ROMA – Kaponde Likando no sabe cómo sobrevivirá su familia hasta la próxima campaña agrícola. «No vamos a tener nada (para cosechar)», dijo este hombre de 60 años, residente en la aldea de Chingobe, en el sur de Zambia, luego de que sus cultivos de maíz, sorgo, maní y batata se malograran. «Todo ha sido todo lo contrario de lo que esperábamos», se lamentó.
Este agricultor es uno de los 9,8 millones de habitantes de Zambia afectados por una grave sequía vinculada a los continuos efectos del meteorológico fenómeno El Niño Oscilación del Sur.
Likando, casado y con cinco hijos, se enfrenta ahora a sombrías decisiones.
«Nuestra esperanza… quizá sea vender algunos de nuestros animales para poder comprar maíz» para nuestro consumo, dijo.
El problema es que una vez que se acaben los alimentos, y se haya quedado sin ganado, no habrá nada que se interponga entre su familia y la inanición.
La situación que Likando ejemplifica no se limita a los zambianos.
En toda África meridional, el actual fenómeno de El Niño ha asestado un golpe devastador a algunas de las comunidades más hambrientas y frágiles del mundo, donde 70 % de la población depende de la agricultura para su subsistencia.
De Angola a Zimbabue, ha dejado áridos suelos normalmente fértiles, interrumpiendo la producción de alimentos básicos como el maíz y reduciendo el acceso de la población a los alimentos, ya que las existencias disminuyen y los precios se disparan.
Los tres países más afectados -Zambia, Zimbabue y Malaui- han declarado el estado de catástrofe por sequía. Se enfrentan a pérdidas generalizadas de los cultivos, con entre el 40 % y 80 % de sus cosechas de maíz diezmadas.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas afirma que, en los tres países, casi cinco millones de personas necesitan ayuda humanitaria.
En la República Democrática del Congo (RDC), Kato Kasingabalwa se enfrenta al otro extremo del impacto de El Niño.
Lo perdió todo, incluidas sus cosechas de maíz y arroz, durante las extensas inundaciones que asolaron Uvira, en el este del Congo, después de que las lluvias torrenciales provocaran el desbordamiento del lago Tanganica.
Este campesino y sus cinco hijos han tenido que mudarse tres veces para evitar la subida del nivel del agua y viven en un refugio improvisado en un terreno baldío junto con muchas otras familias cuyas viviendas también quedaron arrasadas por las aguas.
Se calcula que más de un millón de personas se han visto afectadas por las inundaciones en la RDC, muchas de las cuales, como Kasingabalwa, se han visto desplazadas, mientras que casas, escuelas y grandes extensiones de tierras de cultivo han quedado destruidas.
«Las inundaciones nos tomaron por sorpresa», afirma Kasingabalwa. «El nivel del agua es muy alto. Nos hemos visto obligados a trasladarnos a lugares en los que no habríamos imaginado establecernos. Ahora mismo, la familia está pasando graves apuros. Mira el estado de mi casa», añade.
El productor congoleño se lamenta de que «no puedo ni describir el estado en que se encuentran los miembros de mi familia. Algunos tienen heridas causadas por infecciones de agua. El agua está aumentando y sigue acercándose a nuestro asentamiento».
«Todo es confuso, porque por la mañana te despiertas y ves que el nivel del agua baja, pero por la tarde las olas del lago hacen que el agua vuelva a subir, y nos apresuramos a trasladar nuestras pertenencias. Esto es lo que más nos preocupa», sigue narrando Kasingabalwa.
«Soy agricultor, y todas nuestras cosechas y semillas desaparecieron», sentencia.
Aunque este ciclo de El Niño está llegando a su fin, las consecuencias continuarán durante los próximos meses.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
En una cumbre extraordinaria de la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC, en inglés) sobre la crisis actual, celebrada en mayo, los líderes de los 16 países miembros confirmaron que 61 millones de personas de la región se habían visto afectadas por El Niño.
Hicieron un llamamiento por valor de 5500 millones de dólares para hacer frente a las necesidades humanitarias urgentes, y el 5 de junio se celebra en la ciudad sudafricana de Pretoria un acto dirigido por la ONU para recaudar fondos para esa respuesta.
La reunión fue convocada por la subsecretaria general de la ONU, Reena Ghelani, la coordinadora de la Crisis Climática para la Respuesta a El Niño/La Niña, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), el PMA, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Los fenómenos de El Niño, que suelen producirse con una periodicidad de entre dos y siete años, tienen una gran influencia sobre la temperatura y las precipitaciones en muchas partes del mundo, elevando la temperatura media mundial y provocando fenómenos meteorológicos extremos como sequías, inundaciones y tormentas.
Se trata de un fenómeno natural – una alteración de los patrones de precipitaciones causada por el calentamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico oriental – aunque estudios recientes sugieren que el calentamiento global puede estar provocando fenómenos de El Niño más intensos.
De hecho, el fenómeno de El Niño más reciente es uno de los cinco más fuertes de los que se tiene constancia.
«El cambio climático nos ha afectado», afirma el zambiano Likando, y añade: «Viendo esta sequía, es más que en años anteriores».
El PMA afirma que estos extremos climáticos son un recordatorio de la urgente necesidad de aumentar la inversión en actividades que aumenten la resiliencia, especialmente en África meridional, de modo que las comunidades puedan contar con soluciones de adaptación al clima para mitigar, reducir y absorber los efectos de estas perturbaciones.
El PMA anticipó los efectos de la temporada de El Niño en cuanto se dieron a conocer las predicciones para 2023, lo que permitió preparar planes de acción anticipados y mensajes de alerta temprana.
Pero la capacidad de la agencia de la ONU para responder a la emergencia y evitar una catástrofe del hambre se ha visto limitada después de que su petición de financiación quedara desatendida a principios de este año.
«El Niño afecta de forma desproporcionada a mujeres y niñas», afirmó Menghestab Haile, director regional del PMA para África Austral.
Haile explicó que esto se debe a que a menudo son las mujeres las que tienen que abandonar la seguridad de sus hogares para recorrer «kilómetros y kilómetros tratando de encontrar leña y alimentos», mientras que las niñas son las primeras en abandonar las escuelas para ayudar a sus madres.
«Necesitamos irrigación», añadió Hailem, doctor en meteorología.
«Agua, agua, agua: si hubiéramos tenido los recursos para ampliar el regadío, los agricultores podrían producir más alimentos», sentenció.
T: MF / ED: EG