BOGOTÁ – Desde hace dos años, el gobierno y distintos gremios del sector energético vienen advirtiendo que a partir de 2027 Colombia podría sufrir desabastecimiento de energía. Este riesgo proviene de diversos factores que afectan desde la generación hasta la disponibilidad de redes de transporte, con el agravante del cambio climático, que no es menor.
Según cifras de la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), 66 % de la energía en Colombia proviene de hidroeléctricas, que se complementa con 32 % de térmica y el remanente 2% solar.
En una columna en el diario Portafolio, Adrián Correa, director de la UPME, indica que la inclusión de energías renovables en Colombia ha alcanzado los 1,8 gigavatios de capacidad instalada entre proyectos en operación comercial y en pruebas.
Pero el inconveniente es que la demanda de energía viene creciendo dos veces más rápido que el ritmo de crecimiento de la oferta.
“Las mismas cifras del gobierno indican que si no entra nueva generación de energía, a partir del año 2027 y 2028 vamos a tener un déficit estructural de energía para atender la demanda creciente, llueva o no llueva. Es importante diferenciar que hay una situación estructural y otra coyuntural”, explica Alexandra Hernández, presidente ejecutiva SER Colombia, la Asociación de Energías Renovables del país.
Para la experta, las razones por las que hay un ambiente de presión son varias, empezando por la situación en la que se encuentran diferentes proyectos de hidroeléctricas.
Por ejemplo, Hidrohituango, un proyecto esencial para la matriz energética del país, que produciría 13 300 gigavatios hora (GWh )al año (17 % de la demanda del país), lleva casi una década tratando de entrar en pleno funcionamiento.
Ello se debe a la oposición de las comunidades de la zona de influencia del proyecto que han registrado daños ambientales y sociales, entre otras razones de licenciamiento.
Según la Upme, la demanda eléctrica de Colombia aumentará en promedio 2,38 % anual entre 2024 y 2038. Este crecimiento pone en tensión a la infraestructura energética nacional, obligando al país a buscar alternativas para satisfacer esa demanda.
Cuellos de botella para los proyectos de renovales
El Plan Energético Nacional 2020 – 2050 establece que las fuentes no convencionales serán el factor democratizador del sector energético. Ello es porque la generación distribuida con fuentes fotovoltaicas y el almacenamiento de energía habilitan una proliferación de alternativas de abastecimiento y distribución que favorecen la entrada de nuevos jugadores y empoderan a los usuarios finales.
En efecto, Colombia ha mostrado progresos en la implementación de estas fuentes no convencionales, sin embargo, la demora para poner en pie estos proyectos es preocupante.
La Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen), gremio que dice acoger 70 % de los proyectos de energías renovables del país, asegura en su informe de gestión de 2023 que, de los 4,5 gigavatios (GW) de capacidad solar esperados, se incorporó menos de 5 % a la red.
Ello se debe a que no logran entrar en operación dentro de los plazos previstos y al bajo porcentaje de nueva capacidad instalada efectivamente incorporada a la red.
En el caso de las renovables, Hernández, de SER Colombia, indica que han medido los tiempos de consecución de permisos para poner en ejecución los proyectos, y se demoran entre tres y seis años.
Hernández indica que 60 % de estos proyectos son pequeños, y aunque los trámites no son sustancialmente diferentes a los de otros tipos de proyectos energéticos, sí tienen la particularidad de que se encuentran más dispersos en el país, por lo que tienen más autoridades locales involucradas.
Otro de los inconvenientes es la dificultad de la conectividad. En Colombia no abundan los puntos de conexión y tampoco es fácil encontrar terrenos cerca a estos.
“Además de trámites y permisos, que no son solo de índole ambiental, es necesario flexibilizar y adaptar la operación del Sistema Interconectado Nacional… La regulación debe ajustarse al mercado, no el mercado a la regulación. Hay que facilitar la entrada de operación centralizada de los proyectos”, afirma Hernández.
En julio de 2024 la Upme anunció que, por primera vez en Colombia, se incluirán compensadores síncronos para modernizar el sistema eléctrico y adecuarlo ante la creciente presencia de renovables.
Los compensadores, que se necesitan para mantener la inercia de 60 HZ que maneja el Sistema Interconectado Nacional colombiano, se instalarán en La Guajira (donde se desarrolla el proyecto más grande de energía eólica del país), Cesar y Magdalena y hacen parte del plan para desarrollar siete obras urgentes de transmisión.
“Pero lo que resume todo es simplificar y cumplir los temas normativos, que, si se cumplieran, el tiempo de entrada de los proyectos se reduciría a la mitad”, agrega Hernández.
“Es importante la articulación entre las entidades públicas y privadas del sector, las autoridades ambientales y los gobiernos locales, para garantizar el desarrollo oportuno de los proyectos, en todos los eslabones de la cadena: generación, transmisión y distribución”, recalca por su parte Francesco Bertoli, gerente general de Enel Colombia.
Según el último reporte anual de XM, que es el operador del Sistema Interconectado y el administrador del Mercado de Energía Mayorista de Colombia, en 2023 se declararon en operación comercial 32 proyectos de generación, lo que representa 1,142 MW de nuevas plantas.
De estas, 56,2 % corresponde a capacidad hidráulica, 25,7 % a térmica y 18,1 % proviene de plantas que aprovechan la energía del sol. Sin embargo, los expertos consultados coinciden en que la brecha de tiempo de ejecución de nuevos proyectos de cualquier tipo de generación de energía es muy larga por demoras en consultas previas y licenciamiento ambiental.
Beneficios y riesgos de las renovables para Colombia
En el marco de atender una demanda creciente de energía, las renovables tienen el atributo de ser una fuente baja en emisiones que puede coexistir con iniciativas agrícolas, no tiene riesgo de generar enfermedades respiratorias y, además, es competitiva en precios.
“Si la energía es muy cara, la economía no crece. Uno no puede superar la pobreza con una energía cara… Las energías renovables también tienen una función de estabilizar los precios porque entran con unos costos variables mucho más bajos, y además no deja que suban”, agrega Hernández.
Añade que, aunque las renovables proveen un tipo de energía variable, si se comparan con otras energías, de todas maneras, son confiables por unidad de energía.
“El tema es que hay unas horas. Si uno quiere en la noche, cuando no hay sol, toca complementarla. Eso también es una realidad”, afirma Hernández, pero también hace hincapié en que “la eólica produce 365 días al año, 24 horas. Es variable, igual que las hidráulicas. Sin embargo, nadie cuestiona que las hidráulicas no sean confiables”.
La experta explica que, por ejemplo, durante fenómenos como el de El Niño (sequía), que con el cambio climático van a ser más frecuentes y severos, es necesario diversificar para complementar, porque cuando menos llueve es cuando más sol y viento hace.
Sin embargo, Hernández es enfática en que hoy las alternativas que tiene Colombia para garantizar la matriz energética son una mezcla de opciones.
“No hay un energético perfecto: el que se construye rápido es caro (gas), el que es barato y rápido es muy contaminante (carbón), el que es limpio y barato (renovables) es intermitente. Lo mejor que le puede pasar a Colombia, que está bendita con todos, es optimizar la energía con una matriz diversificada”, indica la experta.
Entre tanto, para Carlos Adrián Correa, director de la Upme, “desde el punto de vida útil de las diferentes alternativas para la generación de energía, con todo y minería, materiales y disposición final de paneles, las renovables siguen teniendo menos impacto que las basadas en gas natural, carbón, y en general combustibles fósiles, incluso al considerar todo el ciclo de vida, toxicidad y uso del suelo”.
Así lo afirmó durante la Feria de Economías para la Vida, una iniciativa del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Pero no todo es color de rosa. La instalación y producción de energías renovables también traen consigo problemas socioambientales, como los que ya se viven en La Guajira por cuenta de los proyectos de energía eólica, que generan disputas sociales y alteración de paisajes en territorios ancestrales y biológicamente sensibles habitados por comunidades indígenas.
El informe “Amenazas a la Transición Energética Justa en Colombia”, elaborado con apoyo de la Fundación Heinrich Böll, hace hincapié en que las iniciativas de energías renovables también tienen un “despliegue injusto” en el sentido en que muchas comunidades sacrificarán sus territorios para dar paso a las nuevas formas de generación de energía.
“La misma edificación de estos parques (refiriéndose al proyecto eólico en La Guajira) independientemente de si utilizan minerales de transición o no, genera un impacto ambiental. De aquí surge lo ‘justo’ no como un concepto delimitado por lo que deben ser la transición y su implementación, sino como un término derivado y enriquecido por las comunidades”, se lee en el informe.
Otros retos de las renovables
Para Alejandro Castañeda, presidente ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (Andeg), asegurar que se desarrollen todos los proyectos, sin estigmatizar a ninguna tecnología, debe ser el principal objetivo.
“Solo con un parque de generación diversificado pero confiable es que vamos a lograr descarbonizar la economía mientras mantenemos un servicio continuo”, indica.
“De los embalses que tenemos en el país para guardar agua y producir energía eléctrica, 80 % se desocupan en un periodo de tres meses si no les llega agua. El restante 20 % realmente son grandes embalses. Es un sistema que ha funcionado muy bien en los últimos 30 años porque tiene esa complementariedad”, afirma Castañeada.
A este desafío se suma el de la capacidad de almacenamiento, ya que la producción de energías renovables no siempre coincide con los picos de demanda energética.
“Actualmente, los sistemas de almacenamiento de energía son activos de un costo muy elevado con impacto tarifario, pero en un futuro cuando haya costos decrecientes, sería posible utilizarlos en integrarlos a la operación del sistema colombiano”, explica por su parte Jaime Orjuela, director de Regulación del Grupo Energía de Bogotá.
“Para el caso de las renovables no convencionales, sobre todo las solares, pueden ser muy útiles para almacenar energía en el día y utilizarla en la noche cuando ocurren los picos de consumo de energía”, agrega Orjuela.
Entre tanto, Para Berloti, “es importante avanzar de forma decidida para que la regulación incentive la entrada de nuevas tecnologías que potencialicen y optimicen la operación de las fuentes renovables de energía».
Por eso, añade, «es importante hablar de soluciones de almacenamiento de energía y, en el marco de la arquitectura del mercado, de la implementación de despacho vinculante, sesiones de mercados intra-diarios, así como mercado de servicios complementarios”.
La implementación de las energías renovables en Colombia, como la solar y la eólica, ha sido lenta debido a obstáculos regulatorios y socioambientales.
Pero, a pesar de ellos, el país ocupa actualmente el puesto 35 entre los 120 que componen el Índice de Transición Energética Global 2024 del Foro Económico Mundial, “lo que demuestra que está muy bien preparado para la transición”, como lo indica el informe ‘Movilización de la inversión en energías limpias en Colombia: soluciones para acelerar la financiación’.
En ese sentido, es esencial que la inversión estratégica nacional realmente cumpla con los criterios de justicia de la transición energética, avanzar en la infraestructura y agilizar los trámites para aprovechar plenamente estas fuentes, equilibrando sostenibilidad, eficiencia y equidad en el desarrollo energético del país.
Este artículo se elaboró con el apoyo de Climate Tracker América Latina.
RV: EG