BAGUA, Perú – El viento sopla con fuerza en la Amazonia peruana. Esparce semillas del árbol balsa a través de un algodón marrón rojizo que se desprende de sus ramas. La corriente de aire hace que lleguen hasta las orillas de los ríos del territorio del pueblo wampís, pueblo indígena amazónico ubicado en el noreste de Perú, y que se extiende en las regiones de Amazonas y Loreto, en la frontera con Ecuador.
Es allí donde crecen estos árboles altos, de tronco limpio y hojas grandes, que huelen a tierra y arena, y que suenan a cantos de aves. También se les conoce como topa o guaguaripo. Su nombre científico es Ochroma pyramidale, pertenece a la familia de las Bombacaceae y resalta por su ligereza, resistencia y rápido crecimiento.
La balsa es una especie endémica y nativa de la Amazonia y en Perú se encuentra en todo el corredor amazónico a lo largo de las cuencas de los ríos Huallaga, Mayo, Ucayali, Pachitea, y Amazonas. También se ubica en bosques de México, y de otras naciones en Suramérica y el Caribe y su liviana madera es muy usada en artesanías y utensilios.
“Yo recuerdo que mi papá hacía mi avioncito con madera balsa, y también su hélice, y cuando venía el viento corríamos para que esa hélice gire, no pesaba casi nada, era muy bonito”, recuerda Galois Flores Pizango, pámuk ayatke (vicepresidente) del Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampís (GTANW), ubicado en la frontera de Perú con Ecuador.
En 2021, después de la pandemia de covid-19, se generó en Ecuador una gran demanda de madera balsa para ser utilizada en la construcción de las hélices de aerogeneradores de energía eólica, comercializados en su mayoría por China.
Tiene como consumidores finales países como Estados Unidos, Alemania, India y España, según datos de Global Wind Energy Council (GWEC), en pro de una transición a energías más limpias.
Al ser un árbol de rápido crecimiento, y de cuerpo ligero y poroso, es óptimo para la estructura de estos molinos de viento.
Los bloques y paneles se transforman en estructuras conocidas como “sets”, que se adaptan a los requerimientos de quiénes fabrican palas. Luego se ensamblan en palas eólicas. Ya terminadas se transportan por separado para los proyectos eólicos, donde se fija el rotor, la góndola y la torre.
El boom de la demanda de madera es originado por China, cuando este potencia asiática empieza a elevar a través de sus planes quinquenales de desarrollo sus metas para la transición energética, según la investigación Mal viento. Desde crímenes de la selva amazónica de Ecuador a las turbinas eólicas en Estados Unidos y China de la estadounidense Agencia de Investigación Ambiental (EIA, en inglés).
Ecuador que ya sembraba la balsa o topa de forma comercial, se convirtió en el principal vendedor para China, pero terminó desabasteciéndose de este bien natural. Esta demanda obligó a madereros y comerciantes ecuatorianos a bajar por la frontera con Ecuador y Perú hasta el territorio wampís, agrega el informe de EIA.
Allí, la extracción de la madera balsa se comenzó a realizar en bosques en un estado primario, es decir, árboles que no fueron plantados para un uso comercial, sino que eran parte de la biodiversidad del territorio indígena, explica el ingeniero en recursos naturales de la oenegé Paz y Esperanza, Melvin Mestanza, quien trabaja en proyectos forestales en la región de Amazonas.
Con el boom de la balsa o topa también llegaron problemáticas sociales y ambientales, como la pérdida de la identidad cultural y la violencia. Para los wampís, esto se convirtió en la puerta de ingreso de otras economías ilegales, como la minería ilegal. Así lo relata Galois Flores, vicepámuk (vicepresidente) de la nación wampís.
“Cambió la forma de vivir que nosotros teníamos y también afectó la pérdida de identidad del pueblo. Eso ha traído también abusos sexuales, esos señores que llegaban se comprometían con las mujeres de la zona, las hacían embarazar y las abandonan. Eran personas que llegaron solo para aprovechar la madera balsa”, cuenta Flores.
La balsa: madera indígena
Flores relata cómo era el mundo wampís antes de la fiebre de la madera balsa: “Antes, al atardecer, a las 5:00 de la tarde, los árboles topa eran los dormitorios superiores para las aves. A esa hora, empezaban a llegar todo tipo de aves. Se juntaban para descansar».
También al amanecer, a partir de las 5:00 de la mañana, cantaban antes de despegar.
«Sobre todo en primavera. Cuando alguien hacía una chacra, lo primero que crecía eran estos árboles, por el viento las semillas volaban y quedaban enterradas», recuerda.
Entonces, «empezaba a brotar la balsa, y ya no podías caminar por la chacra. Le tenían cólera, le decían: mala hierba, corta, corta para librar. Y así sembrar yuca y plátano, pero cuando llegó el boom de la balsa, la gente ya no quiso cortar ningún árbol”, añade Flores.
Y agrega: “Para mí no era necesario el dinero, pero eso es lo que ha cambiado a las personas. El comerciante llegaba una vez al año en su bote, y los comuneros que habían sacado su oro de manera artesanal, hacían intercambio, también de yuca y plátano (banano para cocinar)».
Una vez al año era suficiente para vivir tranquilo. “Los países que se llevaron estos recursos, los han implementado, pero nosotros hemos quedado destruidos. Se podría decir que nos hemos quedado vacíos, hemos perdido lo bonito que teníamos. A veces dicen ‘no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes’”, menciona Flores.
Cuenta que la gente ya no quería tomar masato –una bebida eshecha a base de yuca–, como era la costumbre, sino que preferían la cerveza porque tenían dinero. Al pueblo wampís, la alta demanda le generó una desesperación por adquirirlo todo, pese a que después no le daban uso a lo que compraban.
Para Julia Urrunaga, directora en Perú de la EIA, esta situación es paradójica, pues la demanda por hacer una transición hacia energía limpia en el mundo está generando la destrucción de bosque primario y la violación de derechos humanos y derechos indígenas.
“China ya venía comprando desde hace muchos años atrás madera balsa de Ecuador, y este país ya tenía una cantidad de madera balsa o topa operativas, siendo un proceso que ya estaba funcionando, pero cuando China aumenta la demanda a comienzos de pandemia, estas plantaciones se agotan, y se ven obligados a extraer madera de bosque natural en Ecuador, incluso en áreas protegidas y territorios indígenas, para luego ir hacia Perú, impactando principalmente a la nación wampís”, menciona la especialista ambiental.
Urrunaga señala que gran parte de la exportación de Ecuador tiene un origen en Perú y gran parte de esa madera que sale de Perú no tiene permiso, es ilegal y está siendo simplemente blanqueada como si tuviera un origen ecuatoriano.
Más de 90 % de la balsa utilizada en el mundo procede de Ecuador, se resalta en la investigación titulada “Mal viento. Desde los crímenes de la selva amazónica de Ecuador a las turbinas eólicas en Estados Unidos y China”.
En esa investigación, hay un apartado especial con el subtítulo de Madera crítica para la transición energética: Impactos ambientales y sociales de la industria de la balsa.
La sección corrobora cómo la extracción de la madera balsa se extendió más allá de las fronteras de Ecuador.
En el informe, productores y exportadores ecuatorianos señalaron a los investigadores de EIA, que para satisfacer la creciente demanda internacional, los madereros ecuatorianos cruzaron a territorio peruano para talar árboles de balsa de bosques naturales, y luego pasarlos de contrabando por la frontera para exportarlos como de origen ecuatoriano.
Muchos propietarios de plantaciones ecuatorianas indicaron a EIA que mezclaban la balsa silvestre procedente de Perú con sus propias cosechas, las que salían a través de la frontera con Ecuador, por el río Pastaza, causando gran impacto en territorios indígenas, como la nación wampís.
China, la Unión Europea y Estados Unidos representan más del 90% de la capacidad eólica mundial a finales del 2023. Para EIA, estas regiones están expuestas a cadenas de suministro de madera balsa contaminadas.
Además, la investigación de EIA descubrió que los principales fabricantes de aerogeneradores de China pertenecen a las empresas Goldwind (金风科技), Mingyang (明阳风电) y CSSC (中船风电). Estas compañías estuvieron utilizando balsa importada de fabricantes ecuatorianos que mezclan balsa de plantación con la silvestre.
Occidente y oriente quieren madera balsa
Las instalaciones de producción con sede en China gestionadas por empresas occidentales no son ajenas. También están comprando madera balsa a los mismos exportadores ecuatorianos, como LM Wind Power, un fabricante danés de palas eólicas que ha sido adquirido por la multinacional General Electric (GE) de Estados Unidos.
Esas fabricas de LM Wind Power compiten con otros fabricantes de palas en el suministro de productos a proyectos eólicos chinos, pero también exporta parte de su producción al mercado estadounidense.
GE Vernova Inc. empresa global de fabricación de equipos y servicios energéticos con sede en Estados Unidos (Massachusetts), señala que aproximadamente 30 % de la electricidad mundial se genera utilizando su base instalada de tecnologías, y desde abril de 2024 está organizada en cuatro divisiones.
Una de ellas es GE Vernova Wind, que utiliza aerogeneradores que se componen de piezas fabricadas en múltiples instalaciones del mundo, una de ellas es la mencionada LM-China.
Plantabal, el mayor productor de balsa de Ecuador, en el informe también confirma que antes trabajan con Perú, pero tuvieron problemas con el origen de la madera debido a falsa documentación. EIA revela en su reporte que Plantabal depende de una parte significativa de su producción -entre 10 y 40 %- de la balsa procedente de bosques naturales.
Frente a esta situación, la Nación Wampís se organizó y empezó a documentar y denunciar estas actividades de tala ilegal. Han incautado madera y detenido a traficantes ilegales ecuatorianos.
“Entonces podemos saber cuál es la corresponsabilidad en estos delitos por parte de todos los países consumidores porque ese es el enfoque que tenemos que tener acá, si queremos proteger el ambiente.
Todo aquel que consume un producto que proviene de la naturaleza, que proviene de los bosques, tiene la responsabilidad de verificar y garantizar el origen legal de su producto, de lo contrario no debes consumirlo porque puedes estar cofinanciando delitos ambientales e incluso asesinatos de líderes indígenas”, recalcó Mestaza, la especialista ambiental.
En Perú, según la normativa solo existen dos maneras legales para aprovechar este bien natural de la madera balsa, y es extraerla de una plantación o de un espacio titulado a través de una declaración de manejo forestal. Ello no era el caso de la madera balsa o topa del territorio wampís, que crecía de forma primaria a las orillas del río, por lo que se terminaron alterando permisos para extraer esta madera de forma irregular.
“Es ahí donde se ha generado este tipo de negocios acá en el Perú y es por eso que en la zona de Ucayali, San Martín y Amazonas hubo bastante demanda, ya que buscaban con esta especie forestal llenar un hueco comercial de la noche a la mañana para el cambio energético que se está poniendo de moda en Europa”, menciona Mestanza.
Este escenario se ve agravado por la modificatoria de normativas impulsadas por el legislativo Congreso de Perú que atenta contra los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas, como la modificatoria a varios artículos de la Ley 29763, la Ley Forestal y de Fauna Silvestre, también conocida como la Ley Antiforestal.
Esa ley flexibiliza el cambio de uso de suelo otorgando permisibilidad para la legalización de actividades de deforestación ilegal, como cuando se extrae la madera balsa en territorio wampís.
Lo más impactante, es que en el territorio wampís, lo que falta no solo es la madera balsa, sino también la energía.
En algunas comunidades solo existen pocos paneles solares con electricidad intermitente, y solo algunas personas tienen la posibilidad de adquirir motores, los cuales trabajan con combustible fósil como la gasolina, cuenta Flores.
Una realidad contradictoria a los países que quieren avanzar a energías más limpias con la extracción de la madera balsa.
Transición energética y deforestación
Sofía Vargas, coordinadora de proyecto del Instituto de Gobernanza de los Recursos Naturales (NRGI, en inglés) menciona que la obtención de materias primas para la transición energética está generando deforestación.
“Más de la mitad de las reservas potenciales de minerales de transición y otro tipo de materiales como la madera balsa que son vitales para la fabricación de energías renovables, se encuentran en territorios con derechos reconocidos de pueblos indígenas o de grupos campesinos que representa un riesgo social, pero también para la conservación de los bosques, y que están directamente relacionados con la demanda de países como China y Europa”, puntualiza Vargas.
Para el pueblo wampís existe una relación profunda entre el ser humano y la naturaleza.
“Antes pedías permiso para tumbar un árbol, porque estabas matando una vida, y no solo una vida, sino que en ese árbol, cuántas vidas existen. Nuestros ancestros eran respetuosos, entendían que el ser humano sin la naturaleza no puede existir, que sin los bosques no puede existir. Tenían primero que cantar para luego tumbarlo. Yo tengo la esperanza que de nuevo recuperaremos lo que hemos perdido, porque esas semillas de la balsa viajan con el viento”, relata Flores.
Este artículo se publicó con apoyo de Climate Tracker América Latina.
RV: EG