GINEBRA – Más de 330 millones de personas de 150 países se ven afectadas por las tormentas de arena y polvo que traspasan fronteras nacionales, provocan muertes prematuras, dañan la salud y reducen la producción de cultivos, destacó en un nuevo reporte la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
“Lo que comienza en una tormenta en el Sahara, puede oscurecer los cielos en Europa. Lo que se levanta en Asia Central, puede alterar la calidad del aire en China. La atmósfera no reconoce fronteras”, expuso Sara Basart, responsable científica de la OMM, en una sesión informativa en esta ciudad suiza.
Cada año entran a la atmósfera unos 2000 millones de toneladas de arena y partículas de polvo, imaginariamente equivalentes a que se hubieran disuelto de ese modo más de 300 de las gigantescas pirámides de Giza, en Egipto.
El informe de la agencia meteorológica advierte de que, aunque la cantidad de polvo disminuyó marginalmente en 2024, el impacto sobre los seres humanos y las economías va en aumento.
“Las tormentas de arena y polvo no sólo significan ventanas sucias y cielos brumosos. Dañan la salud y la calidad de vida de millones de personas y cuestan muchos millones de dólares”, afirmó Celeste Saulo, secretaria general de la OMM.
Aunque el movimiento de la arena y el polvo es un proceso meteorológico natural, el aumento de la degradación del suelo y la mala gestión del agua han exacerbado en las últimas décadas su prevalencia y propagación geográfica.
Las partículas de polvo y arena, 80 % de las cuales proceden del norte de África y Medio Oriente, pueden transportarse miles de kilómetros a través de fronteras y océanos.
Es precisamente lo que ocurrió en 2024. El polvo y la arena del Sahara occidental viajaron hasta las Islas Canarias españolas. Y los fuertes vientos y la sequía de Mongolia llevaron el polvo a Beijing y el norte de China.
América Latina y el Caribe las recibió en 2020, 2022, 2023 y nuevamente llegaron a la región caribeña entre mayo y junio de este año.
Las regiones más vulnerables al transporte de polvo a larga distancia son: el océano Atlántico tropical septentrional, entre África occidental y el Caribe; Sudamérica; el mar Mediterráneo; el mar Arábigo; la bahía de Bengala, y el centro-oriente de China.
“Una vez consideradas estacionales o localizadas, las tormentas de arena y polvo se han intensificado hasta convertirse en un peligro mundial persistente y cada vez más intenso”, declaró Rola Dashti, copresidenta de la Coalición de las Naciones Unidas para Combatir las Tormentas de Arena y Polvo.
Las tormentas pueden oscurecer la luz solar, alterando los ecosistemas terrestres y oceánicos. Además de las repercusiones medioambientales, tienen profundas repercusiones en los seres humanos y sus economías.
Entre 2018 y 2022, más de 3800 millone de personas, casi la mitad de la población mundial, estuvieron expuestas a partículas de polvo.
Esas partículas exacerban las enfermedades cardiovasculares y tienen otros efectos adversos para la salud, lo que provoca siete millones de muertes prematuras cada año, especialmente entre las poblaciones ya vulnerables.
Desde una perspectiva económica, las tormentas pueden conducir a una reducción de 20 % en la producción de cultivos entre las comunidades rurales, empujándolas hacia el hambre y la pobreza.
Solo en Medio Oriente y el Norte de África las pérdidas económicas en 2024, como consecuencia de las tormentas de arena y polvo, representaron 2,5 % del producto interno bruto regional.
La OMM hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que invierta más en sistemas de alerta temprana y seguimiento de datos.
“Ningún país, por muy preparado que esté, puede hacer frente a este reto por sí solo. Las tormentas de arena y polvo son una amenaza transfronteriza que exige una acción coordinada, multisectorial y multilateral”, afirmó Dashti.
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