DAKAR – La isla senegalesa de Gorea, frente a la costa de Dakar, es un sombrío recordatorio de la trata transatlántica de esclavos. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, encarna tanto el deber de recordar como los desafíos de transmitir un pasado doloroso.
Pero Gorea no está anclada en la historia; es una isla habitada, donde coexisten la preservación del patrimonio, la vida cotidiana y los problemas contemporáneos.
Ubicada a unos tres kilómetros de Dakar, la capital de Senegal, Gorea es una pequeña isla de apenas 17 hectárea a la que solo se puede acceder en ferry.
Su pequeño tamaño contradice su importante papel en la historia, su importancia en la trata transatlántica de esclavos y su continua relevancia en la preservación de la memoria y el patrimonio de la diáspora africana en todo el mundo.
«¿Sabías que este es un lugar de memoria?», afirma Eloi Coly, director y conservador del museo de la isla. «No se puede hablar de la isla sin mencionar la trata de esclavos y la época colonial, ya que estos dos períodos dejaron huella en su historia», añade.
La Maison des Esclaves (Casa de los Esclavos) y su museo, dirigido por Coly, son las principales atracciones turísticas de esta simbólica isla situada en la costa atlántica de este país de África occidental.
En el lugar, aún resuenan los ecos del pasado.
En una típica mañana soleada, cientos de turistas que han llegado en ferry desde Dakar se agolpan en la explanada de la Maison des Esclaves, esperando ser conducidos por los estrechos callejones y salas del museo, siguiendo los últimos caminos que una vez recorrieron millones de africanos, arrancados violentamente de sus tierras y hogares, y posteriormente vendidos como esclavos al otro lado del océano.
Martine es una visitante y, junto con sus colegas, se encontraba entre los turistas que esperaban ser conducidos por los guías esa mañana.
“Cada vez que estoy en Dakar, no me canso de visitarla”, comenta. Es una de los 500 000 visitantes anuales, muchos de ellos provenientes de fuera de África.
Sin embargo, últimamente, cada vez más turistas vienen del propio continente. Martine, originaria de Benín, forma parte del creciente número de visitantes africanos.
“Esta es nuestra historia, y nunca me cansaré de visitar uno de los lugares más emblemáticos de la costa de África Occidental para recordarnos a todos lo trágica que fue nuestra historia”, afirma.

Icónica, sin duda, opina Coly. Sin embargo, por muy icónica que sea la isla, la memoria de Gorea no puede reducirse a un museo estático: «La isla entera debe seguir siendo un lugar dinámico y en constante evolución».
Se estima que 2000 personas viven en la isla, donde no se permiten automóviles. Su paisaje arquitectónico contiene estilos de construcción que representan diferentes ocupaciones y épocas coloniales de los portugueses, los franceses, así como los holandeses y los ingleses.
Para Coly, gestionar el sitio, preservando la memoria y atendiendo a sus necesidades de hábitat actuales, es un reto diario.
La mayoría de los terrenos son públicos y, como Patrimonio Mundial, Gorea está sujeta a estrictos códigos que rigen su desarrollo urbano.
«Cualquier cambio que no se ajuste a los criterios que llevaron a su clasificación como Patrimonio Mundial de la Unesco corre el riesgo de poner en peligro su estatus», explica.
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Un enfoque estricto que a veces entra en conflicto con las necesidades de los residentes. «Estamos en una isla viva. La gente tiene aspiraciones y debemos tenerlas en cuenta», subraya.
El museo aún ofrece visitas guiadas tradicionales en vivo.
Por ello, para conciliar la preservación y la modernización, se está desarrollando un proyecto para mejorar la experiencia en la Maison des Esclaves.
Este proyecto busca mejorar la experiencia del museo mediante el uso de nuevas tecnologías. «Queremos ofrecer visitas guiadas en varios idiomas y brindar acceso a recursos digitales, para que la historia sea accesible desde cualquier parte del mundo», dice Coly.
Otro avance importante es la propia narrativa histórica. Las exposiciones dejarán de centrarse en la llegada de los europeos al continente, para enfatizar que «la vida y las culturas anteriores a la trata de esclavos eran vibrantes y merecen ser contadas», explica Coly.
La Unesco (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) también cambió recientemente su terminología de «Ruta del Esclavo» a «Ruta de los Pueblos Esclavizados». Un cambio que reafirma que «nadie nace esclavo», subraya Coly.

Transmitir la memoria: un desafío educativo y universal.
El recuerdo de Gorea no perduraría sin ser transmitido. Por eso, la educación desempeña un papel central en el enfoque del sitio.
«En Senegal, la trata de esclavos y la esclavitud están integradas en los programas escolares. Las escuelas deben venir a la isla como parte de sus cursos extramuros», detalla Coly. Pero con la afluencia masiva de visitantes —hasta 1500 alumnos al día—, urge organizar estas visitas de forma más eficaz.
A lo largo de los años, las visitas de figuras prominentes también han contribuido a reforzar el mensaje universal de Gorea. Cuando el Papa Juan Pablo II visitó la isla en 1992, pidió disculpas en nombre de Europa y denunció a los clérigos que habían bendecido los barcos negreros, recuerda Coly.
Veintiún años después, el entonces presidente estadounidense Barack Obama también visitó la isla.
Asegurando el futuro: Recuerdo, Patrimonio y Supervivencia
Preservar la memoria de Gorea, según Coly, requiere una visión a largo plazo. La inclusión de la isla en la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia ha ayudado a obtener financiación, en particular de la estadounidense Fundación Ford, para su proyecto de revitalización.
Pero más allá de los fondos, nos espera un reto mayor: asegurar el futuro.
“Porque Gorea no se limita a Senegal”, continuó, “es un patrimonio que pertenece a toda la humanidad. Preservar Gorea significa preservar la memoria colectiva, sensibilizar a las generaciones futuras y garantizar que las lecciones del pasado nunca se olviden”.
Africa Renewal, de Naciones Unidas, fue fuente de este artículo.
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