Para el régimen talibán incluso los cosméticos son una amenaza para su poder  

La autora es una periodista afgana, rdicada en el país y formada con apoyo finlandés antes de la toma del poder por los talibanes. IPS mantiene su identidad anónima por razones de seguridad.

Los salones de belleza desaparecieron de las calles de las ciudades afganas, borrados bajo el régimen talibán, y ahora también se están requisando los cosméticos, incluso en sus hogares. Imagen: Learning Together

KABUL – Las mujeres en Afganistán han sido las principales víctimas del régimen islamista extremista de los talibanes. Cuatro años después de su retorno al poder, no parece haber señales de cambio, sino lo contrario.

En un país donde a las mujeres se le niega el derecho a la educación, al trabajo y la libertad de moverse sin la compañía de un mahram –un familiar varón-, ahora los talibanes buscan eliminar hasta los últimos vestigios de su autonomía. Incluso han comenzado a confiscar productos cosméticos.

En febrero, los talibanes realizaron redadas domiciliarias para incautar cosméticos femeninos, un nuevo episodio en su campaña por excluir y someter a las mujeres tanto en el ámbito público como en el privado.

Farida, el seudónimo de una mujer de la ciudad de Sar-e-Pul, en el norte de Afganistán, relató el impactante episodio:

“Estaba en casa ese día cuando de pronto escuchamos que golpeaban la puerta con fuerza. El corazón me empezó a latir muy rápido. Mi esposo abrió la puerta con las manos temblorosas y, antes de que pudiera decir una palabra, entraron hombres armados vestidos de blanco”.

“Registraron todas las habitaciones y desordenaron todo”, contó. “Parecía que unos ladrones habían entrado a la casa, pero esta vez, los ladrones eran quienes se consideran gobernantes de este país”, prosiguió.

Sacaron todo por la fuerza, comentó Farida, mientras uno de ellos levantó un labial y, con desprecio, dijo: “¡Esto es vergonzoso! Las mujeres musulmanas no necesitan esto”, y se llevó los cosméticos en una bolsa.

Actualmente, las mujeres afganas ni siquiera están seguras dentro de sus propias casas. Son humilladas, amenazadas con violencia y ya no tienen derecho ni sobre sus pertenencias personales.

Con lágrimas en los ojos, Farida expresó: “Sentí que me aplastaban por completo. No fue solo un ataque contra mis cosméticos, fue un ataque contra nuestra dignidad. Sentí que nos habían despojado de todos nuestros derechos como mujeres”.

En Sar-e-Pul, comprar y vender cosméticos no solía ser un problema, pero tras una reciente denuncia, miembros del Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio confiscaron todos los productos femeninos de cosmética en una redada destinada a detectar salones de belleza que funcionaban en secreto.

Tamana, el seudónimo de una joven de 22 años de la misma ciudad, a quien se le impidió continuar con sus estudios, había elegido la peluquería como medio de subsistencia, pero ahora vive en la desesperanza.

En una conversación telefónica, contó: “Yo solo quería terminar mis estudios y ser doctora, pero con la llegada de los talibanes se nos negó esa posibilidad”.

“Durante un año”, explicó Tamana, “tuve un salón de belleza en casa. Las mujeres venían en secreto, casi siempre de noche, para recibir servicios de maquillaje y peluquería”.

Sin embargo, todo eso terminó cuando, según relató, unos informantes alertaron a los talibanes. Estos irrumpieron en su hogar, destruyeron los muebles, confiscaron todos los cosméticos y la obligaron a prometer que no volvería a hacerlo.

“Ahora no tengo otra fuente de ingresos”, se lamentó. “¿Por qué les damos tanto miedo? ¿Por qué ni siquiera pueden tener piedad de nosotras dentro de nuestras casas?”, inquirió.

Tamana aseguró que esos servicios de belleza eran su única fuente de ingresos y con ellos sostenía a su padre anciano, quien “trabaja sin descanso de sol a sol reparando zapatos, pero gana muy poco para sobrevivir”.

Para Farida, confiscar cosméticos “no tiene sentido”. Como señala, “en los comercios de la ciudad se venden cosméticos libremente y las mujeres pueden comprarlos sin dificultad”.

Además, dice, “las mujeres como yo, que somos amas de casa sin empleo, no podemos permitirnos una gran variedad de productos. Solo tenemos lo básico: maquillaje, sombras, rímel, delineador, lápiz labial, esmalte de uñas y perfume, que usamos sobre todo para bodas y fiestas”.

En ese contexto, las redadas en los hogares y la incautación de cosméticos son más que una medida represiva. Reflejan el temor de los talibanes a la identidad independiente de las mujeres y a su feminidad. Para ellos, que una mujer pueda tomar decisiones sobre asuntos tan personales es una amenaza a su dominio.

Quieren convertir a las mujeres afganas en seres obedientes, sin color ni voz. Para los talibanes, usar maquillaje —por mínimo que sea— es una muestra del deseo de belleza, identidad e independencia y eso debe ser eliminado.

La consecuencia de estas redadas es que muchas mujeres, presas del miedo y la ansiedad, terminan destruyendo sus propios cosméticos. Al hacerlo, no solo se desprenden de objetos personales: están renunciando a una parte de sí mismas, a su sentido de identidad.

“El rostro de los talibanes todavía me atormenta”, recuerda Tamana. “Después de que se fueron, me sentí vacía. Como si ya no quedara nada de mí. No solo se llevaron los cosméticos, también se llevaron nuestra esperanza y nuestra autoestima», añade.

Pese a todas las represiones, las mujeres afganas no se rinden. Persisten en su resistencia silenciosa y demuestran un valor admirable.

A pesar de las restricciones, no han abandonado sus sueños. Siguen esperando el día en que la oscuridad se disipe y la luz vuelva a brillar para las mujeres de Afganistán.

T: GM / ED: EG

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