Uno de cada cinco niños sufre el doble de calor que sus abuelos

Un niño se refresca en un día de calor extremo en Camboya. En al menos 100 países más de la mitad de los niños experimentan hoy el doble de olas de calor que las vividas en sus regiones hace 60 años, de acuerdo con un análisis del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Imagen: Llaurado / Unicef

NACIONES UNIDAS – Uno de cada cinco niños, o 466 millones, vive en zonas que experimentan al menos el doble de días extremadamente calurosos cada año en comparación con solo seis décadas atrás, indicó un análisis del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) divulgado este miércoles 14.

“Los días más calurosos del verano parecen ahora normales”, observó la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell. “El calor extremo está aumentando, alterando la salud, el bienestar y las rutinas diarias de los niños”, agregó.

Comparando el promedio de la década de 1960 y el de 2020-2024, el análisis advierte sobre la velocidad y la escala a la que los días extremadamente calurosos (medidos como más de 35 grados centígrados/95 grados Fahrenheit) aumentan para millones de niños sin la infraestructura ni los servicios para soportarlos.

El análisis examina datos a nivel nacional y concluye que en 16 países los niños experimentan ahora más de un mes de días de calor extremo adicionales en comparación con hace seis décadas.

“Los niños no son adultos pequeños. Sus cuerpos son mucho más vulnerables al calor extremo. Los cuerpos de los jóvenes se calientan más rápido y se enfrían más lentamente. El calor extremo es especialmente peligroso para los bebés debido a su ritmo cardíaco más rápido”: Catherine Russell.

En Paraguay, por ejemplo, los niños viven 71 días al año de calor extremo, en esta década, en comparación con los 36 del decenio de 1960, y en Sudán del Sur el aumento ha sido de 110 a 165 días en los períodos analizados.

Los niños de África occidental y central son los que más días de calor extremo sufren y los que más aumentan con el tiempo, pues 123 millones de niños (39 % de los niños de la región) pasan en promedio más de un tercio del año, o al menos 95 días, con temperaturas superiores a los 35 grados centígrados.

Esos períodos se alargan a 212 días en Malí, 202 en Níger, 198 en Senegal y 195 días en Sudán.

En América Latina y el Caribe casi 48 millones de niños viven en zonas donde se registra el doble de días de calor extremo al comparar la situación actual con la experimentada seis décadas atrás.

Se considera un día como extremadamente caluroso cuando la temperatura supera los 35 grados centígrados, y las olas de calor se refieren a temperaturas por encima del promedio local de 15 días.

El análisis comprobó que en 100 países más de la mitad de los niños experimentan hoy el doble de olas de calor que hace 60 años. En Estados Unidos, por ejemplo, 36 millones de niños están expuestos al doble de olas de calor en comparación con la década de 1960, y 5,7 millones están expuestos al triple.

Se trata de un tema tan persistente que, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, julio de 2024 fue “probablemente mes más cálido registrado en el mundo desde 1850”.

Unicef expone que el estrés térmico en el cuerpo, causado por la exposición a calor extremo, plantea amenazas únicas para la salud y el bienestar de los niños y las mujeres embarazadas, en particular si no se dispone de intervenciones de enfriamiento, como en muchas áreas de países en desarrollo.

Ese estrés térmico se ha vinculado con complicaciones del embarazo, como enfermedades crónicas gestacionales y resultados adversos en el nacimiento, como muerte fetal, bajo peso al nacer y parto prematuro.

Los niveles excesivos de estrés térmico contribuyen a la desnutrición infantil, a las enfermedades no transmisibles, y dejan a los niños más vulnerables a las enfermedades infecciosas que se propagan a altas temperaturas, como la malaria y el dengue. También afecta el desarrollo neurológico, la salud mental y el bienestar.

“Los niños no son adultos pequeños. Sus cuerpos son mucho más vulnerables al calor extremo. Los cuerpos de los jóvenes se calientan más rápido y se enfrían más lentamente. El calor extremo es especialmente peligroso para los bebés debido a su ritmo cardíaco más rápido”, apuntó Russell.

Los peligros relacionados con el clima en la salud infantil se multiplican por la forma en que afectan a la seguridad alimentaria e hídrica, y a la contaminación, dañan la infraestructura, interrumpen los servicios para los niños, incluida la educación, y provocan desplazamientos de población.

Además, la gravedad de estos impactos está determinada por las vulnerabilidades y desigualdades subyacentes que enfrentan los niños en función de su situación socioeconómica, género, ubicación, estado de salud actual y contexto del país.

Unicef recordó que en los próximos meses todos sus Estados miembros que son partes del Acuerdo de París de 2015, para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera, deben presentar nuevos planes climáticos nacionales.

Por ello pidió a sus líderes que “aprovechen esta oportunidad y adopten medidas urgentes y audaces en materia climática que defiendan el derecho de todos los niños a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible”.

Entre sus recomendaciones está cumplir los ambiciosos acuerdos internacionales sobre la materia, y proteger la vida, la salud y el bienestar de los niños adaptando los servicios sociales esenciales a un clima cambiante y un medio ambiente degradado.

A-E/HM

 

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