DAR ES SALAAM, Tanzania – Cuando la lluvia azotó durante toda la noche a su barrio, Teresia Katimba, de 44 años, apretó su rosario y rezó en silencio, con los dedos temblorosos al susurrar cada Ave María. Católica devota y madre de cuatro hijos, permaneció despierta, abrazando a sus niños, con la esperanza de que las aguas no los arrastraran.
En Jangwani, un barrio precario de Dar es Salaam propenso a inundaciones, donde el río Msimbazi serpentea entre precarias viviendas abarrotadas y un entramado de manglares, las lluvias intensas suelen provocar inundaciones y desplazamientos.
“No dormíamos algunas noches”, dijo Katimba. “Te quedabas despierta, esperando que llegara el agua”, recordó esta residente en Dar es Salaam, la mayor ciudad de Tanzania, que dejó de ser su capital pero aún es su gran centro económico y portuario y está situada en el centro de la costa nacional al océano Índico.
Katimba había aprendido a leer las señales. Y esa noche, eran claras: peligro. Su casa, enclavada peligrosamente junto a la ribera, se convirtió en objeto del infortunio.
Aguas turbias contaminadas con aguas negras, botellas plásticas y basura, irrumpían una y otra vez por la puerta, empapando colchones y echando a perder sus reservas de harina de maíz, carbón y sardinas secas.
“Mis hijos estaban aterrados; de alguna manera, logramos sobrevivir”, contó.
Katimba, emprendedora, reconocía el peligro. Pero, como muchos residentes de barrios empobrecidos, permaneció allí hasta que casi lo perdió todo por las inundaciones.
Ahora su vida es distinta. En 2024 recibió una compensación y se mudó a Madale, un barrio boscoso y seco a 39 kilómetros de distancia, donde construyó una casa modesta. “Estamos muy felices aquí”, dijo, “no hay que preocuparse por el agua”.
La historia de Katimba refleja los desafíos más amplios que enfrentan muchas personas en la ciudad de Dar es Salaam.

Escape milagroso
Matilda Msemwa, residente de Kigogo, recuerda cómo las inundaciones invadieron su sala y destruyeron sus valiosos muebles.
Poco después de la medianoche, percibió un mal olor y un cambio abrupto en la presión del aire. Minutos después, el agua ya le llegaba a la cintura.
“Tuve que gritar por ayuda. Mi hija casi se ahoga cuando la casa se llenó de agua violentamente”, relató.
Urbanización acelerada
Con 5,8 millones de habitantes, Dar es Salaam, una de las ciudades de África de más rápido crecimiento, es altamente vulnerable a las inundaciones.
Alrededor de 70 % de su población vive en asentamientos informales propensos a este tipo de desastres. En 2018, un solo episodio de inundación en la cuenca del Msimbazi causó daños por 100 millones de dólares, equivalente al 2 % del PIB de la ciudad, según datos del Banco Mundial.
Pero por primera vez, Dar es Salaam está enfrentando de lleno esta amenaza.
Con financiamiento climático, el Proyecto de Desarrollo de la Cuenca del Msimbazi, de 200 millones de dólares aportados por el Banco Mundial, busca transformar las zonas propensas a inundaciones en un parque verde resiliente al clima.
Con vigencia hasta 2028, el proyecto se centra en la parte baja de la cuenca del Msimbazi, hogar de 330 000 personas que viven en asentamientos precarios.
Los planes incluyen infraestructura moderna de control de inundaciones: dragado del río, terrazas y una renovación total del puente y la terminal de autobuses de Jangwani.
“Este proyecto se concibió después de las devastadoras inundaciones de febrero de 2018”, explicó John Morton, gerente del proyecto en el Banco Mundial. “La entonces vicepresidenta, hoy presidenta, convocó a todas las agencias y les pidió que encontraran una solución para Msimbazi”, añadió.
Así nació el Plan de Oportunidad de Msimbazi, una hoja de ruta integral para restaurar la cuenca degradada y gestionar futuras inundaciones. Ese plan se materializa gracias a un préstamo concesional de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), parte del Grupo Banco Mundial.
“Los créditos de la AIF son concesionales”, señaló Morton. “Tienen intereses bajos o nulos, con un largo período de gracia y de pago”, detalló.

Más que dinero
Pero no es solo el Banco Mundial el que apuesta por la obra. Los Países Bajos y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) también participan.
“La contribución de los Países Bajos es una donación”, afirmó Morton. “Financian 30 millones de euros, cofinanciando un subcomponente del proyecto… Es un contrato grande de movimiento de tierras. Ellos cubrirán 50 % hasta alcanzar su tope, y nosotros cubrimos el resto”, explicó.
Los fondos españoles, añadió, tienen una estructura similar a la de la AIF y se integrarán al proyecto una vez finalizados.
Evacuación a zonas seguras
Uno de los aspectos más controversiales del proyecto es el reasentamiento de personas de bajos ingresos que viven actualmente en la llanura inundable. Para Morton, la lógica es clara: el rescate empieza con la reubicación.
“Era evidente que la gente no quería seguir viviendo allí”, afirmó. “Sus propiedades se dañaban. Sus hijos perdían la escuela… las inundaciones eran demasiado devastadoras”, dijo.
Según el Banco Mundial, se han destinado 30 millones de dólares para el reasentamiento de unas 3500 familias atrapadas en zonas de alto riesgo.
Recuperar el verde
En el corazón del proyecto no solo hay casas secas, sino un parque vivo y verde. La llanura de inundación de Msimbazi, ahora un caos de asentamientos y basura, será restaurada como área de retención natural, donde las aguas puedan extenderse sin destruir vidas ni bienes.
“Lo que tendremos será básicamente un área de retención de inundaciones que será un parque, con ecosistemas naturales y algunas instalaciones recreativas que puedan inundarse naturalmente”, dijo Morton.
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Los bosques de manglares, clave para los ecosistemas fluviales y marinos, serán protegidos y ampliados.
“Los manglares cumplen una función importante tanto en la costa como en el río”, explicó Morton. “Hoy están amenazados por sedimentos y basura. La idea es expandirlos y mantener su rol en la purificación del agua”, añadió.
Sin desperdiciar
Otro problema clave en Dar es Salaam es el de los residuos, sólidos y líquidos, que obstruyen el río y contaminan el océano Índico. Vertidos descontrolados, aguas residuales domésticas y efluentes industriales han vuelto el río tóxico en ciertos puntos.
El proyecto, afirma Morton, aborda directamente esta problemática.
“Hay un componente de gestión de cuencas que incluye reforestación en la parte media y alta, protección de riberas e inversiones en gestión de residuos sólidos”, detalló.
Muchas de estas acciones se dirigen a los asentamientos informales que actualmente vierten desechos directamente al río.
“Se invertirán recursos para organizar a estas comunidades y los servicios, mejorando la recolección de residuos”, agregó.
En cuanto a las aguas residuales, el proyecto iniciará un programa de monitoreo para entender mejor los flujos y trabajar con agencias para desarrollar planes de alcantarillado.
Optimismo cauteloso
“Es un punto de inflexión, pero solo si lo hacemos bien”, dijo Sylvia Macchi, experta urbana del Proyecto del Valle de Msimbazi.
Para Macchi, especialista en desarrollo urbano y observadora de larga data del caótico planeamiento de Dar es Salaam, este es “quizás el proyecto de resiliencia climática más ambicioso que la ciudad haya intentado”.
Pero todavía no celebra.
“Hemos visto grandes planes que no se concretan en Dar”, advierte. “Lo que importa ahora es la ejecución, no las promesas”.
La experta, quien lleva décadas investigando asentamientos informales e inundaciones urbanas en Tanzania, cree que el proyecto tiene potencial para redefinir el futuro de la ciudad si se hace bien.
“Despejar el valle, reubicar comunidades en riesgo y restaurar los espacios verdes a lo largo del Msimbazi es una transformación urbana a gran escala”, dijo a IPS.
¿Durará?
Todas las miradas están puestas en el futuro. El proyecto está previsto hasta 2028, pero ¿qué pasará después?
“Se está estudiando la creación de una institución que administre el parque, los bienes raíces y la cuenca en general”, indicó Morton. “Se están evaluando los aspectos legales y de financiamiento”, detalló.
Los ingresos podrían provenir de la venta de terrenos, tasas a desarrolladores e incluso minería regulada de arena.
“Habrá extracción controlada de arena, que ayudará a manejar la cuenca y generar fondos”, señaló.
Esta institución se encargará no solo del mantenimiento del parque, sino de garantizar que los logros en protección ambiental y resiliencia climática no se pierdan cuando finalice el proyecto.
Un oasis en construcción
En una ciudad que clama por espacios verdes, transformar la llanura de inundación del Msimbazi en un oasis urbano es tan simbólico como estratégico. Dar es Salaam no solo necesita protección contra las inundaciones, necesita esperanza. Y para Morton, el renacimiento de la cuenca es más que canales de drenaje y cemento.
“Será un activo para la ciudad”, aseguró. “No solo reducirá las inundaciones, también será un parque, un espacio verde que hoy no existe en Dar es Salaam. Estará abierto a todos: personas de bajos, medios y altos ingresos. Ese es el beneficio mayor”, anticipó.
Si tiene éxito, el Proyecto de Desarrollo de la Cuenca de Msimbazi no solo protegerá a los más vulnerables de Dar es Salaam; ofrecerá un modelo de planificación urbana resiliente al clima para toda África.
“Se trata de convertir la adversidad en oportunidad”, dijo Morton con optimismo mesurado.
Desde las riberas del río Msimbazi hasta los pasillos del Banco Mundial, la visión es clara. Dar es Salaam no volverá a rendirse ante las aguas. Con supervisión firme, participación comunitaria e innovación verde, su mayor debilidad podría convertirse en su activo más preciado.
T: GM / ED: EG