NACIONES UNIDAS – ¿Está la impredecible administración de Donald Trump jugando con la idea de reanudar las pruebas nucleares? El diario The New York Times informó el 10 de abril que algunos de los principales asesores del presidente habían propuesto la reanudación de «pruebas de detonación en aras de la seguridad nacional». La última explosión de este tipo en Estados Unidos tuvo lugar en 1992.
Sin embargo, Brandon Williams, nuevo administrador de la estadounidense Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA), que desempeña un papel fundamental en el esfuerzo de modernización de las armas nucleares del país, valorado en 1,7 billones (millones de millones) de dólares, declaró el mismo mes de abril ante la Comisión de Servicios Armados del Senado que no recomendaría la reanudación de los ensayos con armas nucleares.
La última prueba nuclear a gran escala confirmada fue realizada por Corea del Norte en septiembre de 2017, y es posible que haya más.
En una reunión celebrada el 26 de septiembre con motivo del Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que «las amenazas de pruebas nucleares están volviendo, mientras que las bravuconadas nucleares son más fuertes que en décadas pasadas».
Los avances logrados con tanto esfuerzo —la reducción de los arsenales y el cese de los ensayos— se están deshaciendo ante nuestros ojos. Estamos entrando como sonámbulos en una nueva carrera armamentística nuclear, advirtió Guterres.
«Hago un llamamiento a todos los Estados para que ratifiquen el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, poniendo fin de una vez por todas al oscuro legado de los ensayos nucleares. Y todos los Estados deben apoyar a las víctimas del uso y los ensayos nucleares, y hacer frente a los daños duraderos: tierras envenenadas, enfermedades crónicas y traumas duraderos», planteó Guterres.
Mientras tanto, las devastadoras secuelas de los ensayos nucleares del pasado siguen persistiendo.
Durante las pruebas nucleares británicas realizadas en Australia entre 1952 y 1963, las voces de los indígenas fueron sistemáticamente ignoradas, lo que provocó graves daños para la salud y la cultura, según un informe publicado.
Tras décadas de incansables campañas, los supervivientes y sus descendientes han conseguido que se reconozca oficialmente, aunque tardíamente, el daño causado. Sin embargo, la lucha por la justicia plena continúa hasta hoy, y las voces de muchos siguen sin ser escuchadas.
Durante años, ambos gobiernos desestimaron o encubrieron los peligros para la salud asociados a las pruebas, a pesar de que las comunidades aborígenes denunciaban graves problemas de salud, como erupciones cutáneas, ceguera y cánceres. En una carta de 1956, un científico del gobierno australiano se burlaba de un oficial de patrulla por dar prioridad a la seguridad de «un puñado de nativos» por encima de la Mancomunidad de Naciones británica, la Commonwealth.
A pesar de la ignorancia sancionada por el Estado, los supervivientes aborígenes y sus defensores se negaron a ser silenciados y se aseguraron de que sus experiencias fueran reconocidas.
M.V. Ramana, profesor y titular de la Cátedra Simons de Desarme, Seguridad Global y Humana y director pro tempore de la Escuela de Política Pública y Asuntos Globales de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, dijo a IPS que la reanudación de los ensayos con armas nucleares por parte de Estados Unidos probablemente llevará a otros países como Rusia, China, India y Corea del Norte a realizar sus propios ensayos nucleares.
A su vez, esto aumentará la probabilidad de una carrera armamentística nuclear acelerada y una mayor probabilidad de que se utilicen armas nucleares en algún lugar del mundo con consecuencias catastróficas.
Pero incluso sin una guerra nuclear, las personas que viven cerca de estos lugares de ensayo, que en muchos casos incluyen comunidades indígenas, sufrirán la exposición a la contaminación radiactiva y otros efectos medioambientales.
La única fuerza compensatoria en la que se puede depositar cierta esperanza en estas circunstancias es el movimiento por la paz y el desarme, que podría catalizar la oposición pública a los ensayos, consideró Ramana.
Jackie Cabasso, directora ejecutiva de la Western States Legal Foundation, con base en la ciudad estadounidense de Oakland, dijo a IPS que «es algo tranquilizador que el nuevo director de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear de Estados Unidos, Brandon Williams, dijera durante sus audiencias de confirmación que desaconsejaría la reanudación de los ensayos nucleares explosivos»
Sin embargo, añadió, «la probable política nuclear del segundo mandato de Trump se detalla en un manifiesto del Proyecto 2025, que propone que una segunda administración Trump dé prioridad a los programas de armas nucleares sobre otros programas de seguridad, acelere el desarrollo y la producción de todos los programas de armas nucleares, aumente la financiación para el desarrollo y la producción de ojivas nucleares nuevas y modernizadas, y se prepare para probar nuevas armas nucleares».
Por otra parte, recordó la especialista, Robert O’Brien, asesor de seguridad nacional de Trump durante su primer mandato, escribió en Foreign Affairs que, para contrarrestar las continuas inversiones de China y Rusia en sus arsenales nucleares, Estados Unidos debería reanudar los ensayos nucleares.
«Y debemos tener en cuenta que Russell Vought, uno de los arquitectos y coautores del Proyecto 2025, es ahora el director de la poderosa Oficina de Gestión y Presupuesto», dijo Cabasso.
Desde 1945, dijo, se han realizado 2056 pruebas de armas nucleares por al menos ocho países. La mayoría de estas pruebas se han llevado a cabo en tierras de pueblos indígenas y colonizados.
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Estados Unidos realizó 1030 de esas pruebas en la atmósfera, bajo el agua y bajo tierra, mientras que la extinta Unión Soviética -ahora Rusia- llevó a cabo 715 detonaciones nucleares.
«Estas explosiones nucleales no solo impulsaron el desarrollo y la proliferación de las armas nucleares, sino que también causaron la muerte de cientos de miles de personas y el sufrimiento —que aún continúa— de millones más a causa de enfermedades directamente relacionadas con la lluvia radiactiva provocada por las detonaciones nucleares en Estados Unidos, las islas del Pacífico, Australia, China, Argelia, Rusia, Kazajistán, India, Pakistán, Corea del Norte y otros lugares», afirmó Cabasso.
Según un extracto de Amnistía Internacional, algunos de los principales lugares de ensayos nucleares son:
• Nevada Test Site, en Estados Unidos: lugar principal de los ensayos atmosféricos y subterráneos de EE. UU. durante más de 40 años. Las precipitaciones radiactivas de los ensayos atmosféricos fueron transportadas por el viento a vastas zonas situadas a sotavento.
• Pacific Proving Grounds: lugar estadounidense en las Islas Marshall donde numerosos ensayos de alto rendimiento, incluido el lanzamiento Castle Bravo de 1954, causaron una amplia contaminación radiactiva.
• Centro de Pruebas de Semipalatinsk, Kazajistán: uno de los principales centros de pruebas soviéticos, donde 456 pruebas expusieron a un millón de personas a la radiación, lo que provocó altas tasas de cáncer y defectos congénitos.
• Novaya Zemlya, Rusia: el centro de pruebas de la Unión Soviética para la mayor explosión nuclear de la historia, la Bomba del Zar, en 1961.
• Lop Nor, China: el lugar donde se realizaron todas las pruebas nucleares de China.
• Reggane y Ekker, Argelia; atolones de Mururoa y Fangataufa, Polinesia Francesa: lugares de ensayo nuclear franceses.
• Maralinga, Emu Field y Montebello, Australia: lugares de ensayo británicos.
Los efectos sobre el medio ambiente y la salud incluyen:
• Lluvia radiactiva global: Las pruebas atmosféricas esparcieron partículas radiactivas, como yodo-131, cesio-137 y estroncio-90, por todo el mundo. Esto aumentó significativamente la radiactividad atmosférica, que alcanzó su punto máximo en 1963.
• Aumento de las tasas de cáncer: la exposición prolongada a la lluvia radiactiva se ha relacionado con el aumento de las tasas de diversos tipos de cáncer, como el cáncer de tiroides, la leucemia y otros tumores sólidos. Los riesgos más elevados se observan a menudo en las comunidades que viven a sotavento de los lugares de ensayo y en las personas expuestas durante la infancia.
• Enfermedad aguda por radiación: Las personas cercanas a los lugares de ensayo que estuvieron expuestas a altos niveles de radiación sufrieron síntomas inmediatos como náuseas, vómitos y pérdida de cabello.
• Contaminación del suelo y el agua: Las partículas radiactivas pueden contaminar el suelo, el agua y el aire durante décadas, entrando en la cadena alimentaria y planteando riesgos a largo plazo.
• Alteración de los ecosistemas: La lluvia radiactiva puede causar mutaciones genéticas y la muerte de poblaciones animales, lo que conduce a una alteración ecológica más amplia.
• Impacto psicológico: los supervivientes y las comunidades afectadas también han sufrido profundos traumas psicológicos, ansiedad y miedo.
• Indemnización a los habitantes de las zonas situadas a sotavento: en Estados Unidos, en 1990 se promulgó la Ley de Indemnización por Exposición a la Radiación (Reca, en inglés) para indemnizar a los habitantes de las zonas situadas a sotavento que contrajeron cánceres y enfermedades específicos por la exposición a la lluvia radiactiva del centro de pruebas de Nevada.
T: MF / ED: EG