorrosa” de cambiar al inquilino por otro que pague más.
“Los precios están subiendo. Es muy fuerte. Antes no estaba tan caro. Lo atribuyo a que el costo de vida en Cuba, y el (precio del) dólar, están subiendo muchísimo”: Carla Carreño.
Los precios de las rentas pueden variar mucho, advirtió Candelaria, en dependencia de si el propietario es un conocido suyo, o de la zona y las condiciones del lugar y otros elementos típicos.
Este joven trabajador de un bar de propiedad privada, no considera que los 50 dólares al mes que paga actualmente por un apartamento pequeño de dos cuartos, en un barrio cerca del casco histórico de la ciudad, sea un precio caro para el mercado inmobiliario vigente.
Sin embargo, es un precio que solo pueden costearse mayormente trabajadores del sector privado o de algunos pocos segmentos cuyos salarios mensuales sobrepasan, en gran medida, los 16 dólares –según la tasa del mercado cambiario informal, la más usada– del salario medio del sector estatal en Cuba, que emplea a la mayoría de la población.
El precio de la renta puede haber aumentado con respecto a años anteriores, pero lo que se mantiene inalterable es el estado de desprotección legal bajo el que ocurren los acuerdos entre inquilinos y propietarios o arrendadores, llamados localmente caseros.

Inquilinos desprotegidos
“Realmente, contratos no existen. Los alquileres lineales (que se extienden sin plazo definido) ocurren sin contrato”, reconoció Candelaria.
Por su parte, Carreño opinó que “no tienen nada de legalidad, no hay nada pactado por contrato y cualquiera puede echarte dentro de 15 días”.
La estudiante universitaria cree que esa situación pudiera evitarse con un sistema inmobiliario más regulado.
En Cuba, existen herramientas legales que posibilitan a los propietarios arrendar sus viviendas, sea por horas, días o meses, tanto a cubanos como extranjeros, a otras personas naturales o negocios, sea algunos espacios o la vivienda entera.
Sin embargo, estos evitan hacerlo por la vía legal para evitar cuestiones burocráticas, evadir impuestos, o las inspecciones y controles que acarrea una licencia de trabajador por cuenta propia (autónomo) en la modalidad de “arrendador de viviendas”, que pueden derivar en multas.
También existe el riesgo de que la autorización de la licencia sea denegada desde un inicio porque el hospedaje no cumple con ciertas condiciones de habitabilidad, higiene u otras razones; entonces el propietario podría ser inspeccionado en ocasiones posteriores para verificar que no esté rentando ilegalmente.
En resumen, a los caseros no les conviene la legalidad.
“No es fácil. Los inquilinos pueden ser una caja de sorpresa. Están los que destrozan las cosas, o simplemente no las arreglan si se rompen (los gastos para reparaciones menores deben ser asumidos por los arrendatarios, según la ley)”, dijo Edmundo a IPS, un arrendador de La Habana que pidió mantenerse en anonimato.
En cualquier caso, Edmundo nunca consideró registrar su negocio y operar bajo el paraguas legal: “¿Por qué lo haría? Funciona así como está y no creo que más burocracia mejore la cosa (la situación)”, señaló.
El amparo legal del arrendamiento de viviendas de propiedad personal ha sufrido diversas transformaciones a lo largo de la historia.
En 1960, un año después del triunfo de la revolución cubana, fue prohibidia esa actividad económica.
En 1984, la ley 48 reconoció que “resulta conveniente, como una solución marginal a nuestro déficit habitacional, autorizar que los propietarios de viviendas que posean espacios sobrantes alquilen esos espacios, dentro de determinadas limitaciones”. Se autorizó sin que fueran necesarios trámites administrativos.
En 1988, la Ley 65, la Ley General de la Vivienda, reguló la posibilidad del arrendamiento de hasta dos habitaciones con o sin servicio sanitario propio, previa autorización de la Dirección Municipal de la Vivienda correspondiente.
Después la ley, que sigue vigente, sufrió varias modificaciones en cuanto a la renta.
La reforma más reciente fue la de 2018, mediante el Decreto Ley 35, que enuncia, en su artículo 74.1, que “los propietarios pueden arrendar sus viviendas, habitaciones y espacios, a personas naturales y jurídicas (…) mediante precio libremente concertado y previa autorización de la Dirección Municipal de Trabajo”.

Caída en el mercado inmobiliario
Mientras el mercado inmobiliario se caracteriza por rentas cada vez más costosas, el precio de las viviendas en venta se encuentra, al contrario, muy depreciado con respecto a años atrás.
Según el propietario de una inmobiliaria privada de La Habana, dedicada a la gestión de compra-venta de viviendas, la inflación ha impactado negativamente en los precios de los bienes inmuebles.
Además, entre 2020 y 2022, debido a la pandemia de covid-19, las notarías cerraron y las ventas de casas estuvieron prácticamente detenidas.
Por otra parte, la crisis migratoria a partir de 2022, en conjunto con la crisis de múltiples dimensiones que afronta Cuba, ha provocado que no existan casi clientes, y que los precios de las casas se desplomen sustancialmente.
“De 2020 hasta hoy, ha sido una de las peores épocas para el boom inmobiliario. El comportamiento ha ido en picada, y te puedes encontrar una casa que en 2015 costaba 500 000 dólares, a 200 000 dólares o menos”, dijo a IPS este corredor inmobiliario con más de 10 años en el sector, quien pidió anonimato.
Si bien algunas viviendas se ofertan en más de 100 000 dólares, también se pueden encontrar en 2000 dólares, en zonas periféricas de la capital y con peores condiciones infraestructurales.
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Según su experiencia, las personas interesadas en comprar casas suelen ser mujeres casadas con extranjeros que emigraron hace años a otro país, con la intención de poseer un hogar para pasar sus vacaciones en Cuba y dejarla al cuidado de otros familiares.
Asimismo, suelen ser cubanos dueños de negocios privados, o extranjeros que tienen residencia permanente en la isla; de estos últimos, algunos se aprovechan de los bajos precios del mercado para comprar casas, repararlas y vendérselas a otros extranjeros, explicó.
Quienes venden, por su parte, son personas desesperadas por emigrar o que no tienen los recursos para costear el mantenimiento de grandes inmuebles; o ancianos de bajos ingresos que compran luego una casa más barata para vivir sus últimos años con el dinero restante, dijo.
Los precios de las casas son más bajos, pero todavía inaccesibles para la mayoría de la población, sobre todo cuando la banca estatal, la única que legalmente puede tratar con la población, no ofrece opciones de crédito para su compra.
Aun así, muchos se cuestionan –los jóvenes, en gran medida– si vale la pena esa inversión.
“Comprarme una casa no me interesa mucho, ya que mi objetivo no es vivir en Cuba. Prefiero pagar un alquiler en estos momentos, quer gastar mis ahorros en una casa que no me interesa vivirla”, dijo Candelaria.
El ritmo lento de la construcción de nuevas viviendas, condicionado por la escasez de materiales de la construcción, tampoco ayuda para solventar la demanda habitacional del país.
ED: EG