MÉXICO – La científica y militante izquierdista, feminista y ambientalista Claudia Sheinbaum, de 62 años, juró este martes 1 como la primera mujer presidenta de México, ofreciendo que gobernará “para todos y todas” sus compatriotas durante el sexenio que completará el 30 de noviembre de 2030.
“Después de dos siglos de independencia y tres de colonia, por primera vez en 503 años llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra hermosa nación”, dijo en el discurso que dirigió al país tras prestar el juramento de ley, ante el Congreso en pleno y en presencia de delegaciones de 105 países.
«No llego sola, llegamos todas. Hoy llegan todas ellas que nos pensaron libres y felices», dijo a las mujeres mexicanas en un guiño a lo que representa su arribo a presidir el segundo país de América Latina, donde también aseguró que hacen falta «más presidentas con A».
Ofreció que en política internacional México mantendrá su línea tradicional, de respeto por la autodeterminación de los pueblos y búsqueda de resolución pacífica de las controversias y conflictos, así como sostener la relación especial de asociación con sus vecinos norteamericanos, Estados Unidos y Canadá.
“Garantizaremos todas las libertades, de manifestación, expresión e información, respetaremos los derechos humanos y las libertades políticas, religiosas y demás, quien diga que haremos un gobierno autoritario está mintiendo”, aseveró.
Los inversores “tengan la certeza de que las inversiones de los accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras”.
Dedicó un largo pasaje de su discurso a exaltar la figura de su correligionario y predecesor Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), quien presenció el discurso a su lado tras entregarle la banda presidencial, definiéndolo como “el mejor presidente de México, aunque a él no le gusta que se lo digan”.
Lo elogió como “el iniciador de la revolución pacífica de la cuarta transformación (como bautizó López Obrador a su gestión), uno de los grandes dirigentes políticos y luchadores, el más querido, solo comparable con Lázaro Cárdenas (1934-1940)”, el mandatario que nacionalizó el petróleo y profundizó la reforma agraria.
Ofreció continuar la gestión precedente bajo tres principios: prosperidad compartida o primero los pobres; no puede haber un Gobierno rico con un pueblo pobre, y que “los y las gobernantes debemos llevar una vida austera y ser honestos”.
Entre otros beneficios para la población en su sexenio, ofreció una pensión universal para los adultos mayores y las personas con discapacidad, un apoyo bimensual para las mujeres de más de 64 años, y becas generalizadas para estudiantes de secundaria.
Defendió que la salud y la educación deben considerarse derechos humanos y no privilegios o mercancías, y prometió la construcción de un millón de nuevas viviendas (México tiene 128 millones de habitantes), más líneas férrea y nuevos servicios de trenes de pasajeros y carga entre distintas ciudades.
La producción petrolera será dirigida al mercado interno y no excederá de 1,8 millones de barriles (de 159 litros) por día, pues “llegar a producir tres millones es ambientalmente imposible”, y ofreció incentivar las energías renovables.
Planteó mejorar la gestión de cuencas y ríos, por el autoabastecimiento con el maíz -base de la cocina mexicana- “y no permitiremos la siembra de maíz transgénico”.
En cuanto a seguridad, su programa consistirá en atención a las causas, en particular con trabajo entre la juventud; inteligencia e investigación, y fortalecimiento de la Guardia Nacional, recientemente objeto de un polémico traslado de jurisdicción, de la Secretaría (ministerio) de Gobernación a la de Defensa.
Según la mandataria, “quien diga que eso significa la militarización de la Guardia Nacional está totalmente equivocado”.
La seguridad es un gran desafío para el gobierno de Sheinbaum, pues en el país actúan fuertes carteles de traficantes de drogas y durante el período de López Obrador se registraron casi 200 000 homicidios, una tasa de 23 por cada 100 000 habitantes, superior al promedio latinoamericano.
Además continuaron las desapariciones de personas, con más de 100 000 casos en lo que va de siglo y una extendida impunidad en numerosos casos.
Entre las delegaciones extranjeras que acudieron a la juramentación de Sheinbaum estuvieron los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; de Chile, Gabriel Boric; de Colombia, Gustavo Petro; de Cuba, Miguel Díaz-Canel; de Dominica, Sylvanie Burton; de Guatemala, Bernardo Arévalo, y de Haití, Edgard Leblanc.
También Xiomara Castro, de Honduras; Santiago Peña, de Paraguay; Luis Abinader, de República Dominicana; Brahim Gali, de la República Saharaui; los primeros ministros de Belice, John Briceño, y de Santa Lucía, Philip Pierre, así como el responsable de asuntos exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell.
Estados Unidos fue representado por Jill Biden, esposa del presidente Joe Biden, y no hubo representación del gobierno de España debido a una controversia diplomática con Madrid.
La controversia surgió porque López Obrador dirigió una carta al rey Felipe VI planteándole que pidiese perdón por los excesos de la conquista española, y no hubo respuesta de parte de la corona española. El monarca entonces no fue invitado a la investidura de Sheinbaum y el Gobierno español no envió representación.
Sheinbaum en su discurso reivindicó la herencia indígena que ha marcado a la sociedad mexicana, pero sobre todo resaltó que su presidencia significa que se se empoderan las mujeres indígenas, las trabajadoras del hogar, las abuelas, bisabuelas, madres, hijas y nietas que han sido heroínas anónimas en la construcción del país.
Finalmente, entre vítores, hizo “una respetuosa invitación” a que en lo sucesivo se diga presidenta y no presidente, “y a que nombremos: abogada, maestra, científica, doctora, ingeniera, bombera, soldada, porque lo que no se nombra no existe”.
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