BAYAMO, Cuba – Con el primer horno ecológico de tiro invertido en Cuba, el proyecto de desarrollo local Pokarce es la única minindustria privada de la oriental provincia de Granma que fabrica materiales de cerámica roja para construcción, que son muy demandados ante la carencia de cemento en el país.
“Quisimos rescatar las producciones de cerámica roja que se habían perdido en la provincia, sobre todo la rasilla (ladrillo delgado, plano y hueco), porque lo que más golpea hoy en la construcción es la impermeabilización (de los techos), ya que la manta debe importarse”, dijo la directora de Pokarce, Karina Milanés, a IPS en Bayamo, la capital provincial, a unos 740 kilómetros de La Habana.
Ingeniera geóloga de formación, Milanés, de 39 años, es la única mujer en este emprendimiento con 12 trabajadores, entre quienes se incluye su esposo Yunier Porto, de 40 años, un ingeniero eléctrico.
“Hicimos este negocio porque teníamos conocimientos de la materia, y el tema de la cerámica es súper complicado y no creo que muchas personas tengan paciencia para ello”, afirmó Porto a IPS.
“El problema de la vivienda en la provincia de Granma está crítico, hay demasiadas personas vulnerables, con techos que se mojan, pisos de tierra, que todavía usan letrinas fuera de la casa”: Yurisbel Ramírez.
La pareja, con 14 años de matrimonio y dos hijas, laboró hasta 2021, cuando se oficializó el proyecto, en la estatal Empresa de Materiales de Construcción de Granma. Milanés atendía la explotación en las canteras de la provincia y Porto, las inversiones de la entidad.
Entre ladrillos de gran formato, bloques ligeros de cuatro huecos y rasillas, Pokarce produce unas 20 000 unidades mensuales de barro cocido, cifra que oscila dependiendo de la disponibilidad del fluido eléctrico en la zona, afectada por largos apagones.
Elaborados a partir de la arcilla, un recurso endógeno y de gran calidad en la provincia, sus producciones se destinan, en parte, a la construcción de viviendas sociales subsidiadas por el gobierno.
De acuerdo a Porto, si bien había una cultura en el este cubano de utilizar la cerámica roja para las actividades constructivas, esta fue desapareciendo porque “la gente se casó un poco con el bloque de hormigón”.
Sin embargo, ante la baja producción de cemento en el país –necesario, junto a los áridos, para la fabricación de bloques de hormigón–, y las medidas del Estado para sustituir esa manufactura, desde 2020 se ha ido rescatando la cerámica roja en el territorio como forma de resiliencia.
Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (Onei), en 2023 se produjeron en esta nación insular caribeña 520 millones de toneladas de cemento gris, solo 39 % de la producción de 2019.
Asimismo, los materiales de la construcción fabricados con soluciones locales, como los de Pokarce, representan hoy menos de 0,5 % del total.
Soluciones locales y artesanales
Cuando en 2019 cerró por falta de combustible la fábrica estatal en Bayamo, parte del antiguo centro laboral de Milanés y Porto–, donde se producía toda la cerámica roja de la región oriental, la pareja empezó a invertir sus fondos personales en el sueño de levantar un negocio privado.
La instalación industrial se montó sobre una antigua cantera convertida en cerro luego de haberse rellenado con escombros, un pequeño terreno que ninguna institución estatal quería y que cedieron oficialmente a Pokarce en 2021 de forma gratuita, mediante un contrato de comodato.
Las naves para el secado lento de los bloques se erigieron de madera y tejas de zinc, la extrusora se armó con soluciones artesanales y el horno, con una estructura abovedada, sin vigas de acero ni cemento, lo que demoró su terminación hasta un año, debido a que los albañiles carecían de capacitación en ese tipo de tecnología constructiva.
El prototipo del horno, de tiro invertido y cuyo combustible es la leña, posee las licencias ambientales que se exigen en Cuba: sus gases residuales llegan a la atmósfera después de haber sido filtrados por la tierra y los propios bloques, sin ningún tipo de componente tóxico.
Para la creación del horno, que alcanza los 1200 grados Celsius, Porto pasó varios cursos en línea con el Programa de Eficiencia Energética en Ladrilleras de América Latina para Mitigar el Cambio Climático, con su base en Perú, que es auspiciado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude).
El ingeniero también recibió otras capacitaciones vía internet para crear un programa digital que instaló en el horno junto a seis sensores, con el objetivo de monitorear la temperatura de cocción de los materiales en producción.
“El alma del horno es el control de la temperatura”, afirmó.
No obstante, sin el conocimiento geológico de Milanés sería imposible mantener el emprendimiento, pues a la hora de extraer arcilla en la cantera, ella es quien sabe analizar los planos y escoger los depósitos de mayor calidad.
La cantera pertenecía a la empresa estatal donde ambos trabajaban, y como ella ya no la explota, Pokarce debe extraer cada pocos meses la materia prima con una retroexcavadora y unos camiones que alquila.
“Si yo hubiera comenzado este negocio sin ella, hubiese desistido a los 10 primeros errores, pues no tengo ese conocimiento técnico”, confesó su esposo.
En julio de 2021, el negocio se instauró bajo el estatus de proyecto de desarrollo local, de los primeros cuatro del municipio de Bayamo. Actualmente, existen 102 aprobados en Granma.
La primera “quema” del horno fue en febrero de 2022. Un fracaso, debido a la mala acomodación de las unidades de cerámica. Ya después la producción adoptó un flujo estable, con poco margen de error.
Promoviendo sus materiales de cerámica a través de redes sociales, Pokarce se hizo notar, y de los primeros clientes que obtuvo en Bayamo, hoy suministra materiales a empresas constructoras tanto privadas como estatales de las provincias orientales de Granma, Holguín, Santiago de Cuba y también de La Habana, al oeste.
Actualmente, están preparando un taller en sus propias instalaciones para enseñar a jóvenes de escuelas de oficio el trabajo con cerámica, así como artesanías a personas en situación de discapacidad. Al fin y al cabo, su propósito nunca ha dejado de ser el de recuperar la cultura perdida en el territorio de crear con arcilla.
Del horno a la vivienda
Constago, la empresa privada que dirige Yurisbel Ramírez, una ingeniera civil bayamense de 37 años, se dedica casi íntegramente a la construcción de viviendas subsidiadas por el Estado, que se entregan a personas en situación de vulnerabilidad económica y con problemas habitacionales.
Los bloques y rasillas que utiliza Constago son de Pokarce.
En 2018, Ramírez creó una brigada para el mantenimiento de inmuebles bajo una licencia por cuenta propia y, en 2022, reconvirtió al estatus legal de su negocio al de las micro, pequeñas y medianas (mipymes).
“Empecé sola, sin recursos, sin presupuesto prácticamente, y no podía pedir crédito (al banco), porque para que te lo dieran era algo casi imposible”, dijo a IPS.
Con sus 62 trabajadores contratados, de los cuales tres son mujeres, hoy está encaminando la construcción de nueve viviendas. Su empresa ha terminado ya 12 desde que se inauguró.
“Siempre me han asignado las obras de casas para personas que son discapacitadas o tienen poco poder adquisitivo. Son casas de obras sociales, que paga el Ministerio de Vivienda», explicó.
Analizó que «el problema de la vivienda en la provincia de Granma está crítico, hay demasiadas personas vulnerables, con techos que se mojan, pisos de tierra, que todavía usan letrinas fuera de la casa”.
Una de las nueve nuevas viviendas, en el barrio Pedro Pompa de Bayamo, será entregada en diciembre, si el suministro de cemento no falla, a Melanio Hernández, quien tenía un hogar improvisado –ahora demolido para construirlo desde cero– y en condiciones tan deplorables que, en tiempos de lluvia, debía poner seis cubos bajo las goteras del techo.
“Soy un agradecido. El tema vivienda es necesidad de todos los cubanos y para que mejore, tienen que existir los recursos y que se puedan ofertar a la gente a precios asequibles. El principal problema es el de los materiales de la construcción”, dijo Hernández a IPS.
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Como la emprendedora Milanés, Ramírez y su negocio Constago también cobijan un proyecto educativo –de nombre Profet– para capacitar a jóvenes en la fabricación de bloques, losas, y en la dosificación de áridos y otras actividades de la albañilería.
A pesar del esfuerzo de estos dos emprendimientos mencionados, los déficits de viviendas en Granma resultan un inconveniente serio para la calidad de vida de la ciudadanía.
De las 1636 nuevas viviendas que debieron construirse en la provincia en 2023, solo se terminaron 966 (59 %), según datos de la Onei.
El aprieto se extiende al resto del país, pues en el año anterior se entregaron apenas 16 065 inmuebles, 65 % de lo previsto, mientras que en el primer semestre se levantaron 4159 viviendas, 49 % del plan hasta esa fecha.
El déficit habitacional de Cuba sobrepasa las 850 000 viviendas, y 40 % de los 3, 9 millones de viviendas existentes se encuentra en regular o mal estado.
ED: EG