KUALA LUMPUR – El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sembrado deliberadamente la discordia en todo el mundo en un intento por remodelarlo para que sirva mejor a los supuestos intereses de su país. No cederá influencia, y mucho menos poder y control, a otras naciones, y mucho menos a los pueblos.
El Acuerdo de Mar-a-Lago
Su principal asesor económico, Stephen Miran, ha ofrecido algunas razones para justificar los aranceles de Trump, además de promover su plan del Acuerdo de Mar-a-Lago para el resurgimiento imperial de Estados Unidos.
Pero incluso si la mayoría de los gobiernos lo acatan, el dilema del déficit estadounidense no se resolverá.

Para Miran, Trump está remodelando el mundo unipolar liderado por Estados Unidos de forma más equitativa, haciendo que otros soporten una mayor parte de los costes de los bienes públicos globales que Estados Unidos aparentemente proporciona.
Como ha señalado el economista geopolítico Ben Norton, Estados Unidos gasta billones (millones de millones) de dólares en su imperio global, ¡con alrededor de 800 bases militares en el extranjero! Si bien los influyentes intereses corporativos estadounidenses han sido los más beneficiados, otros también han obtenido ganancias.
Estados Unidos contribuyó al auge de la reconstrucción del Norte global después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Tras adelantarse a la creciente influencia soviética desde el último año de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos reforzó su hegemonía fortaleciendo a sus aliados durante la primera Guerra Fría.
Sin embargo, Miran se queja de que es demasiado costoso mantener el orden unipolar posterior a la Guerra Fría sin que otros asuman su parte justa de los costes que supone para Estados Unidos proporcionar un paraguas de seguridad global y liquidez internacional en dólares.
El Acuerdo del Plaza de 1985
En la década de los años 80, muchos se quejaron de que Japón y Alemania, que habían perdido la Segunda Guerra Mundial, se habían beneficiado de las restricciones impuestas al gasto militar y de la ocupación estadounidense para alcanzar el liderazgo industrial mundial.
En su segunda reunión en el Hotel Plaza de Nueva York, el Grupo de los Cinco (G5), liderado por Estados Unidos y formado por las otras mayores economías occidentales (la entonces Alemania Occidental, Francia, Japón y Reino Unido), acordó que el yen y el marco alemán se apreciaran considerablemente frente al dólar estadounidense.
Esto garantizaría la recuperación de Estados Unidos de la desaceleración provocada por el fortalecimiento del dólar debido a la política de altos tipos de interés de la Reserva Federal para frenar la inflación tras la segunda subida del precio del petróleo.
A medida que se apreciaba el yen, las reformas financieras del Big Bang de 1989 sellaron el destino de Japón. La burbuja de los precios de los activos estalló, poniendo fin al milagro económico japonés de la posguerra.
Miran reconoce que la sobrevaloración del dólar estadounidense ha lastrado el sector manufacturero estadounidense, al tiempo que ha beneficiado a los sectores financiarizados de la economía, lo que ha redundado en beneficio de los estadounidenses ricos.
Del Plaza a Mar-a-Lago
A diferencia del Acuerdo del Plaza, el Acuerdo Mar-a-Lago propuesto por Miran, llamado así por la residencia privada de Trump en el estado de Florida, se impondrá a todos, especialmente a los aliados del Norte global.
El Norte global debe mejorar la balanza comercial de Estados Unidos disuadiendo las importaciones y aumentando las exportaciones mediante la depreciación del dólar. Se ha amenazado a los aliados con aranceles y la retirada unilateral del paraguas de seguridad estadounidense.
La propuesta de Miran también prevé que los gobiernos extranjeros mantengan bonos del Tesoro estadounidense a 100 años. Esto debería transferir las pérdidas a largo plazo debidas a la inflación a los tenedores de bonos en el extranjero.
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También quiere un fondo soberano estadounidense financiado mediante la revalorización de las reservas de oro de Estados Unidos a precios de mercado. Mientras tanto, su fondo de estabilización de las criptomonedas ya amenaza con perturbar las finanzas internacionales.
Su plan pretende reducir el déficit comercial de Estados Unidos y recuperar buenos puestos de trabajo. Miran espera que reduzca significativamente el déficit por cuenta corriente y el déficit fiscal de Estados Unidos sin necesidad de aumentar los ingresos fiscales ni recortar el gasto.
Un dólar más débil no es suficiente
Jenny Gordon ha cuestionado el argumento de Miran. Ella argumenta que su plan es irrealizable sin un cambio significativo de los recursos estadounidenses de los bienes no comercializables a los comercializables.
Las inversiones en manufacturas necesarias para sustituir las importaciones y aumentar las exportaciones deben financiarse. Pero Estados Unidos ha sido un prestatario neto durante casi medio siglo.
Su déficit por cuenta corriente refleja estos desequilibrios entre ahorro e inversión. Estados Unidos tendría que reducir su superávit por cuenta de capital pidiendo mucho menos prestado a otros para reducir ese déficit por cuenta corriente.
Para que la industria manufacturera sea más competitiva se necesita un dólar más débil y nuevas inversiones. Estados Unidos debe animar a los estadounidenses a ahorrar más, consumir menos, desviar la inversión de otros sectores y reducir su déficit fiscal.
De lo contrario, los créditos extranjeros que financian las inversiones en el sector manufacturero fortalecerán el dólar estadounidense. Peor aún, se necesita un dólar más débil para impulsar la competitividad de Estados Unidos.
Miran puede prevalecer
Incluso si se recupera la industria manufacturera estadounidense, es poco probable que se creen puestos de trabajo bien remunerados en las zonas deprimidas. Además del envejecimiento de la población, los cambios tecnológicos, el consumo y los ingresos han afectado negativamente a las perspectivas de reactivación de la industria manufacturera estadounidense.
Los recortes del gasto público han perjudicado a la investigación financiada por el Estado, que permitió a Estados Unidos liderar la innovación tecnológica en todo el mundo hasta principios de este siglo.
La conversión forzosa propuesta por Miran de los bonos del Tesoro estadounidense mantenidos en las reservas oficiales en bonos del siglo reducirá la confianza en el dólar y su valor de liquidez.
Además de reducir los costes de financiación de Estados Unidos, socavaría el profundo mercado secundario de letras del Tesoro estadounidense y los flujos comerciales y financieros denominados en dólares, todos ellos fundamentales para el privilegio del dólar.
La condición del dólar como moneda de reserva ha permitido a Estados Unidos mantener enormes déficits fiscales sin tipos de interés elevados ni amenaza de colapso monetario. Pero también ha limitado las opciones económicas de Estados Unidos, favoreciendo las finanzas y otros servicios modernos.
Trump no quiere perder la condición del dólar como moneda de reserva. Su amenaza a los Brics (encabezado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) sugiere una probable represalia dura contra los esfuerzos por reducir la dependencia del dólar estadounidense de ese grupo.
El estatus del dólar en las finanzas internacionales también permite a Estados Unidos amenazar a otros de forma creíble. Sin embargo, el trato que Trump da a sus aliados recuerda que el cumplimiento no garantiza la estabilidad.
Miran da por sentado que los países socios comerciales y de inversión harán lo que él quiera. Aunque pocos estarán de acuerdo con su propuesta, que no funcionará, tampoco serán muchos los que se atrevan a plantarle cara a Trump. Peor aún, algunos ya están haciendo declaraciones de boquilla a favor de la propuesta.
T: MF / ED: EG