Las exportaciones de petróleo de Brasil opacan sus ambiciones climáticas

Rodrigo Avelino, director de proyectos de la refinería Abreu e Lima de Petrobras en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil, en una visita técnica a las instalaciones de la planta. La empresa brasileña ha desempeñado un papel clave en el aumento de las exportaciones de petróleo durante la última década. Imagen: Fernando Frazão / Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – El año pasado, el petróleo superó a la soja como principal producto de exportación de Brasil por primera vez desde 2012. Según los datos comerciales publicados por el gobierno, las ventas al exterior de petróleo ascendieron a casi 45.000 millones de dólares en 2024, superando los 43 000 millones de la soja.

El valor de las exportaciones brasileñas de crudo se ha más que duplicado en los últimos cinco años y casi cuadruplicado en los últimos 10.

Este crecimiento ha sido impulsado, en gran parte, por China. Según datos del gobierno brasileño, China recibió 44 % de las exportaciones de crudo de Brasil en 2024, seguida de Estados Unidos (13 %) y España (11 %). En la última década, el valor exportado al mercado chino también se ha cuadruplicado.

En toneladas, la relevancia de China sigue siendo significativa, aunque menos pronunciada. En 2024, China compró 44 % del petróleo exportado por Brasil. Aunque China triplicó su demanda de petróleo brasileño durante la última década, su consumo es similar al de hace cinco años.

Según expertos, estas tendencias podrían acentuarse a corto plazo, debido al inicio por parte del presidente estadounidense, Donald Trump, de una guerra comercial con el país asiático. China tomó represalias en febrero imponiendo un arancel de 10 % al petróleo procedente de Estados Unidos —fuente de 2 % de sus importaciones de petróleo en 2024— y podría pivotar cada vez más hacia proveedores como Brasil.

Para el propio Brasil, las crecientes exportaciones de petróleo están opacando sus ambiciones climáticas nacionales, así como varios acuerdos que ha firmado con China en materia de cooperación medioambiental y energías limpias.

Además, Brasil se prepara para ser la sede de la cumbre climática en noviembre, en la ciudad amazónica de Belém, la 30 Conferencia de las Partes (COP30) sobre cambio climático de Naciones Unidas.

En marzo, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que el país “está a la vanguardia de una evaluación ética mundial para aumentar la ambición climática”. Pero en las últimas semanas, el gobierno también ha estado presionando cada vez más a favor de la exploración petrolífera en la ecológicamente sensible Foz do Amazonas, la desembocadura del río Amazonas en Brasil.

Esta insistencia en los combustibles fósiles está despertando escepticismo en torno a las promesas ecológicas de Brasil.

‘Brasil es fiable para China’

China importa más petróleo crudo que ningún otro país. Según la Agencia Internacional de la Energía, esta demanda ha crecido en las últimas décadas debido principalmente a las enormes inversiones de China en industria e infraestructuras, así como a su crecimiento demográfico y desarrollo económico. Rusia y Arabia Saudí proporcionaron la mayor parte de las importaciones de crudo de China en 2023. Brasil ocupó el sexto lugar.

“Brasil es un país fiable para China”, afirma Tulio Cariello, director de contenidos e investigación del Consejo Empresarial Brasil-China (CEBC). “Es un gran productor y tiene mucha investigación, desarrollo y estabilidad. El país goza de una situación geopolítica privilegiada, ya que está lejos de regiones en disputa”, añade.

Según datos comerciales del gobierno brasileño, China también ha aumentado sus importaciones de combustible refinado de Brasil de forma exponencial: pasó de 88 millones de dólares a 609 millones de dólares entre 2023 y 2024.

Dialogue Earth consultó a Igor Celeste, gerente de inteligencia de mercado de la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones (ApexBrazil). “Aunque es un producto más incipiente en la lista de importaciones chinas, creemos —dada la dinámica de crecimiento— que puede haber más oportunidades o demanda en el futuro”, dijo.

André Leão, investigador del Instituto de Estudios Estratégicos sobre Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (Ineep) de Río de Janeiro, afirma que la intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China tras la victoria de Donald Trump podría impulsar a Brasil a ampliar aún más sus exportaciones a China.

“Desde el punto de vista político, es probable que Brasil también muestre una tendencia a distanciarse de Estados Unidos, aunque la diplomacia [brasileña] está adoptando una postura cautelosa. Esto crea una oportunidad para reforzar las relaciones con China”, explica Leão.

China es un gran consumidor de petróleo y carbón y mantiene una combinación energética predominantemente basada en combustibles fósiles.

Sin embargo, China también está avanzando rápidamente en su transición hacia fuentes de energía más limpias: se espera que las emisiones nacionales de CO2 alcancen su punto máximo a finales de este año y Sinopec, la mayor refinería de petróleo china, calcula que el refinado alcanzará su punto máximo en 2027 a medida que disminuya el consumo nacional de gasóleo y diésel.

A pesar de estas circunstancias, los analistas esperan que las exportaciones brasileñas de petróleo al mercado chino sigan creciendo. Cariello afirma que el suministro de Brasil seguirá siendo crucial para el mercado chino, y aunque reducir su dependencia de este mercado es algo de lo que “las empresas del sector son conscientes”, solo ocurrirá “en un futuro lejano”.

Financiación de la transición energética

Brasil se encuentra en la contradicción de ser un exportador de volúmenes crecientes de petróleo y un líder en la acción climática. Según analistas, Brasil puede conciliar estas posiciones manteniendo su defensa de las “capacidades y responsabilidades comunes pero diferenciadas”.

Este principio, consagrado en la convención climática de Naciones Unidas, sostiene que los países en desarrollo deben reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, pero sin asumir los mismos objetivos que los países desarrollados.

“Una de las formas de conciliar esto es argumentar que los recursos necesarios para hacer la transición proceden de la propia exploración petrolífera”, añade Leão.

En 2024, la Empresa de Investigación Energética (EPE), que apoya la planificación energética de Brasil, publicó un estudio en el que destaca el papel estratégico de la industria petrolera en la seguridad y la inversión energéticas.

La institución sostiene que el petróleo sustenta el desarrollo económico de Brasil y los niveles de calidad de vida de sus ciudadanos. También considera que el petróleo seguirá satisfaciendo la demanda en medio de las incertidumbres mundiales en torno al ritmo de declive de los combustibles fósiles, y preservará los puestos de trabajo mientras la mano de obra se adapta.

“Incluso en los escenarios más ambiciosos de transición energética, no hemos llegado al consumo cero de petróleo”, afirma Heloísa Borges Esteves, directora de estudios de petróleo, gas y biocombustibles de EPE. “La industria del petróleo y el gas tiene que colaborar con la transición, financiando las tecnologías que necesitamos”, añade.

Los investigadores consultados por Dialogue Earth también reconocen la dependencia del país del petróleo, especialmente en el sector del transporte. Pero, a la vez, critican la falta de mecanismos del gobierno para vincular los ingresos del petróleo a inversiones en fuentes limpias, o para supervisar esas asignaciones.

Dialogue Earth habló con Shigueo Watanabe Jr, físico especializado en cambio climático e investigador de Climainfo, una organización sin ánimo de lucro con sede en São Paulo dedicada a las noticias y la investigación sobre el cambio climático.

“Es imposible decir: ‘Esta partida de aquí procede de las regalías que el gobierno federal obtiene por la venta de petróleo, y este dinero se destina a la energía eólica o al transporte público’. Sin designar adónde va el dinero, y sin métricas que nos permitan comprobar si este plan se está aplicando, esta historia de la financiación de la transición energética es una fantasía”, dijo.

Buque petrolero en el mar, cerca a un morro
El buque de producción, almacenamiento y descarga flotante (FPSO) P-67, propiedad de Petrobras, anclado en la bahía de Guanabara en Río de Janeiro. Brasil tiene planes de expandir la producción de petróleo en alta mar y la costa amazónica es uno de sus principales objetivos. Imagen: Tânia Rêgo / Agência Brasil

¿Petróleo hasta cuándo?

Las tensiones en torno a las prospecciones petrolíferas en Brasil se han intensificado en las últimas semanas, especialmente en relación con Foz do Amazonas. El proyecto está causando divisiones incluso dentro del propio gobierno.

El grupo petrolero estatal Petrobras pretende avanzar en los estudios para evaluar la viabilidad de explorar la zona. La empresa estatal argumenta que Foz do Amazonas es crucial para mantener estables las reservas de petróleo del país.

Sin embargo, la agencia gubernamental de medioambiente, Ibama, recomienda rechazar la licencia ambiental del proyecto. Alega posibles daños a los manglares y a los sensibles arrecifes amazónicos, así como a las poblaciones costeras.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva se ha pronunciado enérgicamente a favor de esta exploración. Ante el posible tercer rechazo del Ibama al proyecto, Lula afirma que la agencia “parece estar en contra del gobierno”. Brasilia se plantearía ahora sustituir a la dirección del Ibama.

En medio de este impasse, algunos observadores destacan la falta de propuestas concretas para reducir la dependencia brasileña de los combustibles fósiles. Watanabe Jr afirma que el país seguirá explotando el petróleo a menos que se produzca “una revolución, lo que es poco probable”. Pero añade que el gobierno “necesita tener un plan para dejar de quemar petróleo en algún momento, lo antes posible”.

Actualmente, la EPE cuenta con un plan de expansión energética hasta 2050 que no incluye escenarios claros de neutralidad de carbono.

El Plan Climático del gobierno, concebido como una vía para la mitigación del cambio climático hasta 2035, está en desarrollo desde 2023. Su primera parte se publicará este año. Hasta entonces, dice Watanabe Jr, Brasil sigue sin tener un plan claro para reducir su dependencia del petróleo, ya sea para consumo interno o para exportación.

“Brasil extrae hoy más o menos tres millones de barriles de petróleo al día. Consumimos entre un millón y dos millones, y ese millón que sobra lo exportamos”, explica Watanabe Jr.

“Exportan para ganar dinero; reciben algunas regalías. Pero, ¿es necesario exportar todo ese petróleo? Probablemente no. Es una hiper contradicción decir ‘cuidemos el clima’ y al mismo tiempo aumentar las emisiones para ganar dinero”.

Este artículo se publicó originalmente en Dialogue Earth.

RV: EG

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