De las resplandecientes costas de Niza a las esforzadas cultivadoras de algas de Zanzíbar

Algunos yates atracados en Port Lympia, en la ciudad francesa de Niza, donde se celebra la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos. Imagen: Kizito Makoye / IPS

NIZA, Francia – El sol del atardecer brilla en las aguas de la Costa Azul mientras los yates atracan en el puerto de la ciudad francesa de Niza con gracia mecánica. Un tranvía se desliza entre bulevares bordeados de palmeras, donde los corredores, empapados en sudor, pasan entre paseantes y bañistas.

Junto al paseo marítimo, una multitud se reúne en torno a una joven. Con el pelo trenzado alborotado, canta Halo, de Beyoncé, con una precisión asombrosa. Sus pies descalzos bailan sobre los adoquines y su voz resuena entre las fachadas de color pastel.

Los turistas sonríen y le echan monedas en el sombrero. Ella sonríe, hace una reverencia y vuelve a empezar. Su melodía, sin esfuerzo pero conmovedora, es un respiro momentáneo de las salas de conferencias situadas a pocas manzanas de distancia, donde líderes mundiales con relucientes trajes vienen y van de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (Unoc3), que se desarrolla desde el lunes 9 y hasta el viernes 13 en esta ciudad francesa.

Entre los representantes africanos figura el vicepresidente de Tanzania, Philip Mpango, que reafirmó el compromiso de su gobierno con la conservación sostenible de los océanos y los recursos marinos, citando los esfuerzos nacionales para combatir la contaminación, la sobrepesca y la aflicción común del clima.

«Debemos tomar medidas para proteger nuestros océanos y ecosistemas marinos. Los retos son enormes, pero siempre hay esperanza cuando construimos resiliencia contra los duros impactos del cambio climático que amenazan a nuestras comunidades costeras», afirmó Mpango en una declaración emitida en su país por la cadena de televisión nacional TBC.

Pero mientras los responsables políticos hablan de objetivos de alto nivel, a miles de kilómetros de distancia, en la soleada costa de Zanzíbar, Amina Ali, de 43 años, se agacha descalza en los fangosos bajíos del océano Índico. Sus manos curtidas se mueven en el agua con familiaridad, ajustando las cuerdas de polietileno que sujetan sus cultivos de algas.

«Solía ganar lo suficiente para enviar a mis hijos a la escuela y comprar comida», dice a IPS por WhatsApp, con una voz teñida de silenciosa desesperación. «Ahora, el tiempo es impredecible y el mar se come nuestras granjas. Algunos días, vuelvo a casa con las manos vacías», añade.

Amina es una de las miles de mujeres del archipiélago de Zanzíbar que dependen del cultivo de algas para sobrevivir.

La producción de algas, que antes se consideraba una floreciente empresa de economía verde, se ve ahora amenazada por el aumento de la temperatura del mar, el cambio de las mareas y la erosión, adversidades alimentadas por el cambio climático que han convertido en campos de batalla playas antaño prósperas.

De vuelta a Niza, mientras el mundo se reúne para trazar el rumbo de la salud de los océanos, Immaculate Semesi, directora general del Consejo Nacional de Gestión Medioambiental (NEMC) de Tanzania, subraya lo que está en juego. «Nuestros océanos son nuestro salvavidas económico para miles de nuestros habitantes; debemos protegerlos a cualquier precio», dice a IPS durante un receso de la conferencia.

El territorio oceánico de Tanzania abarca más de 64 000 kilómetros cuadrados, ricos en biodiversidad y cruciales para la alimentación, el transporte y el empleo. Sin embargo, esta «economía azul», como la llaman los expertos, sigue estando muy infrautilizada y en peligro debido a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR, en inglés), la contaminación marina y la escasa regulación.

La pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, a menudo practicada por buques con pabellón extranjero, lleva mucho tiempo asolando las aguas tanzanas. Los pescadores emplean técnicas destructivas -pesca con explosivos y redes prohibidas- que diezman los hábitats marinos y socavan las operaciones pesqueras legales.

«Hemos hecho grandes progresos: la pesca con explosivos se ha reducido en 80 % gracias a la vigilancia comunitaria y a una aplicación más estricta de la ley», afirma Flower Msuya, biólogo marino de la Universidad de Dar es Salaam, en una entrevista con IPS en Niza.

Pero, añade, «aún nos enfrentamos a serios desafíos. Los cultivadores de algas están sufriendo. Los corales se blanquean. La pesca disminuye. El cambio climático lo está acelerando todo».

En los últimos años, Tanzania ha intensificado sus esfuerzos para frenar la degradación medioambiental. Ha prohibido las bolsas de plástico de un solo uso, ratificado convenios internacionales de protección marina y adoptado políticas como la Política Nacional de Economía Azul (2024) y el Plan de Acción Nacional (2024/2025-2025/2026).

Estos marcos pretenden integrar la sostenibilidad medioambiental con el desarrollo económico en todos los sectores: pesca, turismo, transporte y energías renovables.

Zanzíbar, el archipiélago semiautónomo, se ha convertido en un modelo en este sentido. Bajo la presidencia de Hussein Ali Mwinyi, la región ha elevado la economía azul a prioridad nacional de desarrollo.

El cultivo de algas ha repuntado, registrando más de 16 000 toneladas en 2023, casi el doble que en 2020. La producción pesquera alcanzó las 80 000 toneladas el año pasado, gracias al apoyo gubernamental, que incluye barcos, préstamos, formación y un Ministerio dedicado a la Economía Azul y la Pesca.

El turismo también ha florecido. En 2023, Zanzíbar recibió más de 638 000 turistas internacionales, superando los máximos anteriores a la pandemia. El número de hoteles y pensiones ascendió a 709, incluidos nuevos alojamientos ecológicos que promueven la conservación marina.

«El modelo de Zanzíbar nos demuestra que la sostenibilidad y el crecimiento económico pueden ir de la mano», afirma Msuya. «Pero necesitamos más inversión, más tecnologías de adaptación al clima y políticas que lleguen a las comunidades de base, especialmente a mujeres como Amina», añade.

Aun así, sigue habiendo lagunas. Muchos cultivadores de algas -la mayoría mujeres- tienen dificultades para acceder a herramientas agrícolas modernas, créditos o mercados. El pueblo costero de Amina, antaño repleto de secaderos de algas, está ahora salpicado de parcelas abandonadas.

«No pedimos caridad», dice Amina. «Solo queremos apoyo para adaptarnos. El mar siempre nos ha alimentado y siempre dependeremos de él», añade.

En la conferencia de la Unoc3, que tiene por tema central el de “Acelerar la acción y movilizar a todos los actores para conservar y utilizar sosteniblemente el océano”, Mpango reconoció estas vulnerabilidades.

Subrayó la necesidad de una cooperación mundial y de alianzas regionales para mejorar la gobernanza de los océanos y la seguridad marina.

Su llamamiento a la acción resonó entre los delegados de todo el Sur global, muchos de los cuales se enfrentan a crisis similares.

Los últimos planes de acción marina de Tanzania pretenden aumentar la vigilancia, fomentar la participación comunitaria y aprovechar la investigación científica. Incluyen más patrullas para combatir la pesca INDNR, una aplicación más estricta de las licencias de pesca y asociaciones con universidades para vigilar los ecosistemas marinos.

Sin embargo, el ritmo del cambio es a menudo más lento que la subida de las mareas.

Mientras el sol se sumerge en el Mediterráneo en Niza, proyectando un resplandor dorado sobre el puerto donde esa joven canta Beyoncé con cruda emoción, su voz parece hacerse eco de las luchas silenciosas de mujeres como Amina, poco conocidasas pero vitales.

El océano, vasto y misterioso, las conecta.

Desde las orillas doradas de Francia hasta las costas salpicadas de sal de Tanzania, el destino del mar está ligado a cada canción que se canta, a cada cuerda que se ata y a cada promesa que se hace.

Y cuando los líderes recogen sus documentos y vuelan a casa, comienza el verdadero trabajo, no en los salones de mármol, sino en las aguas turbias donde el océano se encuentra con la vida de las mujeres y hombres que viven del mar.

T: MF / ED: EG

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