NACIONES UNIDAS – Las inversiones mundiales en energía superaron los tres billones (millones de millones) de dólares en 2024, con al menos dos billones destinados a tecnologías e infraestructuras de energía limpia. A pesar de este avance, el consumo de combustibles fósiles sigue aumentando sin signos de ralentización, con especial relevancia en la región de Asia-Pacífico.
China lideró las inversiones en transición energética, con 48 %, seguida de Estados Unidos (17 %), Alemania (5 %), Reino Unido (4 %) y Francia (3 %).
Estas inversiones han abierto las puertas a tecnologías verdes como los paneles solares, los vehículos eléctricos y el almacenamiento en baterías, a un precio asequible.
Sin embargo, estos avances se han limitado a los países de ingresos altos. Los mercados emergentes y los países menos adelantados (PMA), excluida China, siguen dependiendo del carbón y los combustibles fósiles para satisfacer sus necesidades energéticas.
La encrucijada de Asia-Pacífico
La región de Asia y el Pacífico se ha enfrentado al mayor reto en su transición de los combustibles fósiles a las energías renovables. En 2023, la región de Asia-Pacífico representaba 47 % de la demanda mundial de energía, con China, India, Corea, Japón e Indonesia como principales responsables de esta cuota.
Hay que tener en cuenta que China ocupa una posición única, ya que contribuye a la transición energética como el mayor inversor en energía limpia, al tiempo que es el país más dependiente del carbón, como importante productor y consumidor.
En perspectiva, la inversión en energía limpia per cápita a nivel mundial es de 131 dólares, mientras que en Asia y el Pacífico es de 115 dólares. Sin embargo, si se excluye a China y otros países de ingresos altos, esa cifra se reduce a solo 18 dólares por persona.
Las diferencias en la inversión provienen en gran medida de los 10 países menos adelantados de la región. En conjunto, estos países representan 1,4 % de las inversiones mundiales en transición energética entre 2020 y 2023.
Sin embargo, en la 29 Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático, la COP29, celebrada en Bakú en noviembre de 2024, estos países anunciaron planes destinados a aumentar su capacidad de energía renovable de 20 gigavatios (GW) en 2023 a 58 GW en 2030, lo que supone un aumento de 290 %.
Mientras tanto, en el sudeste asiático, se prevé que la demanda de energía crezca 25 % entre 2024 y 2035, y se estima que, para 2050, su demanda energética podría superar a la de la Unión Europea (UE).
La paradoja del carbón
En 2023, la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico de las Naciones Unidas (Cespap) informó sobre que 81 % de las nuevas fuentes de energía renovable ofrecían alternativas más baratas a los combustibles fósiles.
A pesar de esta diferencia, el carbón sigue dominando la región de Asia-Pacífico sin ralentizarse.
En 2023, la región de Asia-Pacífico generó 45 % de su energía a partir del carbón, más que cualquier otra región, utilizando el recurso más intensivo en carbono disponible.
La región alberga 79 % de las centrales de carbón en funcionamiento del mundo, que generan 1,69 teravatios (TW) de los 2,13 TW de energía producida a partir del carbón a nivel mundial.
Para agravar aún más la situación, 96 % de toda la capacidad de carbón prevista, es decir, 553 gigavatios (GW) de los 578 GW, se encuentra exclusivamente en Asia-Pacífico.
De ese porcentaje, China representa 53 % de la capacidad actual y 71 % de la capacidad futura. India, Indonesia y Bangladesh constituyen el resto de la demanda energética de carbón. El carbón no representa solo energía, sino también dinero.
Tres de los principales exportadores mundiales de carbón —Indonesia, Australia y Mongolia— se encuentran en Asia-Pacífico. Indonesia es el mayor exportador mundial de carbón, con China e India como sus principales clientes.
Australia le sigue de cerca, con exportaciones de carbón por valor de más de 91 000 millones de dólares entre 2023 y 2024, y una industria minera que da empleo a 50 000 trabajadores. En Mongolia, las briquetas de carbón fueron su principal exportación, acumulando una riqueza de 8430 millones de dólares.
El carbón representa para estos países una herramienta económica vital, lo que hará que la transición sea aún más difícil.
Soluciones existentes
Para revertir este déficit y hacer que el mundo sea más verde, ya se dispone de la tecnología necesaria, indica la Cespap. Se cuenta con baterías de almacenamiento, energía nuclear, hidrógeno con bajas emisiones de carbono e incluso tecnologías limitadas de captura de carbono.
El reto consiste en implementar estas tecnologías y ampliarlas a un nivel que produzca resultados tangibles.
Sin estos cambios en la inversión y las políticas, la región de Asia-Pacífico pone en peligro el progreso mundial hacia la seguridad energética, la estabilidad económica y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), lo que dejará a muchos atrás en una temperatura cada vez más cálida y asfixiante.
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Para alinearse con los objetivos globales de cero emisiones netas de carbono y el ODS 7, que exige el acceso a una energía asequible y sostenible para todos, la inversión anual en energía debe aumentar hasta entre 2,2 y 2,4 billones de dólares para 2030. Y al menos 90 % de esta inversión debe centrarse en energías limpias.
Un futuro peligroso
A pesar de la urgencia de esta cuestión, se prevé que la demanda de carbón en las economías de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) aumente 5 % anual, pasando de 491 millones de toneladas métricas en 2024 a 567 millones de toneladas métricas en 2027.
Esta continua dependencia del carbón como energía primaria solo hará que la diversificación energética sea más difícil y costosa. Por eso en la Cespap y otras organizaciones de Asia-Pacífico se considera que es la hora de reducir la dependencia del cambón, antes de que la diversificación sea demasiado difícil, cuando se hace urgente cambiar estas perspectivas.
Como consecuencia de esta dependencia de energías sucias, algunas de las ciudades más contaminadas del mundo, como Delhi (India), Daca (Bangladés), Lahore (Pakistán) y Hotan (China), han registrado niveles de contaminación atmosférica entre 10 y 20 veces superiores a los límites considerados seguros por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El simple hecho de respirar el aire de estas ciudades puede suponer un riesgo significativo para la salud, y sin embargo millones de personas lo hacen.
El director de la Agencia Internacional de la Energía, Faith Birol, adviertío al respecto: «El mundo energético actual avanza rápidamente, pero existe un riesgo importante de que muchos países de todo el mundo se queden atrás».
La región de Asia-Pacífico en el punto de mira
La región de Asia-Pacífico alberga a dos tercios de la población mundial y representa 46 % del producto interno bruto (PIB) mundial. Esto significa que esta región es crucial para avanzar hacia los ODS y en particular el ODS 7.
«En ningún lugar es más urgente este reto —y esta oportunidad— que en Asia y el Pacífico», afirmó Armida Salsiah Alisjahbana, subsecretaria general de las Naciones Unidas y secretaria ejecutiva de la Cespap.
En su opinión, «esta es nuestra oportunidad de construir una economía más resiliente, equitativa y sostenible para todos. Nuestro objetivo es fomentar soluciones con base regional, sólidas desde el punto de vista técnico y viables desde el punto de vista financiero».
«A menos que Asia y el Pacífico lideren con valentía, la transición mundial (hacia las energías limpias) no estará a la altura de las expectativas», concluyó.
T: MF / ED: EG