BOTOGÁ – En los últimos años, la crisis ambiental provocada por el uso desmedido de plásticos de un solo uso ha generado un alarmante impacto en ecosistemas alrededor del mundo. En Colombia, la situación no es diferente: ríos, playas y zonas naturales se han visto afectadas por la acumulación de estos residuos, que tardan siglos en descomponerse y representan una grave amenaza para la biodiversidad y la salud pública.
En ese sentido, el más reciente esfuerzo del gobierno colombiano por mitigar el problema es la Ley de Prohibición de Plásticos de un Solo Uso, que entró en vigencia en julio, con la que se espera eliminar definitivamente la producción y uso de plásticos en un lapso de 30 años.
La mayoría de estos plásticos de un solo uso se generan en el sector de envases y empaques, que, en el caso de Colombia, según WWF, es de 700 500 toneladas anuales, de las cuales solo 30 % se recicla en nuevos empaques.
Según la organización Greenpeace, el consumo de plástico en Colombia es de 1 250 000 toneladas por año, y 74 % de los envases de plástico utilizados terminan en rellenos sanitarios, contribuyendo a la creciente problemática ambiental.
Informes de la misma organización indican que cada colombiano consume en promedio 24 kilos de plástico al año, y la mitad de estos son de un solo uso.
La primera fase de la Ley de Prohibición de Plásticos de un solo uso incluye de ocho tipos: bolsas para envolver revistas y periódicos, las de lavandería, las de empacar alimento en supermercados, los soportes para globos y para hisopos de oídos, así como pitillos —llamados sorbetes, popotes o cañitas en otros países latinoamericanos— y mezcladores para bebidas.
En la segunda fase, que iniciará en el año 2030, se prohibirá otro grupo de plásticos: los envases para contener líquidos de consumo inmediato y alimento, las bolsas para entrega a domicilios, los platos, bandejas, cuchillos, tenedores, cucharas y vasos desechables, el confeti, manteles y serpentinas, los porta hilos dentales, adhesivos fijados a vegetales, así como empaques para hierbas aromáticas, frutas y verduras.
Las alternativas sostenibles planteadas para reemplazar estos plásticos incluyen productos hechos con materiales biodegradables, productos reutilizables al no ser de un solo uso, productos fabricados 100% con materia prima plástica reciclada, con algunas excepciones adicionales por temas de inocuidad, sobre todo de la canasta familiar y productos de uso médico.
Puesta en marcha con algunos tropiezos
La nueva ley no es algo que haya tomado a la industria por sorpresa.
Para empezar, ya existían regulaciones, como la resolución 1407, que establece el Esquema Responsabilidad Extendida del Productor para empaques y envases, que tiene unas metas de aprovechamiento obligatorias y la implementación del impuesto a las bolsas plásticas.
«Las empresas están ya en esa transición. Habrá algunas que dentro del mercado en el cual se desenvuelven no van a lograr la posibilidad de esa transición, mientras otras sí, y aún estamos evaluando este efecto”, afirma Daniel Mitchell, presidente del gremio de la industria de plásticos en Colombia, Acoplásticos.
El empresario indica que, aunque ya se tenía la información para que las empresas pudieran ir adaptándose a la producción de otras alternativas más sostenibles, hizo falta puntualizar con anticipación algunos aspectos claves.
“El gobierno se demoró año y medio en reglamentar las alternativas sostenibles dispuestas en la ley, lo cual generó un desconocimiento sobre normas técnicas que implementar y qué estudios hacer, así como evaluar tecnologías”, indica Mitchell.
La Resolución 803 del Ministerio de Ambiente , que introduce medidas específicas para garantizar el cumplimiento de la ley, ya plantea muchas respuestas a esos interrogantes. El inconveniente es que salió una semana antes de la entrada en vigencia de la norma, hecho que el gremio recrimina. Así mismo, la reglamentación del uso de plástico 100% reciclado, que sí permite la norma, también llegó muy tarde.
“En ese caso uno sabe que es el 100%, pero no cuál es el criterio de trazabilidad que va a exigir el Ministerio de Ambiente para sustentar ante la autoridad que efectivamente se tienen los certificados en regla”, explica Mitchell.
Plásticos, una industria importante para Colombia
Según Acoplásticos, los envases y empaques son alrededor de 55 % de la producción en Colombia. Los productos que se prohibieron son equivalentes a 4 % y los productos desechables, 3 %. “Así que 7 % de la industria hoy tiene una mayor presión por encontrar una solución o salir del mercado”, explica Mitchell.
El presidente del gremio advierte que el impacto potencial de la entrada en vigencia de la Ley 2232 es 4 % de la industria plástica, que abarca unos 10 000 puestos de trabajo, y alrededor de 100 empresas, que producen unas 60 000 toneladas de plásticos por año. “Si ninguna empresa hace nada, ese va a ser el impacto”, explica.
El sector genera aproximadamente 250 000 empleos directos y otros 80 000 en el sector del reciclaje.
Desafíos para una transición justa
Aunque la Ley 2232 es un paso importante hacia la sostenibilidad, de cara a una transición justa hay retos y desafíos importantes que aún deben ser atendidos.
Estas medidas deben ir acompañadas de estrategias concretas, claras y muy aterrizadas al panorama nacional para asegurar que estos trabajadores y que los empleos asociados a la industria y las comunidades que hoy básicamente dependen de esta Industria no queden desatendidos o desamparados”, indica Ana María Cañón, líder de posconsumo del colectivo Compromiso Empresarial para el Reciclaje (Cempre).
En ese sentido, la petición al gobierno es acelerar la construcción de un plan de acción que establezca mecanismos y estrategias concretas para acompañar a la empresa privada en el cumplimiento de las metas ambientales, pero también en los procesos de reconversión laboral.
“En términos de transición justa vemos que esta es una gran oportunidad para generar nuevos empleos en el fortalecimiento de la economía circular, así como para desarrollar industrias emergentes desarrolladas con la demanda de alternativas sostenibles contempladas en la ley”, indica Cañón.
La ley, solo “pañitos de agua tibia, si no es que fría”
Para Martín Ramírez, director ejecutivó de Cáscara, una empresa tecnológica verde que transforma residuos orgánicos o reciclados en empaques, la prohibición de plásticos de un solo uso en Colombia es más una etapa piloto, pues considera que los primeros 8 artículos que salen del mercado son más simbólicos que representativos, en proporción a los estragos ambientales que generan.
“Para mí no es un pañito de agua tibia, sino fría. Sin embargo, esto empieza a mover la tecnología. Es un movimiento de pensamiento. Si alguien piensa que ya es capaz de reemplazar la bolsa en el supermercado se da cuenta que puede reemplazar otras cosas”, indica el empresario.
Aunque Martínez está convencido de que hay alternativas sostenibles para reemplazar la mayoría de plásticos (omitiendo los de uso médico), es claro que hay una barrera grande para competir en el mercado frente a los precios del plástico.
“Los empaques de plástico normalmente son más baratos porque nunca se les cobra el costo ambiental, el costo no es el precio. Si a ti te cobraran la botella de agua y te dicen: 800 pesos por el agua, pero la botella vale 3.000, uno dice ¡Uy, no! Además, tú estás consumiendo agua, no botella, por ende, la botella debería volver, nadie la botaría, porque tendría un valor”, explica el empresario.
Además, está la barrera de la escala.
“Esto hace que mi producto, que es más amigable con el medio ambiente, pueda costar 30 % o 40 % más… Para aplicar la innovación se necesita tener una buena escala y un buen cliente”, indica Ramírez.
En su caso, Ramírez ha logrado tener éxito estableciendo alianzas con el sector comercial, buscando clientes que estén dispuestos a pagar por innovación de producto. “Entre tanto, mientras una solución ecológica cueste más de dos veces que una plástica, en el mercado se quedan con el plástico”, enfatiza.
En este momento, Cáscara se está enfocando en la innovación de un producto hecho para eliminar el vinipel o “film stretch” en los transportes logísticos, un producto que actualmente tan solo sirve para embalar y luego se bota. Se trata de un forro o cascarón que sea reutilizable durante cuatro años para productos que viajan dentro y fuera del país. Cabe aclarar que este es un plástico que no está contemplado dentro de la nueva ley.
¿Qué pasa con los biodegradables y otras soluciones más sostenibles?
Para Mitchell, hoy el componente de biodegradables es pequeño y la capacidad instalada de los bioplásticos es poca, pues tienen unos usos muy específicos comparado con el gran universo de los plásticos. Además, Colombia se ha centrado en una economía circular en la que los bioplásticos son menos eficientes.
Entre tanto, la tendencia mundial es que el sector del ‘packaging’ sigue siendo el mayor campo de aplicación de los bioplásticos, con 48 % del total (un millón de toneladas), como se evidenció en un estudio de la asociación European Bioplastics para el 2023.
Los materiales bioplásticos ya se están utilizando en muchos otros sectores y las aplicaciones continúan diversificándose. Segmentos como el de la automoción y el transporte, la agricultura y la horticultura, así como el de la electricidad y la electrónica continúan aumentando moderadamente su participación relativa.
Lo anterior es importante si se tiene en cuenta que, en Colombia, en el primer semestre de 2024, las exportaciones de productos plásticos crecieron 16,4 % y las de materiales plásticos 4,3 %, según la Encuesta Mensual Manufacturera con Enfoque Territorial del DANE.
Para Martín Ramírez, el máximo ejecutivo de Cáscara, las soluciones de plásticos que reemplazan los de a base de petróleo no exigen cambiar de tecnología.
“Ya hay unidades que son hechas de bioplásticos, o de plásticos combinados que uno puede reemplazar usando el mismo sistema de inyección. No es necesario que tengan que cambiar su línea o cambiar las máquinas. Los insumos son los que se reemplazan y ya venden unidades con distintas combinaciones”, indica.
El reciclaje, un pilar para la reconversión laboral
Colombia se viene preparando desde hace años en el fortalecimiento de procesos de reciclaje, desde los colectivos de base hasta empresas transformadoras.
“Desde hace dos años y por lo menos los dos siguientes estaremos hablando que hay una inversión de más de 100 millones de dólares para ampliar capacidad de reciclaje y acercándonos a 400 millones de toneladas de capacidad de reciclaje al año en Colombia, para un consumo de 1,4 millones. Son números grandes y las empresas han hecho mucho en cuanto a ecodiseño, reciclaje, rentabilidad”, afirma Mitchell.
Para Cañón, en el país ya hay habilidades técnicas de identificación de resinas, separación de estas según características químicas y de aprovechamiento, lo que facilitará desde la fuente el ejercicio de una adecuada reincorporación o aprovechamiento, para evitar que terminen mal dispuestos.
Además, indica que en el mercado ya existen varias ofertas de materiales alternativos, lo que indica que en términos de biodegradabilidad y compostabilidad ya se presentan varias opciones y hay esfuerzos importantes desde la industria para lograr que este tipo de materiales sustitutos estén en el mercado.
Actualmente, Colombia cuenta con una planta de reciclaje químico y otras tecnologías de alto valor agregado en resinas reincorporadas y en reincorporación de plásticos en envases y empaques.
“Pero nos hacen falta estándares y definiciones claras, el tema de capacitación e investigación y desarrollo que es vital para lograr alternativas realmente sostenibles y productos diseñados para el reciclaje”, dice Cañón.
Cempre es la organización que coordina la iniciativa Pacto por los Plásticos en Colombia, una Plataforma colaborativa que une empresas de empaques, productoras, de comercio, transformadoras de plásticos, además de gobiernos, academia, gremios y ONG detrás de una visión compartida de economía circular del plástico.
Desde 2020, este colectivo ha logrado gestionar más de 560 000 toneladas de residuos de envases y empaques reciclables de materiales como el plástico, vidrio, cartón, cartón para bebidas, papel y metal, en todo el país.
Para Ramírez, de Cáscara, hoy los trabajadores de la industria deben entender que hay un potencial en el reciclaje. “No todos los plásticos pueden ser reciclados completamente, ni van a volver a ser iguales, pero quien aprenda a conseguir materia prima reciclada para retornar a la economía estará actuando de manera más inteligente”, asegura.
Cambios en la Responsabilidad Extendida del Productor
De cara al principio de Responsabilidad Extendida del Productor existen avances en todos los eslabones de la cadena, pero aún hay retos que implican una responsabilidad compartida entre Gobierno, empresas y ciudadanía.
Así es para Mónica Villegas, directora proyecto Visión 3030 de la Andi, colectivo empresarial sobre economía circular de envases y empaques.
“Para los transformadores, desde el marco de la responsabilidad extendida del productor, habrá unas metas particulares alrededor del plástico, especialmente sobre PET, polietileno de alta densidad y otras menores», indica Villegas.
A su juicio, «esto abre una oportunidad no solo a las empresas transformadoras que están trabajando alrededor de los temas de plásticos, porque se va a mover un mercado más alto, sino también a quienes los recolectan”.
La Resolución 1407 de 2018 pone metas particulares a los productores para generar un aprovechamiento sobre la cantidad de envases y empaques que ponen en el mercado. Para 2024 la meta es del 18% de cumplimiento, pero esta no exigía el aprovechamiento por tipo de material.
“Es decir que, si una empresa ponía plástico, cartón y vidrio, podía cumplir la meta recogiendo solo uno de esos materiales, pero con la Ley de Prohibición de Plásticos de un Solo Uso hay metas de cumplimiento particulares para los plásticos”, indica Villegas.
Por ejemplo, la meta de recolección del PET tendrá que ser de 25 %, el polietileno de alta densidad y otros envases y empaques también tienen su propia meta.
“Esto va a obligar a todas las empresas productoras a tener que hacer un esfuerzo diferencial alrededor de la gestión de plásticos, que no es solo garantizar la recolección, sino el aprovechamiento, es decir, que efectivamente lleguen a las empresas transformadoras para se conviertan en materia prima o en otra alternativa”, enfatiza Villegas.
Del relleno sanitario a un esquema de aprovechamiento
Una de las peticiones de los expertos es la de ajustar el sistema tarifario del servicio público de aseo.
“Este servicio público está pensado para los rellenos sanitarios de hace 30 años. Hoy en Europa hay países en donde e 0 % de los residuos va a un relleno sanitario, mientras que aquí estamos en 85 %, en gran parte porque el sistema premia el relleno sanitario por encima del aprovechamiento”, indica Michell, de Acoplásticos.
“Si el porcentaje de esa tarifa fuera más para aprovechamiento que para el transporte se generaría un incentivo para el reciclaje, obviamente de la mano de los recuperadores”, agrega.
Villegas, de Visión 3030, también enfatiza en que en el modelo de aseo público y recolección hay unas cadenas más maduras tan solo por el hecho de que prime más el peso que el volumen.
“Si tenemos ciertos materiales que no tienen tanto peso puede ser que no sean tan codiciados en el momento de la recolección, porque hay que recolectar mucho para que el recuperador de oficio obtenga unos precios razonables. En ese sentido, por ejemplo, los incentivos no están puestos en recoger plásticos flexibles”, insiste.
Este artículo se elaboró con el apoyo de Climate Tracker América Latina.
RV: EG