KITUI, Kenia – Los agricultores de Kenia luchan por las consecuencias de la distribución generalizada de fertilizantes falsificados que han puesto en peligro el rendimiento de sus cosechas y sus medios de subsistencia, mientras esperan saber los alcances de una ley que regulará el lucrativo cultivo del frijol mungo, conocido fuera de África como el frijol negro, actualmente en debate en el parlamento local,
La ley del frijol mungo (Vigna mungo) o frijol negro responde a la creciente importancia de este cultivo en Áfria oriental con más de 55 millones de habitantes.
Conocidos localmente como «ndengu», los frijoles mungo han ganado terreno gracias a su resistencia a la sequía y a su gran demanda en los mercados locales e internacionales, donde tiene otros nombres, entre ellos judia negra, poroto negro o urd, en la cocina india, donde se usa muy abundantemente.
La proyectada legislación keniana sobre la preciada legumbre pretende crear un marco para estabilizar los precios, estandarizar la calidad y garantizar prácticas comerciales justas. Sin embargo, muchos agricultores temen que el proyecto de ley se sume a los obstáculos burocráticos existentes sin abordar cuestiones fundamentales como el reciente escándalo de los fertilizantes.
Entre los afectados por ese escandalo está Lucy Mutuku, una pequeña agricultora de Kibwezi, una región semiárida del este de Kenia.
Con el rostro curtido y las manos endurecidas por años de trabajo, Mutuku está de pie en su campo, explicando por que decidió aventurarse en el cultivo de la judía mungo.
«Fue una estrategia de diversificación», dice a IPS, con la voz firme de quien ha visto muchas cosechas. «Las judías mungo son resistentes a la sequía y el uso de abono orgánico ayuda a mejorar la fertilidad del suelo. Incluso con lluvias irregulares, proporcionan una fuente fiable de proteínas para mi familia y excedentes para el mercado», detalla.
Pero este cambio productivo dio un giro oscuro cuando se convirtió en una de las muchas víctimas del programa gubernamental de fertilizantes subvencionados.
«Comprar fertilizantes sintéticos siempre ha sido caro», cuenta, con la frustración dibujada en el rostro. «Cuando oí hablar de la opción a precio justo del gobierno, lo compré rápidamente. Pero luego me di cuenta de que era falso. Mis cultivos fracasaron, y es descorazonador porque la agricultura es mi único ingreso», añade.
La repercusión del escándalo ha sido generalizada: el Servicio de Inspección Fitosanitaria de Kenia (Kephis, en inglés) informó de que los fertilizantes falsificados representaban casi 20 % de los insumos agrícolas de esta temporada.
Esto afectó a diversos cultivos, incluido el frijol negro, el maíz y las hortalizas, devastando a los pequeños agricultores que ahora se ven atrapados en un ciclo de deudas e incertidumbre.
En el condado de Makueni, Beatrice Mwangi, otra agricultora, invirtió mucho en frijoles mungo, con la esperanza de obtener una cosecha que mejorase sus ganancias.
Con sus ojos reflejando una mezcla de esperanza y desesperación, recuerda el momento en que se dio cuenta de la magnitud de los daños. «Esperaba una cosecha abundante», dice, “pero mis cultivos apenas crecieron”. Cuando la oficina agrícola confirmó que el fertilizante era falso, «fue un duro golpe», explica.
Ahora, como muchos otros agricultores, lucha por devolver los préstamos contraídos para comprar insumos, enfrentándose a una tensión financiera que amenaza el futuro de su familia.
Dominic Mbithi, de Kitui, una de las tierras semiáridas de Kenia, eligió los frijoles mungo por sus escasas necesidades de agua. Mbithi, un hombre enjuto de unos cuarenta años, emplea pozos zai, cuencas poco profundas que captan y conservan el agua.
«Esta técnica me ayuda a maximizar el uso del agua», dice, agachado junto a uno de sus pozos, examinando el suelo. A pesar de las dificultades, ha conseguido aumentar sus cosechas e incluso añadir valor a la producción de harina de judía mungo, que vende a escuelas y centros de salud locales.
En Taita Taveta, Joyce Mwikali pasó del maíz y el sorgo al frijol mungo. Una mujer decidida de unos 50 años, camina por su granja de tierra arenosa con un orgullo que oarece negar las dificultades a las que se enfrenta.
«Los frijoles mungo tienen un periodo vegetativo más corto y prosperan bien aquí», explica.
Mediante la rotación de cultivos y el uso de compost, Mwikali ha conseguido reducir su dependencia de la agricultura de secano. Ahora participa en una cooperativa que le facilita el acceso al mercado y le garantiza mejores precios para sus productos.
Michael Muriuki, que cultiva en las laderas orientales del monte Kenia, en Meru, utiliza el riego por goteo para mantener un suministro constante de agua para sus judías mungo durante los periodos de sequía.
Con actitud reflexiva, explica cómo estos ingresos adicionales le han permitido invertir en mejores equipos. «El riego por goteo y la gestión integrada de plagas me han cambiado las reglas del juego», dice, con la mirada fija en las plantas perfectamente alineadas.
En Tharaka-Nithi, Lydia Njeri empezó a cultivar frijoles mungo para combatir los efectos del cambio climático en los cultivos tradicionales. Gracias a la siembra temprana y a las semillas certificadas, ha mejorado la nutrición de su familia y ha encontrado un mercado fiable para sus excedentes.
«Vender a los procesadores que elaboran productos a base de frijol mungo, como fideos y harina, me proporciona unos ingresos constantes», señala, y su expresión se suaviza al describir los cambios positivos que se han producido en su comunidad.
Aunque la Asamblea Nacional rechazó el proyecto de ley Mungo en 2022, en la fase de segunda lectura sus defensores sostienen que podría ofrecer un marco regulador para proteger a los agricultores de los insumos agrícolas fraudulentos.
Sin embargo, críticos como John Mburu, economista agrícola, advierten de que la legislación por sí sola es insuficiente.
«Necesitamos un enfoque global», subraya, “que incluya una aplicación más estricta de la ley contra los productos falsificados, la educación de los agricultores y una mejor infraestructura de control de calidad”, sostiene
El proyecto de ley pasará ahora a mediación entre diversos grupos de legisladores y actores involucrados, según la Asamblea Nacional.
Las historias de los agricultores ponen de relieve la profunda vulnerabilidad del sector agrícola keniano. Aunque el proyecto de ley sobre la judía mungo puede ofrecer un rayo de esperanza, se requieren medidas inmediatas para reforzar la supervisión reglamentaria, aumentar la concienciación de los agricultores y garantizar la autenticidad de los insumos agrícolas.
De ello depende el futuro de estos agricultores y la seguridad alimentaria del país.
Mientras continúa el debate, las voces de agricultores como Mutuku, Mwangi, Mbithi, Mwikali, Muriuki y Njeri deben guiar el desarrollo de políticas que realmente apoyen y protejan a la comunidad agrícola de Kenia. Solo así podrán evitarse crisis semejantes en el futuro.
El Congreso 2024 de frijoles mungo, celebrado en Bangkok, reunió a 110 partes interesadas de 23 países. Este encuentro fue una plataforma para compartir las investigaciones actuales y debatir las prioridades futuras, incluidos los estudios apoyados por el Centro Australiano de Investigación Agrícola Internacional (Aciar en inglés).
Eri Huttner, director del Programa de Investigación sobre Cultivos del Aciar, hizo hincapié en el significativo impacto potencial de su inversión en la investigación para la mejora del frijol mungo en los países asociados, destacando la creciente importancia mundial del cultivo.
Mientras prosigue el debate, no deben pasarse por alto las voces de los más afectados: los agricultores. Sus experiencias y puntos de vista de primera mano deben estar en primera línea a la hora de desarrollar políticas que realmente apoyen y protejan a la comunidad agrícola de Kenia. Este enfoque es esencial para evitar que estas crisis se repitan.
Ya en 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución que proclamaba 2016 como el Año Internacional de las Legumbres.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) encabezó esta iniciativa, que aumentó significativamente la concienciación pública sobre las ventajas nutricionales y medioambientales de las legumbres, al tiempo que destacaba su función en la producción sostenible de alimentos.
Aprovechando el éxito de esta celebración y reconociendo el potencial de las legumbres para alcanzar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, Burkina Faso propuso la celebración del Día Mundial de las Legumbres.
En consecuencia, en 2019, la Asamblea General proclamó el 10 de febrero como ese Día Mundial, subrayando aún más el papel vital que desempeñan las legumbres en la seguridad alimentaria mundial y la sostenibilidad.