SAN FRANCISCO / APEX, Estados Unidos – Sin duda, la mayoría de los activistas climáticos y gobiernos se alegraron cuando Brasil se ofreció a ser sede de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima de 2025, que se celebrará en noviembre.
Brasil ha desempeñado un papel crucial en la definición de la agenda de desarrollo sostenible. Fue sede de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992, donde se acordaron la Agenda 21 y el plan para la sostenibilidad en el siglo XXI, la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 27 principios destinados a guiar a los países en el desarrollo sostenible futuro, y también firmó el Convenio sobre la Diversidad Biológica y los Principios Forestales.
Tras la Cumbre de la Tierra de Río, se crearon nuevos organismos de la ONU para supervisar la implementación de estos acuerdos. Se trata de la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible (CDS), junto con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (Cnuld), la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB).
Fueron las que se definieron como las convenciones de Río.
Lo que quizás no se aprecia es que también dio inicio a lo que se convirtió en el Acuerdo sobre las Poblaciones de Peces Transzonales (firmado en 1995 y con vigencia desde 2001), el Convenio sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes (firmado en 2001 y en vigor desde 2004), y el Convenio sobre la Protección del Medio Ambiente y el Desarrollo (firmado en 2004).

En 2012, Brasil también fue sede de la cumbre de Río+20, que elevó el órgano rector del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) a un organismo universal —la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente— y transformó la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas.
Río+20 también fue la cuna del proceso que condujo a la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) tres años después.
A lo largo del texto final de la cumbre también se hacen referencias a otras áreas de los ODS. Mencionamos esto para destacar el importante papel que Brasil ha desempeñado en la definición de la agenda para el desarrollo sostenible.
El momento de brillar en Belém
Tanto la Conferencia de las Naciones Unidas de 1992 como la de 2012 se celebraron en Río de Janeiro, en parte porque el número de participantes se podía alojar fácilmente en los hoteles disponibles.
En 1992, se estima que asistieron 38 000 personas, a las que se suman 16 000 que asistieron al Foro de organizaciones no gubernamentales (ONG). La conferencia Río+20 recibió a más de 45 000 asistentes.
En esta ocasión, el gobierno brasileño decidió celebrar la 30 Conferencia de las Partes (COP30) de la Cmnucc, en Belém.

Podría decirse que la lógica es acertada: la ciudad está ubicada en la Amazonia oriental, lo que la convierte en el lugar perfecto para hablar sobre el cambio climático y el compromiso de Brasil con la protección de una selva tropical tan extensa que ha sido llamada el «pulmón de la Tierra».
Simbólicamente, la decisión de celebrar la COP30 en Belém es perfectamente sensata.
Pero la elección de la ciudad también ha generado controversia.
De hecho, no cabe duda de que muchos delegados y otras partes interesadas que asistieron a la reunión preparatoria de esta COP de la ONU en Bonn en junio no estaban contentos con que Belém fuera la ciudad anfitriona.
¿Por qué? Todo se reduce a las limitaciones que enfrenta cualquier ciudad pequeña.
Las estimaciones varían, pero en Belém solo hay 7900 habitaciones de hotel disponibles, y el equipo brasileño está haciendo todo lo posible para afrontar las expectativas de las cifras derivadas de la incorporación de cruceros (4000 habitaciones), Airbnb o alquileres a corto plazo (16 500 habitaciones) y la adaptación de escuelas.
Esto está lejos de ser suficiente para una cumbre del clima de esta escala y magnitud.
El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, afirmó que contaban con más de 30 000 habitaciones, en comparación con la estimación de 20 000 que funcionarios de la ONU habían indicado que Brasil debía proporcionar.
Para ofrecer una perspectiva, a continuación se presentan las cifras de las últimas cinco COP.
Estas excluyen a quienes no tuvieron acceso a la reunión de la ONU, pero asistieron a la denominada Zona Verde. En la mayoría de los países que albergan una COP, la Zona Verde se utiliza para acoger a la sociedad civil global sobre el clima, promover actividades de desarrollo sostenible y acoger a quienes no tienen acceso al evento principal, que se escenifica en la Zona Azul.
Se puede obtener una idea del número de personas que podrían querer asistir tomando un promedio de las últimas cuatro COP. Es evidente que, desde Glasgow, donde en 2021 se celebró la COP26, las cifras han aumentado considerablemente. Si tomamos el promedio de las cuatro COP anteriores a Belém, podríamos esperar que la COP brasileña atraiga a unas 58 000 personas.
Estas cifras superan con creces la capacidad de Belém para afrontar la situación.
Es más, se informa que la oferta limitada de habitaciones ya está teniendo un impacto drástico en los precios, elevando las tarifas a más de 1000 dólares por noche en muchos casos.
Esto es especialmente perjudicial para las delegaciones más pequeñas de los países más pobres, así como para otros actores clave, como grupos de pueblos indígenas y organizaciones sin fines de lucro, que podrían no contar con los recursos económicos de algunos países más ricos.
Belém y los anfitriones brasileños están haciendo todo lo posible para satisfacer la demanda.
Han traído dos cruceros con 6000 camas adicionales, que han prometido poner a disposición de los delegados de países en desarrollo a precios más bajos. Están trabajando activamente para aumentar la capacidad a través de Airbnb y para convertir escuelas y otros lugares en alojamiento temporal.
Y según un informe reciente de The New York Times, incluso están convirtiendo los «hoteles del amor» (habitaciones sencillas que sirven como para encuentros ocasionales de parejas) en hoteles normales, eliminando los aparatos «eróticos» (¡créase o no!) como las barras de striptease.
Sin embargo, incluso con estas soluciones creativas en juego, a muchos les preocupa que siga habiendo escasez de alojamiento.
Una Gran Carpa
¿Por qué importa esto? Después de todo, algunos creen que las COP se están volviendo demasiado grandes. Quienes critican las megacumbres señalan, con razón, que estas enormes reuniones crean pesadillas logísticas.
No solo eso, sino que también señalan, con razón, que solo unos pocos miles de personas de las decenas de miles que asisten participan en las negociaciones de la ONU. ¿Por qué necesitamos que todos los demás estén allí?
Además, con el cambio climático bajo ataque de los grupos de presión de los combustibles fósiles y un pequeño pero creciente número de políticos afines en todo el mundo, algunos gobiernos están reduciendo sus compromisos climáticos en lugar de aumentarlos. ¿Las delegaciones no serán más pequeñas si los gobiernos se comprometen menos?
Sin embargo, existe un contraargumento. En nuestra opinión, la gran mayoría de la población —y la mayoría de los gobiernos— mantiene su firme compromiso de abordar la amenaza existencial que supone el cambio climático. Por ello, creemos que el mundo necesita oportunidades para que las personas se reúnan en grandes cantidades y demuestren su compromiso y determinación.
La COP30 en Brasil podría haberlo proporcionado. Podría decirse que debería haber sido un evento sin precedentes con una participación masiva de organizaciones de pueblos indígenas, grupos comunitarios y actores más tradicionales.
Podría haber impulsado a ciudadanos comprometidos y activistas climáticos a crear una narrativa compartida para contrarrestar y desafiar la creciente oposición a la acción.
Sin duda, algo así seguirá ocurriendo en Belén, ya sea que atraiga (y pueda acoger) a 20 000, 30 000 o incluso más. Sin embargo, dadas las limitaciones de alojamiento de la pequeña ciudad, no alcanzará el nivel que podría haber alcanzado.
¿Una mejor manera?
Aunque ya es demasiado tarde para cambiar la sede de la COP30, ¿quizás sea necesario considerar un nuevo sistema? Agradeceríamos un proceso en el que la ONU evalúe las posibles opciones que el país anfitrión esté considerando. Dicha evaluación podría enviarse a la Oficina de la COP y se tomaría una decisión en coordinación con el país anfitrión.
Esto podría ayudar a evitar cualquier discrepancia entre el número de personas que desean asistir y quienes, de forma realista, pueden ser acogidas.
Un buen ejemplo de este tipo de proceso fue el enfoque transparente de Sudáfrica para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de 2002. En este caso, el gobierno sudafricano permitió que las ciudades presentaran sus candidaturas. Ciudad del Cabo, Durban y Johannesburgo presentaron sus candidaturas debidamente.
Posteriormente, el gobierno publicó la información pertinente y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas realizó una revisión de las ciudades mediante una visita de investigación. Finalmente, se determinó que solo Johannesburgo podía albergar a las 37 000 personas que asistieron oficialmente.
Además, hubo aún más personas involucradas en eventos relacionados que también tuvieron lugar en la ciudad al mismo tiempo.
Turquía y Australia: Planificación para la COP31
De cara al futuro, pensemos en la COP31: los dos países que aspiran a ser anfitriones de la COP31 son Australia y Turquía.
En el caso de Australia, Melbourne cuenta con unas 26 500 habitaciones de hotel, mientras que Sídney tiene 43 000 y Brisbane, unas 21 000, y se informa que está construyendo otras 3000. Por otro lado, Perth tiene 16 000, Adelaida 10 000 y Canberra, unas 7500.
Siendo realistas, esto probablemente significa que Sídney o (posiblemente) Melbourne o Brisbane podrían tener la capacidad para albergar un evento de esta envergadura.
En Turquía, la megaciudad de Estambul cuenta con la mayor capacidad, con estimaciones que oscilan entre 75 000 y más de 200 000 habitaciones, suficiente para una COP. Es difícil obtener cifras precisas de otras ciudades turcas, como Ankara y Esmirna. Sin embargo, este tipo de datos debería orientar a la decisión del país anfitrión de la COP31.
Por supuesto, existen cuestiones adicionales que deben abordarse para el país y la ciudad anfitriones, como el transporte, el tamaño del centro de conferencias y el acceso a suficientes cafeterías y otros puntos de venta en el recinto, incluyendo opciones vegetarianas y veganas.
Tiempo de Implementación
Otro cambio que nos gustaría ver en el proceso climático es tanto logístico como sustancial. Como presidente de la COP30, Brasil está desarrollando un proceso muy necesario dentro de la Zona Azul de los delegados para centrarse en la implementación de la Cmnucc y el Acuerdo de París, adoptado en la COP21 de 2015 en la capital francesa.
Dada la sólida reputación de Brasil por su creatividad diplomática, quizás esta innovación no debería sorprender. Sin embargo, sin duda debería ser bienvenida.
Las futuras presidencias deberían aprovechar esto. Necesitamos que las COP intensifiquen rápidamente el enfoque en la implementación si queremos mantenernos muy por debajo de los dos grados, y preferiblemente por debajo de los 1,5, para finales de siglo.
Una Zona Azul mejorada también debería albergar proyectos y coaliciones inspiradoras centradas no en políticas, sino en la implementación de lo que ya tenemos.
Como dijo una vez el expresidente estadounidense Barack Obama: “Somos la primera generación que siente los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo al respecto”.
Los profesores Felix Dodds y Chris Spence han participado en las negociaciones ambientales de la ONU desde la década de 1990. Su último libro, “La presión del cabildeo ambiental en las Naciones Unidas: Una guía para proteger nuestro planeta”, se publicó en junio de 2025.
T: MLM / ED: EG