NUMEA – Nueva Caledonia, un territorio francés de ultramar con alrededor de 290 000 habitantes en el sudoeste del océano Pacífico, se enfrenta a una difícil recuperación tras semanas de disturbios civiles que estallaron a mediados de mayo y dejaron un rastro de destrucción y crisis política.
Un voto del parlamento francés para cambiar el padrón electoral del territorio a favor de los leales pro Francia desató la ira y los enfrentamientos en las islas entre la policía y los partidarios de la independencia, la mayoría de los cuales son indígenas canacos.
Sin embargo, en el corazón de las quejas políticas de los canacos, que comprenden cerca de 40 % de la población, se encuentran sus experiencias a lo largo de más de un siglo y medio de desigualdad arraigada, en comparación con la población no originaria. Esto abarca disparidades en resultados educativos y una alta tasa de desocupación.
“Muchas personas no terminan la escuela y no tienen certificaciones o diplomas. Muchas familias no tienen el dinero y no pueden solventar enviar a sus hijos a la escuela”, dijo a IPS Stelios, un joven padre canaco que vive en Numea, la capital.
Eso sí, añadió, «en el seno de las familias, las personas se apoyan mucho entre sí”.
Nueva Caledonia, con las mayores reservas de níquel del mundo, tiene una economía sólida con un producto interno bruto (PIB) de 9620 millones de dólares en 2022, comparado con 1060 millones de dólares en el país vecino Vanuatu y 4900 millones de dólares en Fiyi.
Pero hay una brecha aguda en los ingresos y niveles de vida entre los indígenas y los antiguos habitantes no canacos.
La pobreza y el desempleo son los problemas principales de los canacos que viven en comunidades rurales remotas y asentamientos urbanos informales en las afueras de Numea.
Si bien la tasa global de pobreza es de 19,1 % en Nueva Caledonia, aumenta a 45,8 % en la provincia de Islas Lealtad, donde la mayoría de los residentes son canacos.
Eddie Wayuone Wadrawane, profesor adjunto y experto en ciencias de la comunicación en la Universidad de Nueva Caledonia, informa que existe una conexión directa entre la brecha educativa para los canacos y sus dificultades para encontrar un empleo seguro. Si bien la tasa de desempleo para personas menores de 30 años en el territorio es de 28,3 %, sube a 41,3 % para quienes no tienen un título habilitante.
Los canacos, isleños indígenas, han vivido bajo alguna forma de gobierno francés desde mediados del siglo XIX, cuando las islas se convirtieron en colonia. Luego de la Segunda Guerra Mundial, a Nueva Caledonia se le otorgó el estatus de “territorio de ultramar” junto con un mayor reconocimiento de derechos ciudadanos e indígenas.
Pero una larga historia de pobreza, pérdida de tierra en manos de autoridades coloniales, traslado forzoso a reservas y marginalización de la participación política desencadenó numerosos levantamientos canacos con el paso de las décadas, que culminaron con el estallido principal del conflicto contra las autoridades francesas en la década de 1980.
Las negociaciones que siguieron a las hostilidades condujeron a dos acuerdos entre el gobierno francés y los líderes locales.
Mediante el Acuerdo de Matignon en 1988 y el Acuerdo de Numea, firmado en 1998, se comprometieron, entre otras disposiciones, a abordar las disparidades socioeconómicas de la población canaca, como por ejemplo la falta de acceso a la educación y la falta de consulta en la gobernanza y los procesos políticos.
Los servicios públicos y las oportunidades económicas se concentran en la Provincia Sur, que incluye la capital, Numea. Pero se han obtenido triunfos durante los últimos 20 años con los esfuerzos gubernamentales de mejorar la infraestructura y el acceso a los servicios, como la educación, en las provincias menos desarrolladas Norte e Islas Lealtad, donde viven la mayoría de los canacos.
La cantidad de canacos graduados de universidades e instituciones terciarias similares aumentó de 99 en 1989 a 3200 en 2014. Pero sigue habiendo disparidades significativas y, según reportes, solamente 8 % de los canacos tenían un título universitario en 2019.
“Una parte importante de la filosofía de los Acuerdos de Matignon y Numea era la noción de que Nueva Caledonia no estaba preparada para la independencia porque no había canacos en los niveles medios y superiores de la administración o ejerciendo profesiones”, dijo a IPS David Small, profesor titular en la Escuela Superior de Estudios Educativos y Liderazgo en la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda.
Sin embargo, el sistema educativo francés “es muy selectivo y existen muchas maneras para que los canacos queden fuera de él. Este pueblo está muy sintonizado y es muy crítico de la naturaleza colonial de la educación en Nueva Caledonia”, continuó.
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Durante las protestas de los partidarios por la independencia que tuvieron lugar en mayo en toda Nueva Caledonia contra las reformas electorales del gobierno francés en el territorio, una amplia proporción de manifestantes en las calles eran jóvenes de entre 15 y 25 años.
Expresaban su ira no solo en cuanto a los cambios electorales sino también a las dificultades y desigualdades que marcaron sus vidas. La paciencia de la generación más joven se está acabando y ya no desean esperar indefinidamente que se hagan realidad las promesas de tener una vida mejor y acceder a mejores oportunidades.
“La educación puede desempeñar un rol principal para darle a esos jóvenes (los marginados) nuevos horizontes y promover reformas sociales en general”, afirma Wadrawane.
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Aun así, Small sostiene que muchos jóvenes canacos están perdiendo la fe en la idea de que la sociedad neocaledonia es una meritocracia y, por tanto, también en la capacidad de la educación de facilitar el éxito y los logros de empleo y vida.
No obstante, Stelios es uno de los canacos que perseveró en la escuela, completó sus estudios secundarios y recibió su certificado de bachiller.
“Y tengo empleo. Trabajo en una escuela asistiendo al personal”, comentó. Además, tiene tres hijos menores de 7 años)y está firmemente decidido a que también estudien.
Los expertos en educación, como Wadrawane, defienden que para retener a los estudiantes indígenas en el sistema educativo también es necesario incorporar la cultura e idiomas canacos en el programa escolar.
“En la actualidad, el programa (escolar) atrae más a alumnos de la Francia metropolitana y menos a los provenientes de territorios franceses de ultramar”, escribe Wadrawane.
Considera que “una mayor conciencia cultural entre la juventud en la educación primaria y secundaria es una necesidad filosófica, social y educativa” para reducir la desigualdad y mejorar su sentido de ciudadanía.
T: PI / ED: EG