Estudiantes tanzanos impulsan acción climática plantando árboles

Faiza Ally, alumna de la escuela primaria Mtoni en la región de Mara, en Tanzania, planta un árbol. Imagen: Kizito Makoye / IPS

MUSOMA, Tanzania – En la escuela primaria Gabimori, ubicada en el barrio de Nyamagaro, en el norteño distrito de Rorya, en Tanzania, Florence Sadiki, de 15 años, se arrodilla entre bolsas de polietileno y examina con cuidado las plántulas que ella y sus compañeros han cultivado a partir de pequeños brotes.

“Hemos plantado muchos árboles para que nuestra escuela luzca mejor y para ayudar a combatir el cambio climático”, dice.

Sadiki es parte de un inspirador movimiento de base en el país del este de África, donde estudiantes, maestros y miembros de la comunidad se unen para combatir la degradación ambiental a través de la reforestación.

En el distrito de Rorya, ubicado a orillas del lago Victoria, la deforestación desenfrenada impulsada por la producción de carbón dejó la tierra estéril. Pero los esfuerzos de los clubes ambientales escolares, apoyados por el Programa Comunitario del Lago (Lacop, en inglés), funcionan para reparar el daño.

La realidad en Rorya es sombría. Las lluvias irregulares y las sequías prolongadas han transformado franjas de tierra fértil en sabanas secas, una tendencia que solo se aceleró desde que comenzó la iniciativa en 2022.

Encabezada por la organización benéfica mundial World Neighbors y la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad del Lago (Lacodepo, en inglés), esta iniciativa empodera a los estudiantes para que planten árboles y aprendan todo el proceso de cultivo.

Daudi Lyamuru habla durante una reunión de la aldea para movilizar a la comunidad a plantar árboles y apoyar el proyecto de mitigación del cambio climático. Imagen: Kizito Makoye / IPS
Alumnos de la escuela primaria Mwenge posan para una foto después de un ejercicio de plantación de árboles. Imagen: Kizito Makoye / IPS

“Estamos enseñando a los estudiantes a montar sus propios viveros”, dice Idrisa Lema, la responsable del proyecto.

Añade que “no basta con repartir plantones. Tienen que aprender todo el proceso: elegir especies resistentes a la sequía, mejorar el suelo con abono orgánico y utilizar técnicas como el acolchado”.

Este enfoque holístico promueve la sostenibilidad y dota a los estudiantes de habilidades transferibles que pueden ayudarles durante el resto de sus vidas.

En los últimos dos años, los estudiantes han plantado con éxito 2.800 árboles en cinco aldeas, un logro notable que ya ha empezado a dar frutos. Algunos manantiales que antes estaban secos están empezando a fluir de nuevo. Sin embargo, siguen existiendo desafíos, sobre todo en Nyamagaro y las aldeas vecinas de Kyangasaga, donde las precipitaciones irregulares y la sequía siguen obstaculizando el progreso.

“Regar los árboles es difícil”, admite Alex Lwitiko, profesora de medioambiente en la escuela de niñas Rorya. “Hemos tenido que ser estrictos con los estudiantes, de lo contrario, los árboles no sobrevivirían”, detalla.

Para adaptarse, los estudiantes han recurrido a soluciones innovadoras, como el riego con botellas e incluso han perforado pozos de agua para apoyar a sus árboles jóvenes.

“Nos centramos en especies resistentes a la sequía y en métodos de cultivo orgánico para dar a los árboles la mejor oportunidad”, dice Lwitiko, enfatizando el compromiso del programa con la enseñanza de la sostenibilidad.

La propia Sadiki ha aprendido a adaptarse. “Ahora sé cómo injertar árboles y cultivarlos en condiciones difíciles”, afirma. “Estos árboles son nuestro futuro. Luchan contra el cambio climático, dan sombra e incluso mejoran la fertilidad del suelo”, añade.

Aloycia Mdeme, funcionaria del gobierno, planta un árbol para marcar el lanzamiento del club ambiental de la escuela. Imagen: Kizito Makoye / IPS
Alumnos de la escuela primaria de Mtoni plantan árboles; este proyecto se ha convertido en un elemento central de la contribución de la región a la mitigación del cambio climático. Imagen: Kizito Makoye / IPS

En Tanzania, el impacto del cambio climático es cada vez más severo. El país aspira a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre 30 y 35 % para 2030, un objetivo delineado en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC).

A pesar de su baja huella de carbono (apenas 0,22 toneladas per cápita en comparación con el promedio mundial de 7,58), Tanzania se está recuperando de los desastres relacionados con el clima. Las sequías, las inundaciones y los patrones climáticos erráticos perturban la agricultura, secando las fuentes de agua y amenazando la estabilidad económica.

Para los pobres rurales, especialmente aquellos que dependen de la agricultura (la columna vertebral de la economía, que representa 28 % del produto interno bruto), lo que está en juego es más importante.

Pero en lugares como las escuelas secundarias para niñas de Nyagisya y Rorya, los estudiantes han asumido la lucha. A través de la plantación de árboles, se han convertido en improbables defensores climáticos, abordando la degradación ambiental al tiempo que mejoran la seguridad alimentaria y fomentan los medios de subsistencia locales.

El acto de plantar árboles ofrece más que sombra y frutos. Simboliza una misión más profunda: restaurar el suelo, preservar el agua y, para estos estudiantes, brindar una forma de justicia climática. Los esfuerzos de reforestación están en sintonía con los planes más amplios de Tanzania para fortalecer sus sistemas agrícolas y hídricos contra la crisis climática que avanza.

A medida que florecen estas iniciativas lideradas por estudiantes, reflejan el llamado urgente de Tanzania al apoyo global. Con recursos limitados, el país se esfuerza por cumplir con sus compromisos, pero reconoce que la batalla contra el cambio climático es un esfuerzo colectivo que requiere unidad a escala global.

A pesar de los esfuerzos prometedores en Tanzania, aún quedan desafíos importantes. Uno de los principales es la imprevisibilidad de la financiación. Las iniciativas de plantación de árboles y los programas de adaptación al clima requieren un apoyo financiero sostenido, pero los recursos suelen ser limitados, según los analistas locales.

Sin una financiación constante, resulta difícil ampliar los proyectos y mantener el impacto a largo plazo.

Los miembros de la comunidad plantan árboles en el distrito de Rorya. Imagen: Kizito Makoye / IPS

Si bien los estudiantes han adoptado la gestión ambiental, no todos los hogares locales están de acuerdo. En algunas áreas, el ganado continúa pastando en los árboles jóvenes, echando por tierra el duro trabajo de reforestación. Además, las presiones culturales y económicas, como la dependencia del carbón para obtener ingresos y la leña para cocinar, contribuyen a la deforestación en curso, lo que dificulta los esfuerzos de conservación.

La irregularidad de las lluvias y el empeoramiento de las condiciones de sequía representan otra barrera. La escasez de agua dificulta el cuidado de los árboles recién plantados, a pesar de las soluciones innovadoras. Estas condiciones también presionan a la agricultura local, de la que dependen muchas familias, lo que aumenta la urgencia de equilibrar la conservación con las necesidades de supervivencia.

Aunque Tanzania tiene ambiciosos objetivos climáticos, la brecha entre las políticas y su implementación práctica sigue siendo amplia, en particular en las zonas rurales, donde los efectos del cambio climático se sienten con mayor intensidad.

En la escuela primaria Gabimori, los estudiantes han asumido su papel como guardianes del medio ambiente. “Han visto cómo la conservación afecta su vida diaria”, dice la maestra Witinga Mattambo. “Ahora comprenden el vínculo entre los árboles y los alimentos que comen”.

El impacto es vívido para estudiantes como Sadiki. “Nunca me di cuenta de que los árboles fueran tan importantes”, dice. “Traen lluvia y mejoran nuestro medio ambiente”.

Para Lema, esto es solo el principio. Al fomentar las habilidades de liderazgo y hacer participar a la comunidad en general, el programa está creando una nueva generación de tanzanos dedicados a la protección del medio ambiente. “Incluso hemos visto a los padres participar”, dice Lwitiko. “Están empezando a plantar árboles en sus propios jardines”.

Aun así, el programa se enfrenta a obstáculos. Algunas familias permiten que su ganado paste en los árboles jóvenes, echando por tierra el duro trabajo de los estudiantes. “Es frustrante”, admite Lwitiko, “pero estamos avanzando, paso a paso”.

Lema tiene planes ambiciosos para ampliar la iniciativa.

“Estamos formando a los estudiantes para que transmitan sus conocimientos”, afirma. “A medida que avancen, enseñarán a estudiantes más jóvenes y extenderemos este esfuerzo a otras escuelas”. Pero ampliar el programa requerirá más financiación.

“Estamos trabajando para conseguir más recursos y asociarnos con los gobiernos locales para hacer cumplir las ordenanzas de plantación de árboles”, explica Lema. También hay planes para establecer viveros domésticos, lo que permitirá a las familias obtener ingresos adicionales y, al mismo tiempo, contribuir a la conservación.

Para Sadiki, el impacto del programa es duradero.

“Tenemos el deber de plantar árboles y proteger nuestro medio ambiente. Es algo que llevaremos con nosotros durante el resto de nuestras vidas”.

T: MLM / ED: EG

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