SAN SALVADOR – Bajo un sol inclemente, el salvadoreño Baudilio Ortiz recorría un tramo del bulevar de Los Héroes, en San Salvador, para ofrecer a los automovilistas, cuando el semáforo estaba en rojo, bolsas plásticas para la basura y forros para volantes de los vehículos. Es su forma de obtener ingresos, pero el mercado informal no le ofrecerá una pensión para un retiro digno cuando las fuerzas flaqueen.
Ortiz, de 60 años, está justo en la edad, para hombres, en que debería comenzar a recibir una pensión, como sucede con los trabajadores del sector formal en El Salvador, mientras que las mujeres se jubilan a los 55 años.
Pero la incertidumbre y la preocupación abaten al comerciante, al no saber cómo enfrentar las vicisitudes que vendrán en el último tramo de su vida, la más frágil, una realidad que viven miles de personas en El Salvador y el resto de América Central.
Esa región abarca seis naciones, con unos 52 millones de habitantes en total y muchas carencias sociales, una de ellas, la baja cobertura previsional.
“Si uno se enferma no tengo ningún seguro de nada, aquí a la pura voluntad de Dios y a lo que la gente le compra a uno”, dijo a IPS el vendedor Ortiz, sosteniendo con sus manos los paquetes de bolsas y, con su cuello, los forros para volantes de automóviles.
“No sé cómo voy a enfrentar la vida cuando ya no pueda trabajar”: Baudilio Ortiz.
El vendedor ambulante es oriundo del cantón Gallo Solo, en el municipio de La Libertad Costa, en el litoral salvadoreño, y viaja todos los días al mismo tramo del bulevar de Los Héroes porque ya tiene clientela ahí, aseguró, tras 26 años de vender en ese mismo lugar.
Ortiz contó que trabajó un tiempo en una empresa formal, en el sector de la construcción, pero el subcontratista no le pagaba la contribución para su pensión, en un sistema que fue privatizado en 1998, siguiendo el modelo chileno, en la vorágine privatizadora que envolvió a El Salvador en la década de los 90.
En América Central, El Salvador es el único país con un sistema de pensiones exclusivamente privado de capitalización individual, en el que cada trabajador ahorra para su pensión futura. Aquí operan dos administradoras de fondos de pensiones (AFP) que manejan los ahorros de los trabajadores.
La tasa de cotización al sistema de pensiones salvadoreño es de 16 % del salario devengado por cada trabajador: 7,25 % aportado por el trabajador y 8,75% por el empleador. Tras 27 años funcionando, el sistema privado salvadoreño no ha cumplido con las expectativas que se plantearon casi tres décadas atrás, con magras pensiones que, en el mejor de los casos, rondan los 400 dólares mensuales.
En el resto de la región, existen sistemas de capitalización colectiva de reparto, administrados por las instituciones de seguridad social: los aportes de los afiliados conforman un gran fondo para financiar las pensiones presentes y futuras de los demás, explica un informe de la Organización Panamericana de la Salud.
Ese sistema coexiste con otro de capitalización individual, tanto públicos como privados, conformando sistemas mixtos que combinan ambas modalidades.
“No sé cómo voy a enfrentar la vida cuando ya no pueda trabajar”, señaló Ortiz, preocupado además por su esposa, también de 60 años, quien adolece de problemas de salud debido a la diabetes.

Alta informalidad, baja cobertura previsional
Trabajar en el mercado informal en América Central sigue la tendencia regional latinoamericana de ser el único espacio donde amplios sectores de la población pueden obtener ingresos
Los altos niveles de informalidad, entre otros factores, son un rasgo estructural de los mercados laborales regionales, lo que da lugar a bajas tasas de cotización y, por consiguiente, coberturas contributivas limitadas, señala un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), publicado este septiembre.
El reporte afirma que la cobertura de activos en América Latina —es decir, la proporción de la población económicamente activa que cotizaba a los sistemas de pensiones— era del 35,0% a comienzos del siglo XXI y del 47,9% en 2022. Y si bien muestra un alza, es aún insuficiente.
“En El Salvador tenemos un mercado laboral con una informalidad que va entre el 60 y el 70%, porque ni siquiera eso se tiene bien medido. Pero digamos que sea 60% o 65%, entonces eso ya te deja afuera a todo ese porcentaje del mercado laboral”, sostuvo el economista salvadoreño Carlos Acevedo, en entrevista con IPS.
Y agregó: “Entonces, para mí eso explica, básicamente, la baja cobertura en El Salvador. Y sospecharía que en Guatemala y el resto de Centroamérica es una situación similar”.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de 2024, reveló que la cobertura de pensiones por vejez alcanza a 60 % en Panamá, la más alta de América Central, seguida de Costa Rica, con un 56,2 %; Nicaragua, con 28,6 %; El Salvador, con 20,1 %; Guatemala, con 16,7 % y en el último lugar Honduras, con 10,7 %.
Acevedo consideró que se dificulta traer a esa masa de trabajadores a la economía formal, debido a los costos financieros que ese proceso acarrearía para ellos.
Eso en el caso de quienes quisieran dar los primeros pasos hacia la creación de un emprendimiento formal o una microempresa, como una pequeña sastrería o un taller mecánico, por ejemplo.
“El gran problema del sector informal, visto desde ellos mismos, es que les trae más costos que beneficios: tienen que pagar el IVA, Hacienda ya los tiene en el radar, hay que pagar los pasivos laborales, o sea, ya no solo es de pagar el salario, hay que pagar el salario mínimo si acaso no lo pagan, la cotización AFP y del Seguro Social, indemnización, vacaciones, aguinaldo, etc.”, aseguró.
Hacia una pensión solidaria
Costa Rica es el país de América Central, junto con Panamá, que más cobertura previsional ofrece. Su sistema de pensiones se basa en cuatro pilares: la pensión contributiva básica, la complementaria obligatoria, manejada por la Caja Costarricense de Seguro Social y la complementaria voluntaria, así como la no contributiva.
Esta última es la que el Estado asume y cubre, con un monto destinado a un segmento de personas que no logró insertarse en el mercado formal de la economía y, consecuentemente, no recibe un monto de ninguno de los tres esquemas descritos.
A esa pensión no contributiva es hacia donde deben dirigirse los esfuerzos previsionales, como Estado, por el componente humanista que conlleva: brindar un aporte a gente que se esforzó en la vida pero, por distorsiones estructurales, no pudo cotizar, señaló el economista Welmer Ramos, expresidente del Banco Central de Reserva, de Costa Rica.
“Es gente generalmente que ha estado en actividades informales, que ha trabajado por cuenta propia, etc. y que está en una condición de vulnerabilidad social”, subrayó Ramos a IPS, vía telefónica, desde San José, la capital del país.
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En el mundo occidental, sostuvo, se ha impulsado un sistema tributario que tiende a exonerar al que más gana y grabar al que gasta y se debe poner impuestos más progresivos, pues hoy en día son muy regresivos, es decir, gravan porcentualmente más al que menos ingresos tiene.
Una sociedad solidaria, acotó, tiene que tener los mecanismos para que todos tengan una vida aceptable, y si el Estado no logró generar las condiciones de empleo a esas personas, entonces debería de tener un sistema impositivo que permita captar lo suficiente para suplir un fondo de pensiones para ellos y dar una pensión digna.
Ese aporte no contributivo representa el equivalente a los 160 dólares mensuales. “Es ridículamente baja”, para enfrentar el alto costo de vida en Costa Rica, afirmó el experto.
Un reporte de la Universidad de Costa Rica señaló que son alrededor de 92 000 personas las que reciben ese tipo de aportes no contributivos, pero aún quedan 215 000 sin ninguno, entre 546 225 habitantes mayores de 65 años.
Al vendedor salvadoreño de bolsas plásticas, parado en el tramo del bulevar de Los Héroes, en San Salvador, esa cantidad otorgada por el Estado costarricense le suena maravillosa.
“Ojalá hubiera algo así aquí en El Salvador, con un dinerito así, mensual, pudiera reparar mi casita de adobe, que se me está cayendo allá en el cantón”, afirmó. Luego el semáforo cambió a rojo y se lanzó nuevamente a la caza de compradores de sus bolsas, que vende a un dólar cada paquetito.
ED: EG