¿Podrá la región Asia-Pacífico suministrar energía limpia y asequible para 2030?

Este es un artículo de opinión de Armida Salsiah Alisjahbana, subsecretaria general de las Naciones Unidas y secretaria ejecutiva de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico.

Una madre cuida a su bebé mientras cocina en una estufa tradicional. Aproximadamente 1000 millones de personas en Asia y el Pacífico aún dependen de combustibles tradicionales contaminantes para cocinar, lo que provoca una mala calidad del aire interior. Imagen: Quang Nguyen Vinh / Unsplash

BANGKOK – El futuro del panorama energético mundial estará determinado por Asia y el Pacífico. Durante las últimas dos décadas, nuestra región ha sido el principal motor de la demanda energética y las emisiones a nivel mundial. La energía ha impulsado la prosperidad, ha sacado a millones de personas de la pobreza y ha transformado las sociedades.

Sin embargo, este progreso ha tenido un costo: el aumento de las desigualdades, la dependencia arraigada de los combustibles fósiles y la creciente vulnerabilidad climática, lo que dificulta el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los objetivos climáticos.

Las brechas que debemos cerrar

¿Qué se necesita realmente para que la región realice la transición energética y alcance el ODS 7 —energía limpia, asequible, confiable y moderna para todos— para 2030? El nuevo Informe sobre las tendencias regionales en materia de energía para el desarrollo sostenible muestra que el acceso universal a la electricidad está al alcance de la mano. Sin embargo, otras dimensiones de la energía sostenible requieren una aceleración urgente.

La cocina limpia sigue siendo el reto más acuciante. Casi 1000 millones de personas en Asia y el Pacífico siguen dependiendo de los combustibles tradicionales, lo que expone a los hogares —especialmente a las mujeres y los niños— a niveles peligrosos de contaminación del aire en el interior. La energía renovable está creciendo, aunque el ritmo sigue siendo insuficiente para satisfacer la creciente demanda y reducir las emisiones en la medida necesaria.

La autora, Armida Salsiah Alisjahbana

Por habitante, la capacidad instalada de energía renovable en Asia y el Pacífico sigue siendo inferior a la de otras partes del mundo. Al mismo tiempo, la eficiencia energética sigue estando infrautilizada, lo que deja sin explotar el potencial de reducir el consumo, disminuir los costos energéticos y reducir las emisiones de carbono.

A estos retos se suman nuevas presiones. Garantizar el acceso a las materias primas esenciales y su desarrollo sostenible es fundamental para avanzar en la transición energética, mientras que la ampliación de la conectividad de la red eléctrica regional es crucial para mejorar la seguridad energética y mantener la electricidad asequible.

Los sectores en rápido crecimiento, como los centros de datos, también deben orientarse hacia vías bajas en carbono. Para cumplir estas prioridades se necesitará una planificación estratégica, una acción coordinada y un firme compromiso con la justicia y la equidad.

Impulso emergente

La región de Asia y el Pacífico está mostrando signos alentadores en los últimos años, con muchas iniciativas emergentes en las que inspirarse. Las iniciativas subregionales, como la red eléctrica de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y el comercio trilateral de energía entre Nepal, India y Bangladés, están fomentando los intercambios transfronterizos de electricidad, mejorando la fiabilidad y permitiendo una mayor integración de las energías renovables.

China e India están a la vanguardia de las energías renovables, mientras que países del Pacífico como Fiyi, las Islas Salomón y Vanuatu se han fijado el objetivo de alcanzar 100 % de electricidad renovable para 2030. Indonesia y Filipinas están ampliando su capacidad geotérmica. El almacenamiento de baterías a escala de red en Australia está ayudando a gestionar las fluctuaciones de las energías renovables y a reforzar la resiliencia del sistema.

Las industrias, los centros urbanos y el sector del transporte también están impulsando el cambio. Los países están ampliando rápidamente la adopción de vehículos eléctricos mediante inversiones e infraestructuras. Japón y Singapur están mejorando la eficiencia energética de los edificios con normas estrictas y programas de incentivos, y Corea del Sur está desplegando tecnologías de redes inteligentes para optimizar el uso.

Estos ejemplos ilustran que la innovación, la inversión y la cooperación están creando las condiciones para un progreso energético escalable en toda la región.

Una transición justa para todos

La transición energética no es solo un cambio tecnológico, sino también una transformación social. Para muchos, como los trabajadores de las industrias de combustibles fósiles, los hogares con escasa disponibilidad energética y los jóvenes que se incorporan al mercado laboral, la transición será una realidad vivida.

El reciclaje profesional, la educación y la protección social deben acompañar a este cambio, al tiempo que se crean puestos de trabajo dignos en los sectores de las energías renovables y la eficiencia energética.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada por la pobreza energética y siguen estando infrarrepresentadas en la mano de obra y en los puestos de toma de decisiones del sector energético. Es necesario facilitar la plena participación de las mujeres en el sector para acelerar la innovación y el crecimiento inclusivo.

Una transición energética justa debe tener en cuenta las cuestiones de género, con políticas e inversiones diseñadas para cerrar las brechas en materia de acceso, empleo y liderazgo.

Convertir la ambición en acción

Hay tres ingredientes que destacan:

1. Ambición en las políticas y la planificación.

    • Los países necesitan políticas audaces e integradas que alineen los planes energéticos nacionales con los compromisos climáticos, incluidos los objetivos de cero emisiones netas. Esto significa establecer ambiciones más altas en materia de energía renovable, reducir gradualmente la dependencia del carbón, incorporar la eficiencia energética en todos los sectores y garantizar que las políticas sean justas e inclusivas.

2. Aumento de la inversión.

      • Para alcanzar el ODS 7 es necesario movilizar billones de dólares en inversiones en energía sostenible. Los gobiernos por sí solos no pueden soportar esta carga. Los mecanismos de reducción del riesgo, la financiación innovadora y las asociaciones público-privadas serán fundamentales para desbloquear los flujos de capital.

3. Cooperación regional.

    • La integración de las redes regionales y el comercio transfronterizo de energía, así como los enfoques compartidos para el desarrollo de minerales críticos para la transición energética y las normas tecnológicas, pueden generar eficiencia y resiliencia.

La región ha demostrado que el cambio transformador es posible. Hace solo veinte años, cientos de millones de personas carecían de acceso a la electricidad. Hoy en día, el acceso universal está al alcance de la mano, lo que demuestra que las brechas aparentemente insuperables en materia de cocina limpia, despliegue de energías renovables y eficiencia pueden superarse con una voluntad política decidida y medidas audaces.

Cuando los países de Asia y el Pacífico se reúnan en septiembre en el Comité de Energía de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (Cespap), el mensaje será claro: debemos actuar con urgencia, ambición y solidaridad, o correremos el riesgo de quedarnos atrapados en vías de alto carbono. Las decisiones que se tomen en los próximos años definirán el futuro energético de la región mucho más allá de 2030.

T: MF / ED: EG

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