La ciencia comunitaria desafía a la mayor hidroeléctrica de Brasil

Líderes indígenas del territorio Paquiçamba, tradicionalmente ocupado por el pueblo yudjá, en el estado brasileño de Pará. Estas comunidades pescan en las islas y penínsulas del río Xingu, pero afirman que un enorme proyecto hidroeléctrico ha alterado los ecosistemas locales. Imagen: Pedro Prado / CIDH

RÍO DE JANEIRO – Una comunidad indígena brasileña se enfrenta a la empresa responsable de una de las centrales hidroeléctricas más grandes del mundo por el impacto de sus represas en el medioambiente y los medios de vida.

Un estudio realizado por la comunidad afirma que la central de Belo Monte, inaugurada en 2016, es responsable de la alteración de los ríos, los peces y quienes dependen de ellos.

Los académicos que participaron en la investigación aseguran que las represas, destinadas a prevenir las inundaciones, están destruyendo los ecosistemas locales, pero la empresa responsable defiende con firmeza su trayectoria.

Las dos represas de Belo Monte han causado décadas de controversia debido a su instalación en un ecosistema selvático sensible en el estado amazónico de Pará, en el norte de Brasil.

Desvían gran parte del caudal natural del río Xingu hacia un embalse fuera del cauce que alimenta la central eléctrica principal. Esto incluye la reducción del caudal de un tramo de 130 kilómetros conocido como Volta Grande do Xingu (VGX o “Gran Curva”).

El pueblo juruna/yudjá es una población indígena que habita desde hace siglos las islas y penínsulas del curso medio y bajo del río Xingu, que utiliza canoas para desplazarse y cazar.

El proyecto Belo Monte ha unido a los juruna/yudjá, a otras comunidades pesqueras de pequeña escala y a un grupo de investigadores especializados en el monitoreo de los ciclos de inundación y los hábitats pesqueros a lo largo de la VGX.

A finales de mayo, los resultados de este programa de seguimiento se publicaron en Conservation Biology, una revista científica revisada por pares.

El artículo,  escrito por un equipo de 32 personas, concluyó que los desvíos de agua causados por las represas han provocado condiciones permanentes de sequía, que han devastado el desove de los peces y, en consecuencia, las capturas de los pescadores locales.

Además, documentaron cambios drásticos en los estilos de vida tradicionales y las prácticas pesqueras.

Mapa que muestra la ubicación de la cuenca del Xingu, territorios indígenas y represas hidroeléctricas
Mapa: Dialogue Earth

“Como vivimos aquí, nacimos aquí y crecimos aquí, conocemos muy bien la región. Por eso, si algo cambia, lo notamos muy rápidamente”, afirma Josiel Jacinto Pereira Juruna, autor principal del informe.

También es el vicejefe de Miratu, una aldea de unos 90 habitantes situada en la orilla occidental del Xingu. “Nuestros ancianos nos advirtieron que con el tiempo esto sucedería. Y una vez que se abrió la represa, así fue”, afirma.

Las comunidades ribereñas afirman que ya no pueden depender del ciclo natural de crecidas del río.

Desconfiados de las evaluaciones de impacto oficiales realizadas por los operadores de las represas, los miembros de las comunidades llevan desde 2013 realizando investigaciones independientes.

Como parte de estos esfuerzos, los juruna crearon en 2022 una organización, el Monitoreo Ambiental Territorial Independiente de la VGX (MATI-VGX).

Norte Energía, el consorcio privado que construyó y opera las represas, refuta muchas de las afirmaciones del estudio. Argumenta que las represas “no favorecen la sequía en el Xingu”. También insiste en que los cambios documentados por los investigadores ya se habían previsto cuando se planteó la construcción y se están abordando.

El consorcio declaró a Dialogue Earth que “el seguimiento realizado por MATI-VGX, a pesar de presentar importantes deficiencias metodológicas, ha puesto de manifiesto cambios que ya estaban previstos en la licencia ambiental y para los que Norte Energía está desarrollando medidas de mitigación y compensación”.

Norte Energia no ha dado más detalles sobre estas deficiencias metodológicas.

A la espera de las crecidas

El programa de monitoreo comunitario instaló medidores de nivel de agua en nueve sitios depiracema. Se trata de hábitats que se inundan estacionalmente y que son cruciales para la reproducción, la alimentación y el refugio de los peces.

Estas estaciones de monitoreo siguieron los protocolos utilizados por la Agencia Nacional de Aguas (ANA) de Brasil, como parte de una iniciativa para combinar el rigor científico con el conocimiento ecológico local sobre el comportamiento y el desove de los peces.

“El monitoreo se realiza a diario o semanalmente por los monitores locales, que son indígenas y ribereños que viven en la región afectada”, explica Camila Cherem Ribas, investigadora principal del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (Inpa) en Manaos y coautora del artículo.

En condiciones naturales, el sistema monzónico sudamericano provoca inundaciones fluviales que comienzan en noviembre. Muchos peces comienzan a desovar en diciembre, cuando los niveles de agua alcanzan umbrales críticos. El artículo de Conservation Biology afirma que los desvíos de agua de las represas retrasan estas inundaciones entre uno y cuatro meses.

Según la investigación, en una piracemacerca de la isla de Zé Maria, los peces necesitan un nivel de agua de al menos 103 centímetros para entrar en las zonas de desove. Este nivel no se alcanzó hasta febrero de 2022 y abril de 2023, mucho después de que hubiera comenzado la temporada natural de desove.

El artículo sostiene que estos retrasos impiden por completo el desove o provocan la muerte de los huevos y las larvas de los peces debido a la insuficiencia de las inundaciones, la disponibilidad de alimentos y la falta de refugio.

“Está prohibido inundar las tierras indígenas, pero el secado de las tierras indígenas no está contemplado en esa ley”, añade Ribas. “Estos entornos tienen características únicas y dependen del ciclo de inundaciones. Por lo tanto, la falta de inundaciones empieza a matar el medioambiente. Los indígenas lo han notado claramente”, prosigue.

La declaración de Norte Energía afirma que sus propios estudios con pescadores locales han identificado 140 zonas de piracema en la Volta Grande do Xingu: “Tal y como se prevé en la evaluación de impacto ambiental, una gran parte de estas zonas se inundarán al comienzo de la temporada, lo que garantizará las condiciones adecuadas para la reproducción de muchas especies. Además, es importante señalar que varias especies de peces no dependen de las piracemas para reproducirse”.

represa hidroeléctrica
Central hidroeléctrica de Belo Monte, en el estado de Pará, Brasil. Un estudio realizado por la comunidad afirma que la central es responsable de la alteración de los ríos, los peces y quienes dependen de ellos. La empresa cuestiona estas conclusiones, alegando que existen “deficiencias metodológicas relevantes”. Imagen: Roney Vieira / Norte Energia

Menos capturas

Según las investigaciones de las comunidades, esta alteración de las inundaciones afecta al ecosistema en general. La mayoría de los árboles de los bosques inundados estacionalmente suele sincronizar su fructificación con el aumento del nivel del agua, lo que proporciona un alimento crucial para los animales acuáticos y permite que sus semillas sean dispersadas por los peces.

Cuando las inundaciones se retrasan, los frutos caen antes de que llegue el agua, rompiendo esta conexión ecológica esencial y reduciendo la disponibilidad de alimento para los peces y otros animales acuáticos.

Los lugareños «no solo recopilan los datos, sino que también deciden qué hay que monitorear y cuáles deben ser las estrategias”, explica Ribas. “Cuando decidieron qué había que monitorear, tenían una visión mucho más ecológica que el monitoreo científico tradicional, que está muy compartimentado en la ciencia occidental”, añade.

Las capturas pesqueras en las comunidades locales también experimentaron un descenso drástico. Los investigadores compararon los datos recopilados por Norte Energía antes de que la represa entrara en funcionamiento (2001-2008) con los datos de las comunidades tras la construcción de la represa (2020-2023).
La cifra global de capturas por unidad de esfuerzo descendió de 11,1 kilogramos (kg) por pescador y día antes de 2009 a 4,53 kg a partir de 2020.
Las capturas medias también se desplomaron: las capturas de corvinas de río (Plagioscion) pasaron de casi 100 kg por salida de pesca a 1,66 kg, mientras que las de boquichico (Prochilodus nigricans) disminuyeron de 68 kg a 5,4 kg.

Según los investigadores, la composición de las capturas también cambió significativamente tras la construcción de la represa. El tucunaré (Cichla), un pez grande autóctono del Amazonas, representaba anteriormente 29 % de las capturas. Según los datos de seguimiento de la comunidad, esta cifra se ha reducido a solo 5,5 %.

Estos cambios obligaron a adaptar las prácticas pesqueras.

Por ejemplo, los casos de capturas con redes de enmalle entre la flota comercial de Altamira, la principal ciudad de la zona afectada por las represas, aumentaron de 22 % a 47 %, mientras que la pesca con anzuelo y línea disminuyó de 47 % a 35 %.

Las redes de enmalle suelen considerarse un método de pesca menos sostenible que el anzuelo y la línea, debido a la cantidad de especies no objetivo que pueden capturar inadvertidamente.

Norte Energía, en tanto, afirma: “La mayoría de las especies han mantenido la proporción de peces maduros durante los 13 años de estudio en la región de la Volta Grande do Xingu. Algunas especies han experimentado cambios en su patrón de reproducción, un escenario previsto en la evaluación de impacto ambiental del proyecto. Sin embargo, ninguna especie de pez se ha extinguido en las zonas de influencia del proyecto”.

“Muchos de los daños de Belo Monte se subestimaron en la evaluación formal (de impacto ambiental)”, explica Eve Bratman, profesora de estudios ambientales en el Franklin and Marshall College de Estados Unidos y quien no participó en el artículo de Conservation Biology.

“Los investigadores académicos y los miembros de la comunidad habían predicho completamente que la represa sería un desastre ecológico, además de una tragedia social”, añade. “Se podría haber evitado por completo si el gobierno y sus contratistas hubieran escuchado mejor a la sociedad civil desde el principio”, considera.

Monitoreo y mitigación

El estudio de las comunidades propone criterios específicos para un nuevo marco operativo para la central eléctrica y la región. Equilibra la producción de energía con el respeto ecológico.

Por ejemplo, ajustar los niveles de agua controlados por la represa del río a las fluctuaciones que se habrían producido de forma natural, favorecer la migración de los peces y sincronizar las inundaciones con los períodos naturales de fructificación de la vegetación ribereña.

Tanto los investigadores locales como sus colegas académicos afirman que es necesario un cambio de política. La energía hidroeléctrica se presenta como una opción ecológica, vital para reducir las emisiones de combustibles fósiles, y se estima que Belo Monte representa alrededor de 5 % de la capacidad de generación de electricidad de Brasil.

Pero los investigadores aseguran que su estudio demuestra que la energía hidroeléctrica tiene consecuencias que a menudo se pasan por alto.

“Al menos en la Amazonia, la energía hidroeléctrica no es una energía limpia”, dice Ribas. “Los costos medioambientales y sociales son muy elevados. La Amazonia depende del ciclo de las inundaciones. Las represas, por su propia naturaleza, lo interrumpen. Creemos que la única opción es cambiar el reparto del agua en la Volta Grande”, añade.

Un hombre con accesorios indígenas señala un mapa
Un líder del pueblo yudjá señala la ubicación de la central eléctrica de Belo Monte. En 2018, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó la zona para evaluar los posibles impactos socioambientales de los proyectos a gran escala. Imagen: Pedro Prado / CIDH

Por su parte, Norte Energía defiende con firmeza las credenciales medioambientales de su proyecto: “La cantidad de agua destinada a la Volta Grande do Xingu fue estudiada y establecida por el gobierno brasileño como parte de la subasta de concesiones [para las represas] y forma parte del proceso de concesión de licencias ambientales».

«El modelo actual se desarrolló a partir de 11 escenarios hidrológicos diferentes evaluados en la evaluación de impacto ambiental y es una medida de mitigación ambiental, con el objetivo de garantizar, entre otras cosas, la inundación de las zonas de piracemay el mantenimiento de los ciclos ecológicos del río”, añade.

Norte Energía afirma que su seguimiento cumple los criterios establecidos por el organismo regulador medioambiental de Brasil, el Instituto Brasileño de Medioambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama).

Además, el consorcio asegura que su investigación ha dado lugar a 36 artículos científicos en revistas nacionales e internacionales y 39 resúmenes presentados en conferencias académicas.

Norte Energía afirma que ha tomado medidas paliativas, entre las que se incluyen compensaciones para proteger y mantener los lugares de reproducción y alimentación de la fauna, la creación de laboratorios de ecología y reproducción de peces, la restauración de la vegetación para mantener los entornos de reproducción y alimentación, el refuerzo de las medidas de producción de subsistencia con las familias ribereñas y los pescadores y la mejora de los sistemas de abastecimiento de agua y alcantarillado.

La empresa afirma que sus inversiones socioambientales en la región ascienden a 8000 millones de reales brasileños (1400 millones de dólares).

Por su parte, Ibama ha declarado a Dialogue Earth que “supervisa continuamente el cumplimiento de las condiciones medioambientales establecidas en la licencia de la central hidroeléctrica de Belo Monte” mediante “el seguimiento de los datos generados por los programas previstos en el proceso de concesión de la licencia”.

Ibama continúa: “Hasta la fecha, el documento mencionado y los datos producidos por el Programa MATI-VGX no han sido incluidos en los registros del proceso de concesión de la licencia de la central hidroeléctrica de Belo Monte, lo que imposibilita a Ibama realizar cualquier declaración técnica”.

Integración de los conocimientos tradicionales

Pase lo que pase con los sitios de piracemade Belo Monte, los investigadores esperan que se extienda su modelo colaborativo de monitoreo.

Juruna afirma que espera que esta colaboración entre las comunidades ribereñas, los pueblos indígenas y los científicos se convierta en un referente para otros estudios, con el fin de demostrar que la ciencia puede incorporar los conocimientos locales de los pueblos tradicionales.

Más allá de esto, Juruna espera que haya solidaridad a nivel nacional. “No podemos prohibir Belo Monte, pero al menos podemos compartir el agua».

La gente de las grandes ciudades que recibe esta energía tiene que entender que nosotros también vivimos aquí. Somos seres humanos, necesitamos tener una vida. No podemos destruir este bioma solo para beneficiar a una parte de la sociedad y olvidarnos de las demás. Porque esa otra parte de la sociedad está sufriendo”, concluye.

Este artículo se publicó originalmente en Dialogue Earth.

RV: EG

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