Bielorrusia soporta brutal represión poselectoral segun grupos de DDHH

Las protestas en Bielorrusia en 2020 contra unas elecciones amañadas, provocaron una brutal represión cuyo impactó aún sigue en el país y se notó en la falta de reacción popular a otros comicios presidenciales de resultado más que dudoso, el 26 de enero. Imagen: Andrew Keymaster / Unsplash

BRATISLAVA – En los meses anteriores a las elecciones presidenciales del 26 de enero, el mandatario autoritario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ordenó la liberación de cientos de presos políticos, en lo que observadores percibieron como una búsqueda de mejorar su imagen y tratar de reducir las sanciones occidentales.

Pero tras asegurarse un inevitable nuevo mandato, los grupos de derechos humanos y los bielorrusos que han sobrevivido a la persecución bajo su régimen de tres décadas dicen que no ven señales de que se esté preparando para aflojar su férreo control sobre el Estado y que ha habido expresiones de «la represión brutal» que lo caracteriza.

«Si algo hemos aprendido en los últimos cuatro años es que la represión en Bielorrusia no está disminuyendo, a pesar de que Lukashenko tiene todo bajo su poder», dijo a IPS Anastasiia Kruope, investigadora adjunta de Europa y Asia Central de Human Rights Watch (HRW).

Añadió que una señal la renacida opresión es que «no hay protestas, la gente se ha visto obligada a exiliarse, no hay formas legales para que los grupos de derechos humanos hagan su trabajo, y sin embargo la represión continúa».

En agosto de 2020, cientos de miles de personas salieron a las calles en Bielorrusia para protestar contra lo que consideraban el resultado amañado de unas elecciones que acababan de devolver al poder a Lukashenko, que gobierna el país desde 1994.

Las fuerzas de seguridad lanzaron una violenta represión contra los implicados. En los seis meses siguientes, decenas de miles de personas fueron detenidas y al menos 11 murieron.

Aunque las protestas finalmente cesaron, la represión ha continuado, castigando severamente cualquier forma de disidencia.

Ha habido detenciones masivas, encarcelamientos y torturas para aquellos que se considera que se oponen al régimen, mientras que la policía secreta y los partidarios del partido se han instalado en las instituciones como guardianes ideológicos oficiales para garantizar que la gente siga la línea del gobierno.

Se ha amordazado a los medios de comunicación independientes, con casi 400 periodistas detenidos los últimos cuatro años,  mientras gran parte del sector de las organizaciones no gubernamentales ha sido clausurado con una legislación represiva sobre la financiación extranjera y el uso indebido por parte de las autoridades de las leyes antiterroristas y antiextremistas.

El cierre de estos grupos de la sociedad civil ha afectado a todo, desde la labor de derechos humanos hasta los servicios sanitarios vitales.

La comunidad internacional en general ve a Bielorrusia como un Estado paria, en que Lukashenko cuenta con Rusia como su aliado explícito y China mantiene estrechos vínculos con el país. Mientras, Occidente impuso sanciones a personas en Bielorrusia, sin que ello haya provocado una tregua en el sometimiento a la población.

Pese a todo, las numerosas liberaciones de presos políticos, que comenzaron el verano boreal pasado y continuaron hasta las elecciones del 26 de enero, han llevado a especular que Lukashenko podría estar buscando reparar las relaciones con Occidente.

Eso coincide, además con el hecho de que la guerra en Ucrania parece estar llegando a algún tipo de fin, al menos temporal, por lo que Lukashenko podría buscar sacar a su país de la creciente dependencia de Moscú.

El presidente bielorruso facilitó que Rusia use su territorio para lanzar ataques contra Ucrania después de su invasión el 24 de febrero de 2022 que abrió el conflicto armado.

Pero las personas que viven en Bielorrusia, y algunas que han huido al exilio, dijeron a IPS que no esperan que el clima generalizado de miedo que Lukashenko ha extendido para consolidar su control en el país desaparezca pronto.

«Por lo general, la situación de los derechos humanos en Bielorrusia después de las elecciones se calma, con menos detenciones. Pero esta vez no parece ser así. Seguimos recibiendo información sobre represiones», dijo Natallia Satsunkevich, defensora de los derechos humanos de la ONG bielorrusa Viasna.

Añadió que Lukashenko podría incluso decidir intensificar su represión contra los opositores a su régimen.

«Por supuesto (que podría), la maquinaria represiva es enorme y funciona rápido. La policía sigue buscando y arrestando a personas que participaron en las protestas de 2020», dijo Satsunkevich a IPS.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Otros que han sufrido la opresión de Lukashenko están de acuerdo.

«Cualquier expectativa de que la represión vaya a disminuir es una ilusión», dijo a IPS Lidziya Tarasenka, cofundadora de la Fundación de Solidaridad Médica de Bielorrusia, que opera fuera de Bielorrusia ayudando a médicos que han abandonado el país.

Tarasenka, que trabajaba en el sector sanitario en la capital, Minsk, antes de huir del país tras las protestas de 2020, dijo que no veía señales de que la represión en Bielorrusia estuviera disminuyendo.

«En primer lugar, el número de presos políticos que han sido liberados es menor que el número de los recién encarcelados. El gobierno ha aprendido la lección y está tratando de que los nuevos enjuiciamientos pasen lo más desapercibidos posible, pero el proceso está en pleno apogeo», afirmó a IPS.

En segundo lugar, dijo «hay todo un ejército de diferentes servicios policiales/secretos y demás, su número está creciendo y tienen que estar haciendo algo. [La represión] no se puede detener tan fácilmente».

Algunos bielorrusos que hablaron con IPS dieron una idea de las persecuciones del régimen.

Sviatlana, nombre falso a su pedido, huyó de Bielorrusia el año pasado después de temer que estuviera a punto de ser arrestada.

Su trabajo en el sector de la salud la había puesto en contacto con ex presos políticos, algunos de los cuales habían sido torturados en prisión, y ella había dado algo de dinero para su tratamiento y ayudar a su recuperación.

Consiguió escapar, pero ahora teme que sus antiguos colegas sean perseguidos por los servicios de seguridad simplemente por haber trabajado con ella.

«Temo que ahora haya represiones contra el personal y la dirección de mi trabajo», dijo a IPS.

Kruope, de HRW, añadió que, aunque los bielorrusos que no se oponen activamente al régimen pueden intentar adoptar un enfoque de «mantener la cabeza gacha y no causar problemas» para asegurarse de evitar cualquier represión, ni siquiera eso ofrece garantías.

«Una cosa que la gente tiene que tener en cuenta es que nunca se sabe qué puede convertirse de repente en un problema», dijo.

Añadió que puede suceder que en el pasado te haya gustado un comentario en las redes sociales o que hayas seguido a alguien, ni siquiera por sus opiniones políticas, o simplemente que hayas seguido a un medio de comunicación que luego es declarado grupo terrorista o algo así.

Como resultado, «ahora te encuentres en problemas. Es difícil saber qué actividad puede convertirse de repente en un delito», aseguró.

Hasta ahora, no está claro qué puede estar planeando Lukashenko al comenzar su nuevo mandato. Pero los primeros indicios sugieren que no está planeando ningún tipo de acercamiento con Occidente en un futuro inmediato.

En una conferencia de prensa inmediatamente después de su victoria electoral, y mientras los líderes occidentales amenazaban con más sanciones y tachaban las elecciones de «farsa», Lukashenko no tuvo embages en afirmar: «Me importa un bledo Occidente».

Sin embargo, aunque continúen las represiones, los defensores de los derechos humanos no han perdido la esperanza de que las cosas mejoren en el futuro.

«Personalmente, creo que algún día los bielorrusos vivirán en un país libre y democrático», dijo Satsunkevich.

T: MF / ED: EG

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