RÍO DE JANEIRO – Es “asustador” que tantos brasileños que se dicen patriotas apoyen y aplaudan agresiones a su país practicadas por una potencia extranjera, según Renato Janine Ribeiro, presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia y exministro de Educación.
La imposición de un arancel de 50 % sobre las exportaciones brasileñas, desde el 6 de agosto, tuvo razones netamente políticas, como otras medidas que evidencian la hostilidad del gobierno estadounidense de Donald Trump hacia el Brasil actual, bajo gestión de una alianza entre la izquierda y fuerzas del centro político.
El súper arancel anunciado el 9 de julio entró en vigencia el 6 de agosto, con 694 excepciones entre los cerca de 4500 productos del comercio bilateral. Pero no hubo exención, todas las exportaciones siguen gravadas al menos en 10 %, que Trump impuso como mínimo a todo el mundo.
En el caso de Brasil, Trump justificó el llamado “arancelazo” por las acciones judiciales contra el expresidente Jair Bolsonaro, su aliado en la extrema derecha, incluyendo el juicio por intento de golpe de Estado en los tres meses siguientes a su derrota en las elecciones de octubre de 2022, cuando triunfó el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
El juicio quedó listo para sentencia, que emitirán los cinco jueces del grupo 1 del Supremo Tribunal Federal que juzgan la causa. El desenlace se espera para septiembre. Los ocho reos considerados cabecillas del golpe presentaron sus alegatos finales el 13 de agosto, declarándose inocentes, incluido Bolsonaro.
Como retaliciación arancelaria, Trump también mencionó los intentos de regular las grandes plataformas digitales de las transnacionales estadounidenses, las llamadas “big techs”, como Meta, Google y X.
Sanciones múltiples
Otras sanciones se dirigieron a ocho de los 11 jueces del Supremo Tribunal Federal y sus familiares, vetados de entrar a Estados Unidos. A uno de ellos, Alexandre de Moraes, se aplicó la ley Magnitsky, que impide operaciones financieras en instituciones estadounidenses a extranjeros involucrados en corrupción y violación de los derechos humanos.
Moraes se convirtió en el enemigo número uno de la extrema derecha brasileña y estadounidense, al conducir el proceso contra Bolsonaro y sus generales por el intento golpista y también el de la desinformación y discurso de odio que difunden las redes digitales.
Además, algunos sectores exportadores de Brasil están bajo investigación del Representante Comercial de Estados Unidos, en el ámbito de la sección 301 de la ley de comercio vigente desde 1974 que prevé sanciones a prácticas consideradas dañosas a los intereses estadounidenses.
La cancelación de visados para viajar a Estados Unidos también se aplicó a los dirigentes del programa brasileño Más Médicos, por contratar médicos cubanos en “régimen de trabajo forzado”, según el comunicado del Departamento de Estado, que mencionó el nombre de dos de los castigados.
La agresividad contra Brasil se expresa también en las numerosas acusaciones de Washington. “Cacería de brujas”, “dictadura judicial”, “violaciones de los derechos humanos”, “persecución a Bolsonaro”, censura y libertad de expresión restringida son algunas de las imputaciones de Trump y sus auxiliares.
Por último, el informe sobre derechos humanos de la cancillería estadounidense, divulgado el 12 de agosto, destaca un deterioro de la situación en Brasil, con asesinatos, torturas, detenciones arbitrarias, censura y ataques a la libertad de expresión y de prensa, mientras ignora violaciones en dictaduras como las de El Salvador y Arabia Saudí.

Ideología por encima de la nación
“Parte de la élite económica y política de Brasil, así como de la población, apoya esa agresión. Eso es asustador, porque no son pocas personas, sino multitudes, y hubo diputados y senadores saludando a Trump por sus medidas”, declaró Janine a IPS, por teléfono desde São Paulo.
Una encuesta del Instituto Datafolha, hecha el 29 y 30 de julio, registró que 57 % de los entrevistados considera incorrecta la injerencia de Trump en el juicio a Bolsonaro, mientras 36 % la aprueba.
En Brasil la extrema derecha actual es muy popular, porque la población está “decepcionada con la política”, acotó el también profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad de São Paulo.
En las manifestaciones de apoyo a Bolsonaro y por la amnistía a los involucrados en el intento de golpe, el 3 de agosto en varias ciudades, los activistas enarbolaban banderas de Estados Unidos e Israel, junto a la brasileña. Al parecer olvidaron el patriotismo que alardean, incluso en su consigna “Dios, patria y familia”.
En São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, con 12 millones de habitantes, el acto juntó a 37 600 personas, según un grupo de monitoreo vinculado a la Universidad de São Paulo, y muchos miles más en otras mediciones.
En una protesta de legisladores derechistas en la Cámara de Diputados, en Brasilia el 22 de julio, apareció un cartel de homenaje a Trump y su consigna “make America great again” (haz América grande de nuevo).
El gobernador del estado de São Paulo, Tarcisio de Freitas, culpó al presidente brasileño de haber provocado el súper arancel estadounidense, por sus actitudes “ideológicas” que habrían molestado a Trump.
Uno de los hijos del expresidente, el diputado Eduardo Bolsonaro, vive en Estados Unidos desde marzo, dedicado a promover sanciones a Brasil y especialmente al juez Moraes, que considera el verdugo de su familia. Se convirtió en el gran “traidor de la patria”, según el gobierno y la izquierda.

Amenaza novedosa
“Brasil nunca enfrentó una amenaza externa de esta naturaleza”, con el país dividido, como sucede ahora. En la segunda Guerra Mundial intentó mantenerse neutral y sufrió presiones de Estados Unidos para aliarse contra el nazismo, con divisiones también dentro del gobierno, recordó a IPS la politóloga Maria Herminia Tavares de Almeida.
La división ahora es entre el gobierno y la oposición extremada, una extrema derecha “con fuerza electoral que no se puede ignorar, con un tamaño suficiente para atraer otras corrientes derechistas en las elecciones”, según Tavares, socióloga y profesora emérita de ciencia política en la Universidad de São Paulo.
En su extremismo “la ideología se sobrepone a los intereses nacionales”, pero aún no se puede prever si sus manifestaciones de alianza con el gobierno también ultraderechista de Estados Unidos resultarán el desastre que sufrió la corriente política similar en Canadá, evaluó.
El Partido Conservador, franco favorito en las encuestas, perdió las elecciones del 28 de abril, frente al continuismo de la centro-izquierda canadiense. El vuelco se atribuye a las declaraciones de Trump de que haría de Canadá el 51 estado de su país y los nuevos aranceles, elevados a 25 % para algunos productos canadienses.
La nueva ultraderecha brasileña ganó “un rostro con Bolsonaro”, elegido como presidente en 2018, liderando “una feroz oposición” al izquierdista Partido de los Trabajadores, que gobernó Brasil de 2003 a 2016 y volvió al poder en 2023, destacó Tavares.
Ahora es “orgánica”, permanentemente movilizada, “tiene una interpretación propia del país, con sus medios de comunicación”, como la productora audiovisual Brasil Paralelo, la revista Oeste y otras publicaciones, además de sus populares comunicadores en las redes sociales, acotó a IPS, desde São Paulo, en entrevista telefónica.
“Las redes sociales no crearon la extrema derecha, pero ayudaron a su organización, facilitando la comunicación, la difusión de ideas y la creación de líderes, en una sociedad antes alejada de la política y más integrada ahora”, evaluó.
Elimar do Nascimento, profesor de la Universidad de Brasilia que se presenta como “sociólogo político y socioambiental”, identifica esa fuerza ultraderechista en su capacidad de diseminar narrativas por las redes digitales.
Ahora justifica el arancelazo de Trump como una reacción a la «provocaciones» de Lula. Entre ellas, aduce, la propuesta de desdolarizar las finanzas y el comercio mundiales por medio del gupo Brics (compuesto de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, con nuevas adhesiones) y amenazas de regulación de las “big techs”.
“Es como culpar las mujeres que usan minifaldas por las violaciones sexuales sufridas”, comparó, pero son narrativas que conquistan las mentes, mientras “el gobierno parece infantil en las redes”, señaló.
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El predominio del mundo digital sobre la prensa, desplazó “el espacio de la racionalidad y el raciocinio” basados en hechos, “ahora el hecho es lo que yo creo”, valen las narrativas, aunque sean falsedades, lamentó.
Eso viene desde el hombre de las cuevas que inventó un “dios del trueno” enfurecido para explicar los desastres, las tempestades, pero la creencia en las narrativas de la extrema derecha se diseminó actualmente a causa de la pérdida de dinamismo económico en el mundo, sostuvo.
La economía de China y Europa crecen hoy la mitad de lo que lo hacían algunos años antes, por ejemplo. Las capas medias empobrecieron y muchos obreros perdieron el empleo y lo atribuyen a la globalización, por eso tienden a apoyar Trump y sus similares, arguyó.
Para Janine, de todas formas es sorprendente y preocupa la “traición a la patria” de forma masiva, como se nota hoy en Brasil. En Francia hubo el “colaboracionismo” de dirigentes y la población con el nazismo alemán, que invadió el país en 1940, pero “después de la derrota”, mientras en Brasil “ocurre durante la batalla”, concluyó.
ED: EG