LA HABANA – Cuando Claudia Rafaela Ortiz llegó a la comunidad de Imías el lunes 28, en la costa sur de Guantánamo, la provincia más oriental de Cuba, ya no vio en sus pobladores el estado de shock que había observado una semana antes en San Antonio del Sur, un municipio colindante, debido al paso del huracán Óscar.
Las personas parecían tranquilas, mientras caminaban o andaban en bicicleta sobre una capa de lodo que había dejado el desbordamiento de los ríos; al parecer, dijo Ortiz a IPS, habían asumido su nueva normalidad con electricidad y telecomunicaciones intermitentes, viviendas arruinadas y vacías tras la pérdida de muchísimos bienes.
“Todas esas viviendas, excepto las segundas plantas, quedaron sumergidas bajo el agua (durante las inundaciones). No hay una sola pertenencia de alguien que no esté bajo el lodo. Era ver a la gente derritiéndolo para encontrar cosas, cucharas, utensilios”, describió desde esa localidad.
Ortiz, originaria del municipio de Baracoa, en la costa norte de Guantánamo, salió desde La Habana a su hogar natal en la noche del lunes 21, en cuanto tuvo la certeza de que Óscar había provocado grandes daños allí, en Maisí y, sobre todo, en San Antonio del Sur e Imías.
“Si de algo podíamos presumir en Cuba era del sistema de la defensa civil. Algo falló, porque no puede haber tantos testimonios de las personas que se sintieron abandonadas, y eso habla también de un entramado social preocupante, de una crisis social”: Sergio Cabreras.
El ciclón, de categoría 1 de 5, según la escala de Saffir-Simpson, llegó al archipiélago cubano por las cercanías de Baracoa en la tarde del domingo 20, con vientos sostenidos de 140 kilómetros por hora; no salió hasta después de 25 horas, por el noreste de la isla, no tan lejos de por donde entró y degradado a tormenta tropical.
En ese momento, esta nación insular caribeña intentaba recuperarse de un corte eléctrico total –iniciado el viernes 18–, que dejó sin electricidad a los diez millones de habitantes de la isla durante tres días.
El evento climatológico ha dejado atrás el saldo de al menos siete muertos, más de 11 000 inmuebles, 60 kilómetros de viales afectados, incontables bienes materiales destruidos y graves daños a plantaciones de café, banano y tomate.
Ortiz y su hermana organizaron enseguida a través de sus redes sociales una colecta de donaciones para abrir puntos de distribución de alimentos gratuitos en las localidades más perjudicadas, en coordinación con los propios lugareños.
Aun así, solo pudieron visitar a Imías una semana después de la catástrofe, pues todas las vías terrestres con paso vehicular hacia esa localidad estuvieron inaccesibles hasta el domingo 27, cuando las autoridades pudieron reparar algunas. Mientras tanto, el gobierno enviaba asistencia a través de helicópteros.
Actualmente, casi la totalidad de los población de San Antonio del Sur dispone de electricidad, pero por las roturas en los tendidos, en Imías solo la mitad de los usuarios tiene ese servicio, mientras que en Baracoa, 63 %, y en Maisí, 73 %.
El abastecimiento de agua, por su parte, se encuentra a 63 % de su capacidad usual en Guantánamo, provincia con unos 507 000 habitantes.
Responsabilidades
“A la una o dos de la mañana empezaron las inundaciones. Estábamos confiados, porque se decía que el ciclón iba a afectar más a la costa norte. No sé qué paso: esta vez, no hubo organización ni evacuación. El río se desbordó y cogió a la gente durmiendo”, dijo a IPS por teléfono Freddy Columbié, desde San Antonio del Sur donde reside.
Por más que el apagón general haya enturbiado las comunicaciones, muchas personas han criticado a través de las redes sociales la preparación previa ante el paso del ciclón.
“Antes con cualquier chubasco se evacuaba a todo el mundo, ¿por qué en esta ocasión no? Cuando el Mathew (huracán categoría 5 que devastó esa provincia en 2016 y no causó fallecdos) se evacuó a la gente. Hay una responsabilidad en la Defensa Civil por todo lo que pasó”, agregó Columbié.
El propósito del sistema de la Defensa Civil, dirigido por el presidente del país y compuesto por varios organismos sociales e instituciones, es el de organizar la respuesta y las labores de recuperación ante desastres.
Según Columbié, por más que hubiera problemas con las telecomunicaciones, la información pudo haberse transmitido de múltiples vías, aunque sea mediante mensajeros, pues en cada comunidad hay un representante que puede orientar y alertar a las personas del peligro inminente.
“Se ha perdido un poco la tradición de evacuar”, sentenció.
Por su parte, Taimara Rubio, habitante de Imías, informó a IPS que en su pueblo ocurrió una situación diferente. “Aquí la defensa civil tuvo acción, anunciaron todo, que venía ‘el tiempo’ (el ciclón), que por favor, teníamos que ser evacuados”, dijo desde esa localidad.
Como su casa es de dos plantas, muchos vecinos se resguardaron allí hasta que disminuyeran las inundaciones. De todas formas, en Imías también hubo pérdida humana.
“El pueblo quedó muy devastado. Demasiado. La inundación fue por dos ríos que se desbordaron y unieron, algo que nunca nadie se hubiera imaginado”, afirmó Rubio.
De acuerdo a Ortiz, la activista y periodista baracoense, sí hubo una falta de percepción de riesgo, agudizada por las fallas en la comunicación por el apagón general.
“Eso se convierte en un punto débil para la defensa civil, y además, he hecho averiguaciones y las inundaciones tienen un margen grandísimo de ser imprevisibles, además de que fue en una zona empobrecida donde hay muchas viviendas poco resistentes”, argumentó.
En cualquier caso, dijo que eso no justifica que casi nadie se haya evacuado.
Argenis Perales, jefe del Departamento de Operaciones del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, reconoció en el espacio televisivo de la Mesa Redonda que la crisis energética hizo más compleja la situación de comunicación y que muchas personas no se pudieron informar; sin embargo, se mantuvieron activas redes de comunicación emergentes y de radioaficionados.
En diálogo con IPS, Irania Martínez, residente de la ciudad de Guantánamo, capital de la provincia homónima, consideró que “no se adoptaron las medidas pertinentes. El problema es que se ha perdido el sentido de la responsabilidad. Se ha perdido el ímpetu que tuvimos”.
Movilización solidaria
Desde que empezaron a circular las primeras malas noticias tras el paso de Óscar por Guantánamo, instituciones estatales y no gubernamentales, empresas extranjeras, negocios privados, embajadas y miembros de la sociedad civil organizaron donaciones para enviar a los damnificados.
“Insistimos en la imprescindible organización y celeridad para el traslado y entrega de las donaciones que comienzan a recibirse de nuestro pueblo, desde países amigos y de organismos internacionales. Agradecemos profundamente estas muestras de solidaridad”, escribió en sus redes sociales el presidente Miguel Díaz-Canel el día 22.
Por ejemplo, el proyecto Palomas, que se dedica desde 2021, a raíz de la pandemia de la covid, a organizar colectas de medicamentos para ayudar a las personas necesitadas, también coordinó una campaña de donativos.
La institución católica Congregación de las Hijas de la Caridad, con sede en Baracoa, es la encargada de recibir los insumos y distribuirlos entre la población.
Cuando el huracán Ian atravesó el occidente de Cuba en 2022, tomaron la misma iniciativa y llegaron a enviar siete cargamentos en camiones.
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“Si de algo podíamos presumir en Cuba era del sistema de la defensa civil. Algo falló, porque no puede haber tantos testimonios de las personas que se sintieron abandonadas, y eso habla también de un entramado social preocupante, de una crisis social”, dijo a IPS en La Habana Sergio Cabreras, coordinador general del proyecto.
Las tormentas tropicales o ciclones de categoría 1 no solían causar muertes en Cuba. En los últimos 15 años, las mayores cifras de muertes provinieron del huracán Sandy (2022, categoría 2), con 11 personas fallecidas; el Irma (2017, categoría 5), que provocó 10 muertos; y el Ian (2022, categoría 5), con cinco pérdidas humanas.
ED: EG